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En una oscura oficina iluminada por una tenue lámpara se encuentra la figura imponente de un hombre solitario quien observa con melancolía una fotografía en su escritorio, su expresión muestra suma tristeza, pero esta rápidamente es cambiada por una de total fastidio al ver las luces rojas y verdes que se cuelan por su ventana- han pasado muchos años, y el dolor no desa...- el sonido de toques en la puerta interrumpe su monologo, él no se inmuta, toma con cuidado la fotografía volteando su debilidad boca abajo, al mismo tiempo que da su consentimiento para que aquel molesto visitante haga su aparición. Pronto ve como su asistente menciona que un amigo viene a saludar por las fiestas, pero la chica inmediatamente enmudece al recordar que "las fiestas" no son precisamente algo de lo que se pueda hablar a menos que quieras ver al jefe molesto.

Como si fuera instantáneo el hombre ya en sus treinta y tantos la fulmina con la mirada dándole una respuesta cargada con su fastidio y enojo, la chica podría ser la más acostumbrada a su mala actitud, pero es un alma sensible por lo que inmediatamente su rostro pasa al de un borrego degollado, y como en un grito de ayuda el invitado entra lleno de su usual efusividad y miradas de reproche para su viejo amigo.

- Oh angel-kun, ¿cuándo te volviste tan arrogante?

- No estoy en mi mejor momento, casi termina el año y ese montón de inútiles que se hacen llamar mis empleados no encuentran la respuesta que necesitamos para concluir los experimentos.

La chica da un brinco ante el comentario cruel de su superior y sale huyendo de aquella situación para seguir con su labor. Morinaga se levanta tomando dos copas sirviéndolas con un poco de coñac dejando que su amigo lo observe con más detenimiento, ha cambiado tanto con su cabello peinado hacia atrás y podría creer que en la luz se ven unas fugaces canas a los costados de su perfecto rostro.

-Sabes si aún no han encontrado la respuesta cual es la diferencia entre lograrlo hoy o mañana, ¿no crees que ya han trabajado demasiado?, en estas fechas no deberías estar solo en una oficina a oscuras, deberías...

-Por última vez no, no es de mi interés en particular celebrar algo tan ridículo como la navidad y lo sabes, si solo viniste a eso te puedes retirar.

El hombre más delgado suspira en resignación bebiendo un poco de coñac, por supuesto que no se retiraría, tal vez no lo convenza a salir, pero al menos pasaría una hora charlando con este amargado al que quería tanto, después de terminar sus copas y hablar un poco sobre sus vidas, Hiroto decide contarle una graciosa historia para molestarlo, algo sobre como a los hombres explotadores como él, quienes no permitían que sus subordinados disfruten de la navidad eran castigados todos los años, tal vez era el karma y que si no se cuidaba también seria castigado, el otro solo lo miro fastidiado mientras lo despachaba de allí sin ninguna sutileza con palabras como "solo lárgate, tengo que trabajar", pero como todos los años Hiroto se quedó una hora entera sin importarle las quejas de su amigo.

Una vez en total soledad se encargó de todas sus labores pendientes, paso páginas de documentos enormes, abrió infinitos correos y borro otros tantos llenos de buenos deseos decembrinos, al recostarse un poco en su cómodo sillón sucumbió a un pequeño pero profundo sueño del cual despertó al sentir que no se encontraba solo, su primera impresión fue de alarma, pero pronto se tranquilizó al reconocer la figura de su amigo sentado de espaldas sobre su escritorio.

-¿Qué clase de ropa ridícula llevas puesta?, no creas que me arrastraras a una estúpida fiesta de disfraces.- mascullo mientras se restregaba el entrecejo, pero la figura no se inmutaba, pronto sintió un escalofrió recorrer su espalda haciéndole ver que la habitación estaba totalmente helada y que ahora la iluminación de su perfecta oficina había sido reemplazada por velas flotantes, cuando esa espectral forma volteo pudo corroborar que no era su amigo, llevaba un traje blanco conformado por pantalones holgados y un suéter de mangas exageradamente largas, pero su sorpresa fue ver que la mitad de su rostro estaba cubierto por una máscara de color café, en la cual resaltaba que el ojo en ese lado de la máscara era amarillo mientras el otro era café y dulce como el de su amigo.

-Lamento sorprenderte, quise tomar una forma conocida para no asustarte, pero no se me dan bien los disfraces y como eres tan huraño solo pude tomar la forma de este tipo afeminado de manera rápida- su vos era como un susurro, de esos que suenan claros en tu oído, el timbre de su vos y el eco no iba con su vos, trago grueso y sonrió amargamente.

-Esto debe ser una maldita broma- el miro sin duda a quien irrumpía en su oficina seguro de que no era Hiroto, pero aun confundido con su apariencia, en cambio la otra presencia solo siguió hablando como si no oyese o no le importase lo anteriormente dicho por Morinaga.

-Solo soy un mensajero, esta noche vendrán tres espíritus, al último no lo hagas enojar si valoras tu miserable vida.

Al terminar sus palabras y antes de que Morinaga pudiese protestar todo desapareció en un abrir y cerrar de ojos, el intruso no estaba, las velas tampoco y en definitiva la calefacción volvía a funcionar, cuando pensó que se encontraba en alguna clase de sueño escucho perfectamente en su oído "el primero de ellos vendrá a media noche", se levantó de inmediato viendo en todas direcciones, pero no había nada, casi pudo sentir la sonrisa de satisfacción de la otra persona al susurrar eso. Sus sentidos estaban totalmente alerta, su corazón latía en un ritmo que no había alcanzado en años, los bellos de su piel estaban erizados, todo se sentía vivido y hechizante, hasta el más mínimo sonido del reloj retumbaba en sus oídos – maldición – debía estar loco si en serio creía todo aquello, solo eran patrañas, y mientras los segundos se transformaban en minutos el reloj sonó a las doce haciendo un ruido más surreal del acostumbrado como si se hubiese transformado en uno de esos relojes antiguos y escandalosos que puedes encontrar en anticuarios o en la casa de tu abuela, calmando su respiración se dio cuenta que nada aparecía por lo cual dio una pequeña sonrisa de alivio.

-¿Así que puedes sonreír eh?

Te extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora