hard times.
Otro lunes desayunando comida de la tienda de conveniencia, con este ya son como... muchos como para seguir llevando la cuenta. Extrañaba tener tiempo para hacerme el desayuno, más bien extrañaba que mi madre me hiciera mi desayuno y empacara mi almuerzo en mi bolsa. Por el momento unas galletas integrales y un café que de seguro lleva días en la cafetera serían suficiente.
Entré al edificio donde se encontraba mi oficina y subí por el elevador porque a esta hora de la mañana mis piernas con trabajo y arrastraban el resto de mi cuerpo afectado por la falta de sueño. Los colores de la decoración hacían que mi estado de ánimo se apagara aún más, paredes amarillentas –que en algún momento fueron blancas –, el piso tenía loza blanca que derepente se hacía inconsistente con algunos cuadros grises que intentaban formar un patrón diagonal. Luces blancas por todo el pasillo, lastimaban mis ojos hinchados y me irritaba el parpadeo de las mismas. Vaya edificio de mierda.
—Tu teléfono sonó pero no alcancé a contestar.— me informó Hayoung cuando le entregué su vaso. No dije nada, solo le sonreí con pesadez.
Hayoung no me caía bien. Hayoung era esa compañera de oficina que hacía su trabajo tal como se le ordenaba de la manera más mediocre posible, saludaba a todos por las mañanas y de vez en cuando rellenaba la cafetera de la oficina - que desde hace dos semanas no sirve-, te recuerda las cosas que no haz hecho y se queja de que el aire acondicionado está muy fuerte. Hayoung también te avisaba cuando sonaba el teléfono. Hayoung tampoco me caía mal. Ella simplemente estaba ahí.
Tomé un sorbo de mi café y me quemé la lengua, siempre olvidaba que debía dejar enfriar el café de la tienda unos minutos. Mi cara formó una mueca que al parecer solo Hayoung notó.
—¿Está caliente?— preguntó, obviamente riéndose de mi.
—Me despierta más la quemadura de tercer grado que el café. — contesté y tomé las carpetas que tenía que revisar el día de hoy. No me tomó mucho reconocer el contenido de ellas. Estas las había trabajado ayer. — Hijo de perra...
—¿Pasó algo?— preguntó Hayoung al notar mi enojo. Me paré de mi lugar y tomé las carpetas.
—Tu jefe, eso pasó.
Caminé asegurándome que el sonido de mis tacones fuera lo demasiado fuerte para dar a entender que estaba furiosa. Llegué frente a la puerta de mi jefe. "Gerente Lee" se leía en el grabado de la puerta de cristal. Se le veía ocupado leyendo unos papeles, pero me importó poco y toqué la puerta tres veces esperando a que me dejara pasar, y así lo hizo.
—Buenos días señorita Ahn.— saludó.
—Buenos días señor Lee, tengo un problema y es que estos casos — puse la carpeta en su escritorio— los resolví ayer e incluso hice negociaciones con uno de los clientes, debe de venir hoy.
—¿Cuál es problema entonces? — preguntó mientras ojeaba la carpeta.
—Que estaban en mi escritorio de nuevo esta mañana.— contesté.
—Señorita Ahn, sus números no pueden ser aprobados, están muy por debajo de las políticas de la empresa. — señaló mi trabajo.
—Pero es una micro-empresa, tenemos planes más bajos de préstamos para emprendedores. — defendí mis cifras, lo que estaba diciendo estaba bien.
