Harry James Potter: The riddle of the dark blood lily. I

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Empezaría a llover en cualquier momento.

Clin, Clin, Clin.

El constante tintineo lo acompañaba en cada paso que daba.

Clin, Clin, Clin.

Después de tantos años, uno llegaba a encontrarlo reconfortante.

Clin, Clin, Clin.

Técnicamente, no eran más que dos pequeños pedazos de acero inoxidable.

Clin, Clin, Clin.

Pero en la guerra, eran todo lo que tenías.

Eran tu identidad, la única manera real y tangible de saber que tú no eras solo un soldado más sin nombre, de tener la certeza que de caer, esas plaquitas, que para muchos serían unas insignificantes piezas de joyería, se asegurarían de que alguien supiera tu nombre. De que la lápida que descansarían eternamente sobre tu cabeza no dijera "Tumba del soldado desconocido".

Clin, Clin, Clin.

¿Quién en el ejercito no habría escuchado alguna vez la típica frase "Tu nombre es desconocido, más tu hazaña es inmortal?

Clin, Clin, Clin.

¿Se suponía que eso era alguna especie de consuelo? Morir sin que se supiera su identidad, era un castigo que no le deseaba ni a su peor enemigo.

Clin, Clin, Clin.

Levantó su mano, callosa, por los años de servicio, por su propio trabajo, y por aquellas viejas experiencias en la academia. Tocó sus placas, en un movimiento tan a menudo realizado que su cerebro ya casi no era consiente de lo que hacía, y trazó las conocidas palabras.

"General Harrison James Potter

(Lirius Remus James)

Sangre: O-

31/6/92. C of E.

Médico Cirujano.

SFSG. Ejército Británico."

Eran muchas palabras para un artículo tan pequeño, sí. Pero él nunca había sido lo que las personas llamarían un individuo normal.

El parque por el que paseaba, estaba en silencio, casi espeluznante, solamente roto a sus oídos, por sus pasos desiguales y el fuerte golpe que su bastón daba contra el suelo cada pocos segundos.

No había niños en las hamacas, ancianos tirando pan a las palomas, ni jóvenes adultos, como él mismo, paseando presumidos a sus mascotas. En toda la manzana que ahondaba el mismo, la única persona que podía distinguir, era una mujer de veintitantos, sentada en un banco por el que estaba a punto de pasar.

"Tranquilízate" se dijo a sí mismo. Pero sus instintos de guerra ya habían despertado, casi paranoicos.

Nunca salía nada bueno de una tarde como esa.

Y como para agregar más dramatismo a la escena, un trueno retumbó. Genial, aún le quedaban cinco calles para llegar a su... residencia.

La mujer lo estaba mirando.

Pero no era como si no estuviera acostumbrado, su cojera solía atraer atención indeseada, después de todo, no era del todo común que alguien de su edad, tuviera una lesión característica de una persona mayor.

El murmullo vacilante llegó hasta sus oídos, y le tomó todo el autocontrol que poseía no sacar su varita, o su arma.

"Estás entre civiles" se recordó "Civiles Muggles".

El Enigma del Lirio de Sangre OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora