Capítulo 1

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Mi nombre es Lyon nací en san telmo , Bs As, Argentina 1991 época de Britny Espears, Nirvana, tokyo hotel, Backstreet Boys entre otros. De chico era muy retraído poco sociable prefería pasar mis tardes creando historias con mis juguetes, dignas de ser trilogia de J. R. R. Tolkien. En ellas participaban todos mis amigos imaginarios. En la década del 2000 cambie los juguetes por los videojuegos pero los amigos imaginarios no se fueron. A mis trece años mi mamá al ver que esos "amigos" no se desvanecían, por el contrario se hacían cada vez más complejos, decidió que lo mejor sería llevarme a un psicólogo. De el me acuerdo poco y nada, era alto y con barba frondosa.
Se paso tres semanas preguntando cada detalle de mis amigos. A ellos les fastidiada ir al psicólogo me jalaban del pelo, me gritaban en el oído.
El doctor noto los gestos que yo realizaba por culpa del hostigamiento de aquellos que se suponían que eran mis colegas, es por ello sentenció que se requería una mente más capacitada para tratar a eso que el llamaba mis pequeños problemas.
A la semana mi mamá me dijo que cambiaríamos de doctor "que este me podría curar por que era un psiquiatra"
En primera instancia no le encontraba ninguna diferencia. ¿A caso no era lo mismo pero con otro nombre?.. No. Las primeras diferencias salieron a la luz al entrar en la oficina, era total mente distinta a la del psicólogo, la otra estaba decorada con murales de a animales con mucho color y vida, sin embargo, está era blanca en su totalidad sin decoraciones, sin ningún detalle que reflejará personalidad.
Aquel hombre, que si recuerdo su nombre Pablo Coleman, era lo más parecido a una caña de bambú de lo que una persona puede ser, sus ojos grises combinaban con todo su ser, incluso con su oficina sin vida. Hablaba sumamente pausado como si su objetivo fuese dormirme. Pasaron los meses y las pastillas llegaron, aquí me di cuenta que su objetivo claramente era dormirme. Aquellos medicamentos eran como bombas aturdidoras todos mis movimientos se ralentizaban al punto de babearme a la hora de comer. Con el tiempo mis amigos se fueron desvaneciendo ahora eran simples sombras que murmuraban cosas inentendibles.
Cuando ya no podía comer sin ayuda, el Dr. Coleman le recomendó a mi mamá que sería mejor mi vida si me internaban en el sanatorio que el regia. Mi madre me lo pinto como si de un hotel se tratase, lo cierto es que no podía estar mas lejos de la realidad. Mi habitación era un lienzo en blanco sin juguetes sin colores sin nada que puede dejar salir la imaginación.

Al cumplir los dieciséis mi existencia era un simple decir. La vida en el sanatorio Colman estaban diagramadas por una rutina que seguía los horarios al pie de la letra. Pese a esto no teníamos acceso a ninguna forma de saber la hora, más o menos me guiaba por la intensidad de la luz que se filtraba por el único ventiluz de mi habitación. El día arrancaba cuando el sol apenas se asomaba, al poco tiempo llegaba la comida, un pan integral con leche hervida y un nutritivo cóctel de vitaminas, hierro, potacio y algunas mas que sólo ellos conocían. Al terminar de comer nos alineabamos frente a una puerta color marrón y para ser honesto lo que sucedía dentro hasta ahora para mi es un enigma. Solo recuerdo entrar y que una luz segadora se ensañe con mis retinas seguido de un tremendo pinchaso en mi nuca y luego sueño. Al abrir los ojos me encontraba nuevamente en la habitación. Eso era mi rutina, mi día a día, mi existencia....
Aquel día parecía ordinario, carente de propósito como todos sus antecesores durante siete largos años. Me senté en la cama a esperar a los doctores con el coctel de medicamentos. Había empezado a tomarle el gusto a las pastillas. Callaban aquel murmullo taladrante que se originaba en mi cabeza. Pero aquel día había amanecido en silencio. Como un acto paradójico, una voz femenina rompió la hegemonía que dictaba el implacable silencio. Era un tono delicado pero maduro hablaba rápido y afransesado.
-Niño escuchadme, no teneis tiempo de asimilar esta situación pero debeis confíar en mi, si tu deseo es salid de este blasfemo establecimiento hacedme caso - exubero la dama francesa y continuó hablando.
- No tomeis la pastillas, escondedlas debajo de tu lengua, yo crearé una distracción para que no revisen si te las as tragado - continuó con el plan la dama.
Me sentía aturdido esta ilusión auditiva era muy real, no había tenido una de este calibre en años. Pesé a que todo mi cuerpo me exigía ignorar aquella voz decidí hacer caso a las órdenes de la francesa.
Al entrar el enfermero sin hablar extendí la mano para resivir las medicinas diarias. El hombre río como si de Papá Noel se tratase y exclamó.
- Mierda pero que es ese carácter, ¿amaneció de malas el bastardo favorito del jefe?. Prosiguió pero, ahora, con un tono más serio -Ya deja de joder y tragate las estúpidas pastillas-
Actúe como la voz me lo había exigido y escondí las pastillas debajo de mi lengua. Sabía que si el enfermero revisaba me moleria a golpes. Pero cuando atino a revisar, una sirena estalló en un ruido ensordecedor acompañado de un conjunto de palabras proliferadas de los pasillos.
- Pero que estas esperando Monsieur- vosiferero la dama de mi cabeza.
Me levanté, escupi las pastillas y salí corriendo. El pasillo era el infierno en la tierra. Los internos gritaban y corrían para todos lados, mientras los enfermeros picaneban cuanto niño podían. Al llegar al fin del pasillo espere instrucciones de la dama, pero eso no sucedió. Al alzar la mirada vi a tres enfermeros correr aterrador hacia mi dirección . Al pasar por su lado simplemente lo ignoraron, sus rostro mostraban tal estado de horror que parecía que no veían la realidad misma. Pense en ir a la dirección que los enfermeros corrieron, sea lo que fuese esa cosa podia aterrar a tres adultos con picanas, no tenia la mas mínima intención de descubrir de que se trataba. Sin embargo escuche una vos que pedia ayuda muy débil como si  su ultimo aliento se tratase. Algo no me permitía ignorarla e irme, simplemente era como compartir  su sufrimiento. Avance como si al final del camino me encontrase a mi mismo, es difícil explicar si no lo has sentido antes y muy simple de entender si ya lo has vivido. Mis ojos se abrieron como platos al descubrir que ahí al final del camino solo había una niña mas chica que yo. Simplemente no paraba de llorar sus ojos estaban blancos, no tenían iris ni pupila. La joven me miro fijo a mis ojos, una sensación de soledad y angustia invadió mi cuerpo por unos segundos, solo queria terminar ese sufrimiento. En ese momento ella grito con todas sus fuerzas
- LARGATEEEE- todo se puso negro tanto que no podia ver mi propio cuerpo, entonces en ese momento estridentes voces empezaron a gritar. Todas concluirán sus frases con la palabra "loco". Solo empeze a gritar no es cierto, una y otra vez cada vez mas fuerte hasta que mi garganta se seco al tal punto de escupir sangre. Cuando simplemente me había rendido una luz empezó a expandirse hasta poder ver a la niña otra vez ,me acerqué lo mas que pude hasta tocarle el brazo. Me miro con sus ojos inexpresivo y dijo suavemente
- Como es posible- para luego desmallarse sobre mis piernas. Por alguna razon sentí culpa de abandonar a la niña y como pude la arrastre hasta la salida. Al abrir el gran portón que separaba de mí y la grata libertad me encontré con una dama de unos 30 a 40 años esperando impacientemente en el medio de la entrada. Detrás de ella una limusina negra que hacia juego con su indumentaria del mismo color y su sombrero triplicaba el tamaño de su cabeza. Con ellos los acompañaban unos anteojos igual de grandes que tapaban mas de la mitad de su cara. Me dirigió una mirada seguida de una exclamación
- 15minutos tarde joven Monsieur- siguió suspirando mientras un chofer le habría la puerta. No lo podia creer, si existía, estaba adelante de mi, la dama francesa era real. Antes de poder asimilar que las voces no eran producto de su mente la dama de negro se asomó desde el auto - ¿A caso esperas invitación ?- dijo antes de volver a meterse en la limusina. El chofer se aserco a mi- yo me encargo de ella entre por favor.

Mi otro lado de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora