La oscuridad revela.
Las palabras rondan su cabeza y zumban como aves desesperadas volando salvajemente en el cielo. Resuenan y se repiten de manera exageradamente elocuente... Pero se detienen cuando una risa ronca brota desde lo más hondo de su propia garganta. Piensa en la cantidad de veces que la gente ha maldecido en su nombre, en la cantidad de veces que han dicho que esperan que arda en el infierno, un lugar que ni siquiera conocen pero creen saber que sí... Y él no los culpa, para nada, ha hecho cosas que harían estremecerse hasta el más despiadado de los pecadores, sin embargo, la risa persiste, pues no puedes arder en el infierno si eres dueño del sitio.
El lucero de la mañana sabe que sus faltas son altas e imperdonables pero no está arrepentido. Las personas sólo saben juzgar el bien por encima del mal pero lo que ignoran es que no existe tal división en el cielo ni en el infierno. Todos creen que él cayó por ser egoista pero se equivocan, él sólo quería lo que era justo, aunque ahora; eso no importa. Mientras camina libremente por los confines de su territorio vislumbra a lo lejos la cueva que abre paso al mundo humano, un mundo que, aunque no lo crean, iguala en aspectos negativos al infierno; irónicamente los humanos son los que parecen tener la menor cantidad de humanidad. La única diferencia entre el lugar donde vive y el lugar donde tiene intenciones de visitar ahora mismo, sería el infinito sentido de justicia. Lo que ocasionó que terminara en ese lugar ahora es por lo que se rige el mismo.
—Supremo, tenía milenios sin verlo cerca de la cueva. —Habla el guardian del portal con los ojos abiertos por la sorpresa.
—Eso es porque llevaba milenios sin tener intención de salir.
-—¿Puedo saber el porqué?
-—Mi instinto habla y él no lo hacía desde lo que parece una eternidad —contesta saliendo (¿o entrando?) al mundo humano.
Todo había cambiado desde que su espiritu cayó por primera vez en ese lugar. Las marcas en su espalda escuecen como si recordaran que este fue el primer sitio donde sufrió. Cualquiera podría decirle masoquista pero se alegró cuando el dolor abordó su cuerpo por primera vez, después de siglos de no sentir absolutamente nada fisico cualquier sensación era bien recibida.
Se suponía que los humanos no podían verle ni oirle y para su buena suerte, así seguía siendo. Él caminó por lo que se le antojó mucho tiempo. Se topó con un centenar de personas que pasaban por su lado como si él sólo fuera viento, por lo menos así fue hasta que una mujer delgada y alta con el cabello del color más rubio que él alguna vez hubiera visto, lo vió. En realidad lo observó, y no sólo a través de él, sino directamente, a los ojos... Y sonriendo. Decir que el Lucero de la mañana estaba sorprendido era poco, él estaba atónito.
—¿Qué eres? —Le preguntó a la mujer.
-Eso es un tanto grosero, ¿no lo crees? -Le respondió con una sonrisa divertida.
-¿Qué eres? -Volvió a repetir-. Te ordeno que me lo digas.
-¿Y quién eres tú para ordenarme? -El tono de la chica cambió, no estaba molesta, estaba disfrutando la situación.
-No quieres saberlo -contestó el diablo con una sonrisa que resultó ser más aterradora que amigable.
-No sé cómo responder a tu pregunta pero me llamo Allen.
-Precioso -masculló más para sí mismo.
-¿Perdona, qué...?
-El significado de tu nombre. Precioso. -explicó ante la confusión.
-Yo... No lo sabía.
-Ahora lo haces.
-¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu nombre?
-Me conocen por muchos nombres. -Él podía jugar el mismo juego, sonrío con descaro.
-¿Vas a decirme alguno?
El Portador de Luz lo pensó por varios segundos pero desistió de decirle cualquiera, ella jamás le creería y de todas formas era mejor así, nunca la volvería a ver de nuevo por casualidad aunque fuera la criatura más hermosa que sus ojos alguna vez hubieran visto. Ella tenía algo sobre su superficie que provocaba el deseo de adorarla y Lucifer sabía que eso era lo más peligroso que podía existir... La adoración, te vuelve dependiente de otros y te provoca estupidez. Te hace débil.
-No lo haré -respondió al fin.
Y para su sorpresa ella sonrió.
-He estado esperando por ti un largo tiempo.
-Has preguntado mi nombre -la confusión se abrió paso.
-Quería cerciorarme, pero no hay nada que preguntar, eres tú.
-¿Quién crees que soy exactamente?
-Sé que eres Lucifer, el portador del alba.
-No me gusta que jueguen conmigo -dijo con los dientes apretados.
-Supongo que no.
-¿Qué es lo que quieres?
-Que me lleves contigo al infierno.
Él pensó que ella estaba loca hasta que retazos de pensamientos que no eran suyos entraron a su cabeza, eran pensamientos de la chica y eso le confirmó que efectivamente, ella, era como los suyos.
-¿Por qué caíste? -Al ver la mirada confundida de Allen el siguió preguntando- ¿Avaricia? ¿Egoismo? ¿Envidia? -Levanto las cejas con picardía y dijo como en una exalación-: ¿Tal vez, lujuria?
-Me fui porque así lo decidí, te he estado buscando desde entonces. -se mantuvo firme.
-¿A qué te refieres con eso?
-Encontré tu diario y lo he leído. Tú nombre y tu antiguo rango te describen como el primer ángel que Dios hizo, inigualable en belleza, esplendor e iluminación intelectual. Escucha, yo no creo que cayeras por ser malo, Dios te hizo inteligente. Nadie se da cuenta de esto, todos maldicen tu nombre, pero piénsalo, si eres el más listo de nosotros el que yo esté aquí tiene sentido.
-¿Te das cuenta que estás prefiriendome por encima de tu Dios?
-Tú escribiste que preferías reinar en el infierno...
-...Que servir en el cielo -termina por ella.
-Así es, y pienso lo mismo. He escapado por ti.
La forma en que la vió en el primer instante cambió para siempre, literalmente, ella era única, todos habían caído entregando a la fuerza sus alas pero ella decidió bajar conservandolas.
Sólo esto y los retazos de pensamientos ajenos bastaron para que diera media vuelta tomandola de la mano y la guiara por donde había venido.
Para cuando llegaron él no se hizo esperar ni un segundo y anunció su llegada a todos, explicándoles la situación, todos la recibieron como si de un héroe se tratara, con vítores y palmadas en la espalda, y dicho de esta forma ella tal vez lo era, al menos para todos ellos, al menos para Lucifer.
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La oscuridad revela
Historia Corta"No puedes arder en el infierno si eres dueño del sitio."