○Noche Lluviosa○

813 47 6
                                    

Esa sonrisa, era usual en él. No había ningún factor que la hiciera distinta, pues a pesar de su corta edad, él creía que todos merecían una sonrisa amigable cuando se encontraran en una situación peligrosa, complicada o simplemente tuvieran los ánimos bajos, sus padres se lo habían inculcado desde pequeño. Y no era para menos, ser amigable puede abrirte la puerta al inicio de varias amistades, y esta no sería la excepción.

-¿Un...sol?-Pronunció pausado, pues le parecía gracioso que lo llamase de esa forma, pero al mismo tiempo extraño, no entendía qué había de diferente en él, pues era igual a los demás niños o así se veía así mismo. ¿Estaba despeinado?, ¿Tenía algo pegado a su ropa?, ¿Habían luciérnagas volando a su alrededor? Esas dudas se manifestaron en varios movimientos, los cuales fueron despegar su mirada de aquél niño para fijar su mirada en su chaqueta, era blanca, al no encontrar explicación en su ropa; pasar sus manos por su cabello, mismo que terminó despeinado por pensar que había algo en él y querer encontrar ese algo parecía una buena idea; nuevamente, al no encontrar nada en él, se puso de pie para girar sobre él en búsqueda de algún insecto que estuviera girando alrededor. No había nada, no tenía nada y no había ningún bicho que estuviera volando entorno a él entonces...¿Por qué era un sol?.

-Si...-Respondió el contrario, quien por las acciones del niño rubio, se espantó un poco. Pero al cabo de unos segundos retomó la poca confianza que había tomado en él para continuar la conversación que habían iniciado no hace mucho- Pero...¿Cómo sabrás a donde ir? ¿Cómo podré encontrar a mis padres? Ni siquiera sé su número...¿Acaso tu kosei tiene que ver con la ubicación? -Preguntaba dudoso tanto de qué fuera a responder, como de seguir preguntando, pensaba que lo iba a cansar y que tarde o temprano iba a cansarse de sus preguntas. 

-No...-contestó desanimado, pues no había llegado a pensar en eso. Se ofreció a ayudar a alguien que no sabía cómo iba a ayudar, ahora, ¿qué podría hacer si no se le ocurría alguna idea para que pudieran encontrar a sus padres? No quería dejarlo solo, y menos ahora que comenzaba a hacer un amigo, eso no es lo que un amigo haría, y por menos, eso en ningún momento se parece a lo que un héroe haría- ¡Pero no te preocupes!-exclamó con más ánimos, que intentaban disfrazar que no supiera el qué harían a continuación- Puede que en este momento no tenga alguna idea, pero mientras se me ocurra qué es lo que haremos me quedaré a tu lado-. 

-¿Te quedarás a mi lado? ...Pero, ¿tus padres no te estarán buscando? Aún no me has respondido...¿qué haces tú a estas horas por aquí?...-Como si se tratase de una broma que le estuvieran jugando, el menor comenzó a desconfiar, no había alguna explicación lógica para que alguien más, igual de joven que él estuviera fuera; A no ser que de igual manera estuviera perdido, y le estuviera mintiendo. 

-Mis padres...están de viaje, y llegan mañana en la tarde, salí a comprar algo en aquella panadería -señaló hacia la nada, hacia un vacío que podía o no ser una panadería- pero cuando iba saliendo, te vi corriendo, te seguí porque no es normal que alguien esté corriendo a estas horas y menos con lluvia-.

-¿Detrás de mi?...Espera, eso quiere decir que ¿Viste cuando me caí?-Esta vez avergonzado apartó la mirada del mayor. Seguramente se iba a burlar de él por eso. 

-Si, vi cuando te caíste...-respondió en seco, misma pregunta provocó que recordase una de las prioridades que se había trazado al haberlo seguido. Averiguar que estuviera bien, por lo que para llevarlo a cabo se sentó a un lado, pero no uno al azar, sino, hacia donde se encontraba mirando el peliazul- ¿Estás bien? ...¿No te lastimaste al caer?-.

Tamaki, se alarmó pues no esperaba que se sentara a su lado, pero no podía negar que tener a alguien a su lado hacía que no se sintiera tan solo, hubo un largo silencio entre ambos, ni Mirio ni Tamaki querían hablar: Tamaki sentía vergüenza y aunque quisiera parecer alguien fuerte, no podía mentir al decir que no le dolió y que no estaba lastimado, podía sentir claramente los raspones que habían en sus rodillas; Mirio por su parte, no quería insistir en que le respondiera, había notado que si llegaba a no tener cuidado en sus palabras podría incomodar más al peliazul, era un trabajo difícil, tenía tan solo 8 años y recién aprendía a cuidar de sus palabras con la ayuda de sus padres.

Mi SolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora