Las velas destrozadas, grises por el sol que ahora estaba oculto tras un gris cielo, se lamentaban ante el viento que las obligaba a continuar. Las grandes ruedas de un coloso de chatarra, giraban en medio de tierra seca, avanzando por lo que alguna vez fue fértil, ahora en decadencia por quienes contruyeron las fabricas que adornaban el paisaje que recorrían junto a los carteles enormes ya desechos por la inclemencia del tiempo. El viento se detenía, el gran coloso perdía fuerza, pero las velas se replegaron y un sonido rechinante comenzó a lanzar vapor, una rueda trasera era revolucionada por un gran motor y energía que se agotaba. Aun así avanzaba sin detenerse, en línea recta, pasando sobre cercas y charcos de aceite, motivado por un sueño dibujado en sus paredes interiores, un sueño basado en un cuento, un cuento sobre un mar centelleante. Seguía sin detenerse, sobre la arena de lo que alguna vez fue, destrozando las paredes solidas de un gran buque que yacía destrozado y barado en aquel lugar gris, los mismos que aniquilaron todo ser que vivía en lo que fue aquel lugar. Pasaron por un gran acantilado, tambaleándose por la cubierta. Tomando el viento norte junto a un ancla, cubriéndose del granizo y la lluvia ácida bajo los armatostes industriales, pasando junto a montañas enormes que cuidaban las casas abandonadas de quienes solo existe uno. Una radio que colgaba junto al motor solo marcaba en blanco resonando con eco en el estómago del coloso. Pero un día de muchos donde el paisaje era el mismo, el coloso se detuvo, no había viento, ni tampoco combustible, una puerta se abrió bajo la luz del gran ojo del frente, de la oscuridad de la boca del coloso un pequeño ser vestido de un imperneable blanco, bajaba con cuidado la rampa hacia la arena gris sin vida a la cual estaba tan acostumbrado, y, deambuló en linea recta buscando alguna cosa que sirviera. Caminó horas y horas, y entre dos montañas enormes y escarpadas encontró una barrera hecha de cientos de placas de metal, poseía un gran agujero, una tubería que ya no tenía ningún uso. Sin más que hacer el pequeño entró en aquel túnel, avanzó entre la oscuridad hasta que la luz que se acercaba lo rodeó, allí al final del tunel quedó cegado ante un brillo sin igual, al aclarar la vista vio, ese mar centelleante del cual había leído, vio como el azul oscuro era reemplazado por cientos de colores, como las olas y mareas ahora eran trasparentes movidas por el viento, como el mar ahora solo era plástico, solo era basura que alguna vez fue usada, y aun así, siglos despues, seguía allí, aunque el ser enorme azul que alguna vez la albergó y que sin cuidado lo tratamos ya no estaba, seguía allí. Avanzó entre los desechos y allí encontró un barquito de papel en uno de los charcos de aceite lo colocó, imagino lo que ya no es mas. Navegar...
YOU ARE READING
Mares centelleantes.
Historia CortaBrillando al sol de la mañana, islas invisibles crecen y crecen ante la ignorancia y la complicidad de quien no se informa, quizá algun día paren de crecer, quizá esas islas pronto serán el planeta en sí.