IV

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-Mi hermano, el... no le pidas ver su rostro.

Morinaga quiso ver al hombre que dijo eso pero ya no había nadie allí. Esta había sido la noche más larga de su vida, pero cuando vio el reloj se dio cuenta que solo habían pasado unos minutos, esta vez no tuvo tiempo de beber coñac o café puesto que inmediatamente una mano helada se posó en su hombro dándole un susto de muerte, el hombre alto de cabello azul parado a unos pasos de distancia llevaba un esmoquin negro sin corbata con unos pocos botones abiertos mostrando su pecho pálido, este llevaba una máscara blanca que cubría todo su rostro, Morinaga se paralizo al ver su sonrisa, a diferencia de los otros, este realmente inspiraba miedo, parecía la muerte misma solo que en lugar de una hoz llevaba un bastón negro, el hombre atractivo pero espeluznante golpeo el suelo con su bastón e inmediatamente se encontraban en un lugar oscuro y desolado, caminaban por la penumbra sin hablar en ningún momento lo cual lo tenia realmente incomodo, pronto el lugar se volvió conocido era el cementerio y frente a ellos estaba la tumba de su senpai, Morinaga se tensó volviendo su rostro con pánico a su acompañante, hizo su manos un puño, pero no grito e insulto en ningún momento, la otra figura sonrió malicioso al verlo, luego miro la tumba en la cual aparecían unas rosas blancas para abrir por fin la boca, su vos era fuerte y demandante a doble vos se podía escuchar como lamentos de otras vidas, Morinaga conoció el miedo esa noche.

-soy el espíritu de las navidades futuras, todos moriremos, pero yo puedo adelantar la muerte de algunos.

Morinaga quedo petrificado ante la mirada inquisitiva del hombre terrible que hablaba pausadamente como si disfrutara del momento, como si tuviera la vida entera para atormentar su alma, se sintió como una presa frente al terrible depredador, trago un momento, no sabía si hablar empeoraría o mejoraría su situación, pero se arriesgó.

-¿A qué me has traído?- dijo lo más firme que su miedo le permitió, pero el espirito lo miro una, dos y hasta tres veces antes de responder, de pronto algo lo ilumino y el miedo creció, ¿lo que iba a preguntar le costaría la vida?- quiero ver tu rostro.

El espíritu sonrió una vez más y lentamente se quitó la máscara, el miedo se transformó en horror, era... era su rostro, ¿Por qué?, no lo entendía de alguna manera verse así mismo era lo más espeluznante que se puso imaginar, "moriré"... fueron los últimos pensamientos en Morinaga, cuando sus ojos se cruzaron el espirito lo empujo a una fosa abierta en la que cayo, cayo interminablemente en la oscuridad, sus ojos se iban cerrando, el cansancio lo consumió, ya no quedaba nada, no se disculpó con sus amigos, no abrazo a su madre, no dio su consentimiento a Kanako, todo se acabó en segundos, desperdicio el tiempo sin darse cuenta que no era eterno. Poco a poco su conocimiento se dispersaba hasta que oyó una vos que lo llamaba en la lejanía, cuando abrió los ojos estaba en la oficina, su asistente se veía preocupada y en un susurro lo escucho claramente "te doy una oportunidad más".

Fin...

Te extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora