Capítulo 4

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Otra vez... nuevamente me despierto desorientado en un lugar que no conozco y sin recordar lo que pasó. Sin embargo una catarata de recuerdos inundó mi mente como si se tratase de un cause desbordado. Estaba en lo que parecía una enfermería y en la camilla contigua se hallaba Caio. Tenia un suero conectado a ella y parecía estar durmiendo. Sus manos se encontraban sorprendente mente mejor de lo que podía recordar. Intente levantarme de la camilla pero al apoyar mi pierna izquierda sentí como hasta la mas mínima fibra se fracturaba. El dolor era insoportable pegaba alaridos que de seguro se escucharon en cada recoveco del aquelarre. Cuando intente arrastrarme como podía, sentí que mis brazos rechinaban queriendo quebrarse también. Una joven de pelo rubio entro corriendo a la habitación y dijo:
— Hay dios ¡HAY DIOS!¡POR LA PRIMER SUPERIORA EN QUE ESTABAS PENSANDO!- concluyo sujetándome suavemente para no agravar mi estado.
— Aún sigues congelado, un mal movimiento y te quiebras todos los huesos- prosiguió la enfermera con ojos color avellanas.
— Me pase tres días reconstruyendo el cuerpo de la señorita Caio y el tuyo para que te rompas tus piernas y parte de tus manos... - suspiro corriéndose un mechón de pelo que le estorbaba la cara.
— Te pondré anestesia hasta que estés recuperado duerme bien- concluyo con un beso en mi frente.

Al despertar la enfermera se encontraba dormida en un sillon cerca de mi cama. Parecía estar exhausta. Moví la mano lentamente para comprobar que no se fracturara por la congelación, hice lo correspondido con cada parte movible de mi cuerpo. Por fin mi movilidad no estaba comprometida por la magia de la superiora. A pesar de poder moverme me sentía exhausto con falta de energía. Intente levantarme pero no lograba consegir la fuerza necesaria, como para poder sostenerme sobre mis dos piernas. Trate de llamar a la enfermera pero cada sonido que emergia de mi boca se sentía como un cuchillo penetrando mi garganta. Cuando pense en dejar de llamar la atención de la enfermera esta empezó a pestañar. Y al verme dijo:
— No, no, no otra vez no, no hables es lo único que me falta sanarte.
— ¿Y? ¿Como están tus extremidades? No, no, no perdón no hables jajaja... que tonta de mi parte, lo ciento es que es la primera vez que curo alguien en tan pésimo estado, me presento mi nombre es Sammantha Bouye pero llámame Sam o Sammy como quieras jajaja.... solo falta que cure tus cuerdas vocales llevará un tiempo.
Luego de esa presentación Sam impuso sus manos sobre mi cuello y empezo a recitar una canción de lo mas dulce. Una vez terminada me dijo que ya podia hablar. Le exprese mi gratitud sin embargo insistió que aún faltaba recuperar mis músculos atrofiados.
Nos pasamos horas hablando de todo un poco, me contó que era huérfana y que la superiora la habia salvado de que la quemen en la hoguera sus propios padres por curar a su perrito atropellado. Luego me dio clases de las dos categorías de magia existentes. La primera, la que toda bruja tiene, es la magia esencia. Esta esta compuesta por los elementos naturales básicos, agua/fuego/tierra (o naturaleza )/aire/electricidad. Cada bruja solo posee un elemento determinado desde el primer brote mágico que afronta en su juventud. Sin embargo pueden desarrollar elementos secundarios como desde el elemento agua llegar al elemento hielo o vapor. Luego esta la magia alma, esta a diferencia de la anterior, no es específico que se presente en la niñez. Muchos magos no llegan a desarrollar su magia alma hasta adentrarse en su madurez, pero hay casos en donde jovenes magos experimentan sus poderes sin entrenarlos. Esta magia es única para cada mago desde telequinesis hasta metamorfosis son los poderes que puede poseer una bruja.
Según Sam yo era distinto, para empezar, mi magia esencia eran dos. El fuego la cual era obvia, pero Sammantha me dijo que encontró rastros de magia agua siendo aplacada por la de fuego. si embargo una de las magias no parecia pertenecer a mi cuerpo. Tratamos de darle poca importancia ya que no influía en mi salud.
Luego del tratamiento de Sam me sentía como nuevo sin embargo mi bienestar fue interrumpido por Madame Lefebvre que irrumpió en la enfermería.
— Sammantha ya era hora que lo curases, dos semanas esta muy por encima de los siete días que te di de plazo...- miro desde arriba a la pobre Sam que no sabía cómo pedir perdón. Me miro fijo a mi y dijo:
— Subestimar tus poderes fue mi error no pensaba que tu magia esencia estuviese tan desarrollada- se aserco a Sam y le acaricio la cabellera y esta le devolvió con una sonrisa el gesto. Se notaba que pese al reto habia un buen lazo maternal entre la superiora y Sam.
— Requiero tu presencia en el campo de entrenamiento lo antes posible ya hemos perdido el tiempo suficiente.
Sam atinó a protestar pero la suprema contestó antes que dijese algo.
— Sammantha sabes que lo curarse al cien por cien y hasta una bruja novicia se daría cuenta de que la magia esencia de Lyon esta rebalsando. Necesita descargar toda la energía o su aura será negativa otra vez y perderá el control... otra vez.- concluyo sin dejar que nadie pudiese protestar a su decir. Salio de la enfermería y desde afuera exclamo que no demorará.
Me cansé de agradecerle a Sammy, pero me tenia que ir estaba claro que Madame Dominica Lefebvre no estaba exagerando con lo de perder el control. Y por el bien de los que me rodeaban no podía perder mas tiempo. Sali con apuro pero a mitad del pasillo me percaté de un detalle no tenía ni puñetera idea de donde estaba el campo de entrenamiento. Proseguí por el pasillo en donde me encontraba con la esperanza de que me encontrase algún cartel. Por dentro la mancion era doscientas veces más grande de lo que se veía desde afuera. Los pasillos eran interminables y todos plagados de puertas a los lados una a lado de la otra.
Al llegar al fin de este, me encontré con una habitación de mi conocimiento. Era el salón con la chimenea en donde había esperado con anterioridad. Pero ahora ya no estaba las brujas estaba vacío y el silencio como el frío inundaban la sala. Empeze a gritar si había alguien que me pudiese ayudar pero parecía ser en vano. Sin embargo, al cuarto o quinto intento alguien me calló y me tocó bruscamente con dos dedos el hombro izquierdo. Al darme vuelta me encontré que era Petra quien me callaba. Con el ceño fruncido y con el mentón bien arriba dijo:
— Hay quienes nesesitas realizar sus respectivos trabajos y no pueden con tanto alboroto- Me regaño aunque parecía que ni ella le parecía importante hacerlo.
– Lo siento Petra yo no quería...- quise decir antes que ella misma me parase
— ¿Crees que eres el primero en hacerle daño a mi madre?... ella es una espiritualista. Despreciada por las brujas por no poder tener magia esencia, ni magia alma y los Comunes la tratan de fenómeno.- me miro intensamente hacia mis ojos.
— ¿¿Te piensas que nadie por el odio hacia lo que representa mi madre no la intentado dañar?? Es ignorante de tu parte...- no me dejo preguntar que era lo que representaba su madre cuando dijo:
— Ella es el ejemplo de que los Comunes y las brujas no son dos polos opuestos sino que la diferencia entre ellos se limita a un pequeño hilo rojo.- parecía haber terminado pero continuo su monólogo.
— Jamas de los jamases me enojaría con alguien que lo único que hizo fue no poder controlar su poder bestial.
Se dio vuelta y murmuró algo que no llegue entender para luego levantar la mano e indicó con el dedo índice una puerta color rojo al final de un pasillo.
— Pasa por esa puerta y luego por la de color azul con una espada y una varita pegada seguro la suprema espera detras de ella.
Realmente no sabía que pensar, Petra parecía no mentir sobre no estar enojada por lo que le había hecho a su madre. Sin embargo parecía haberle molestado el hecho de que me allá preocupado por el bien estar de ella. Mientras pensaba en la retorcida situación experimentada traspase aquella puerta con una espada y una varita. No podia asimilarlo, detras de esta había un coliseo Titánico. El piso de la arena era marmol blanco con betas negras y relucía como si hubiese sido pulido hace unos segundos. Las gradas estaban constituidas por miles de sillas doradas con cojines rojos Aterciopelados. En cada esquina del campo de batalla se reposaban torres de aproximadamente 150 pies de altura. Y al rededor de todo el coliseo un gigantesco domo encerraba el campo de batalla. Aquella colosal estructura estaba decorada con un gigantesco cuadro, hecho con pequeños azulejos, representando alguna especie de titanomaquia magia. Cada paso que daba entrandome en la arena sentía un sobrepeso increíble sobre mis hombros. En el centro estaba esperando Madame Lefebvre que posaba su mirada agileña sobre su reloj de malla de cuero. Levanto la mira y la superiora exclamo como si de un ultimátum se tratase.
— Señor Fabrri su ineptitud para la puntualidad me esta colmando la paciencia comencemos antes que decida dejarlo congelado eternamente.
Al terminar, su escolta desenfundo una espada que se prendió fuego y exclamo:
— Cuando usted ordene le supérieur.

Mi otro lado de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora