Capítulo 33

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Ángela

No sabía cómo comenzar, ni siquiera estaba segura de estar preparada para dejarle hurgar en aquella herida aún abierta, aunque hiciera ya un año del último día de aquel infierno.

Suspiré e intenté comenzar por el principio.

- Verás, mi vida no es un camino de rosas, nunca lo fue, como puedes imaginar solo con ver mis cicatrices -intento cubrirme más las piernas- todo comenzó cuando era muy pequeña -miro fijamente el volante mientras hablo-mi padre comenzó a regañar y gritar a mi hermana pequeña cuando ella tenía tan solo tres años, suerte que ella no se acuerda de aquel infierno -suspiro.

- Si no quieres no sigas -me acaricia la espalda pero ignore lo que dijo.

- Yo le enfrente, estaba cansada de escucharle gritar a mi hermana, ella lloraba cada noche y yo iba a dormir con ella, porque sabía que sino él la gritaría aún más, acabaría pegándole y eso no solucionaría nada. Entonces él me pego una bofetada y me dijo que yo no entendía nada, que era una niña malcriada y desobediente, aquella bofetada se sucedía día tras día, fuera cuál fuera el motivo, hasta que un día que llegue tarde del instituto, me pilló por banda, ni siquiera me grito, directamente comenzó a pegarme, patadas se sucedían a puñetazos, y yo me retorcía en el suelo intentando protegerme de algún modo, todo esto cada vez fue a más y yo no lo soportaba, me quitaba las ganas de vivir, por eso cuando... -se me escapa una lágrima y resbala por mi mejilla, me quedo callada, intentando calmarme.

- Ángela no hace falta contar más, se que es algo doloroso, cuéntamelo cuando estés preparada y más calmada -se desabrochó el cinturón del coche y se sentó con cuidado encima mía a la mínima oportunidad.

La miré con lágrimas en los ojos y me escondí en su pecho abrazada a ella en busca de mi refugio favorito. Ella me rodeó con sus brazos, en ese momento sobraron palabras.

Con el paso del tiempo, me calmé, hasta el punto de casi quedarme dormida en su pecho sentadas aún en el coche.

Pero es que estar con ella me calmaba, me hacía sentir segura. Si me hubiera quedado dormida, al despertar, lo más bonito hubiera sido ver si rostro. No sé si sabes como es esa sensación, dormirte atormentada pero despertar y ver el resto de esa persona que te recuerda que ese infierno es pasado, que ya no volverás a caer en las garras de ese monstruo; así me siento yo cada vez que la miro o cuando duermo junto a ella.

- Cari -susurro, nada más terminar la palabra noto su sonrisa en su respuesta.

- Dime -le miro a los ojos sonriendo.

- ¿Entramos dentro? Así nos ponemos cómodas, cenamos juntas y seguimos lo que nos vaya marcando la noche.

- Me encantaría -me besa sonriendo y yo se lo correspondo.

Después del beso, se levanta, vuelve a su asiento y sale, yo hago lo mismo.

Una vez en casa...

- ¿Me prestas algo a modo pijama?

- Claro, ven -tomo su mano y la guió a mi cuarto.

Una vez en el cuarto, le doy una camiseta grande, la cual le cubre perfectamente.

- Gracias, bonita camiseta, puede que me la quede -se ríe y comienza a desvestirse, la miro de reojo mientras yo hago igual- se te van los ojillos eh -sonríe y me lanza un cojín.

- Como no con semejante monum... -pierdo el equilibrio, me caigo al suelo y finjo dolor.

Ella se acerca corriendo preocupada y yo sonriendo la atrapo entre mis brazos y la beso tiernamente. Me da un golpe en el hombro de broma después del beso.

-Tonta, me asustaste -se enfada y cruza de brazos, me acerco a ella por detrás y rodeándole con los brazos la cintura le susurro.

- Perdona mi niña, no pretendía asustarte -le doy varios besos en la mejilla.

De repente llaman a la puerta.

La chica de al lado [REESCRIBIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora