06 | B A S T I A N

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presente

Mi mirada se encuentra con la suya y mi corazón empieza a latir con fuerza, pugnando salir disparado de mi pecho, mientras que la angustia y desesperación comienza hacer efecto en todo mi cuerpo. Su expresión es de sorpresa total, mientras que sus ojos empiezan a volverse un tono rojizo y aguándose. Por favor, no. Empiezo a abrir mi la boca y la vuelvo a cerrar, así varias veces como un estúpido sin saber qué decir. Definitivamente no ha cambiado mucho, se ve igual de linda que siempre. Con esas facciones que le dan un aire completamente tierno y lleno de inocencia.

—Fee... —su nombre sale de mi boca insospechadamente y me lleno de un sentimiento visceral de estrecharla entre mis brazos con tanta fuerza. Abrazarla por todo el tiempo que estos tres años no pude y acomodar el mechón de su cabello detrás de su oreja... Pero eso no es posible—. L-lo siento, no puedo —niego retrocediendo algunos pasos, ella baja la cabeza hasta que la veo marcharse en un paso apresurado.

Me quedo un rato paralizado, viendo cómo se aleja de mí una vez más.

Cuando la gata maúlla salgo del trance por el que estaba pasando.

¡Joder! Soy un imbécil ¿cómo pude haber actuado así?

Me doy mil golpes mentales y decido ir a buscar la bolsa que dejé tirada en algún lugar. Por suerte, nadie se las había cogido. La recojo y continúo mi camino al departamento mientras que mi cabeza está a punto de explotar por lo mucho que comienzo a pensar en ese momento.

Cuando por fin llego, puedo dejar las cosas en el suelo y a la gata también. Veo cómo Ani no se mueve de su lugar, parece como si tuviera miedo y tiene sentido, es un lugar completamente diferente para ella. Comienzo a acariciarla en el su lomo hasta que decide caminar un poco. La dejo ahí un momento para que ella sola se acostumbre al lugar y comienzo a preparar sus cosas. Acomodo su cama en una esquina que queda cerca de la mía. Abro la puerta del baño y debajo del lavatorio, donde no se encuentra nada, dejo la caja con arena. Tengo que enseñarle a aprenda a hacerlo ahí. Voy a buscarla y la encuentro cerca de la mesita de centro. La tomo en mis brazos y la llevo hasta su pequeña cama, no tarda en acurrucarse dentro de ella hasta quedarse dormida.

Camino ahora hacia la mía y me recuesto completamente cansado, lleno de frustración.

Aún no puedo creerme que haya actuado así frente a ella. Puede que esto suene como una excusa, pero no estaba preparado psicológicamente para hablarle. Ni si quiera podía mirarle a los ojos.

¿Qué es lo que supone que debo decirle? ¿Te extrañe? ¿Eso? ¿O decirle de frente que tengo novia y ya no quiero saber más de ella?

Eso último sería mentira. Sí quiero saber más de ella, es más, lo necesito, pero aún así no puedo obviar el hecho de que Val existe.

No cuando ella me ha ayudado tanto y es tan importante para mí.

Tengo que centrarme en mi relación y no puedo dejar que nada interfiera en mi relación con Val, ni si quiera ella. Tengo que hacer como si ella no fuese tan importante como lo es verdaderamente.

Lo haré, la enfrentaré y le preguntaré todo lo que tengo guardado desde el día en que nos separamos, pero no dejaré que nada que tenga que ver con ella me afecte lo suficiente como para que llegue a tener algún impacto en mí. Y esto es una promesa que me estoy haciendo a mí mismo.

Termino por caer rendido y me quedo dormido. Despierto al día siguiente por un olor muy fuerte y desagradable, por lo que me paro y observo a la gata en frete mío con un pequeño charco de pis casi a su lado. Joder, nunca en mi vida había olido orina de gato y puedo decir que es la cosa más horrible del mundo.

LO QUE SIEMPRE SEREMOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora