Compañeros

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Segundo capítulo: Compañeros.

Shiro se despertó desprevenida y se sentó. La cabeza le daba vueltas y le pareció una ilusión estar rodeada de pastizales opacos y secos. El cielo tenía un color parecido al que contemplaba cuando se iba fuera de las inmediaciones subterráneas de Deadman Wonderland: un azul brillante, con nubes y un esplendoroso sol.

Ella acarició el suelo, embelesada por su áspero tacto. Aun estando muerta, se sentía viva.

—¡Probando micrófono, probando micrófono! ¡¡Uno, dos tres...!!

«¡¿Qué es ese sonido?!», pensó Shiro, sobresaltándose y levantándose de golpe. No podía entender palabra de lo que decían.

—¡Hola a todos los regulares que se han hecho camino hasta acá! ¡Les damos una calurosa bienvenida al segundo piso! —Luego la voz inentendible dijo con aún más emoción—: ¡El piso de Evankhell!

Shiro se levantó buscando la fuente del sonido, sin resultado. El sol pareció tan luminoso que la encegueció. Se preguntó dónde estaba.

—¡Este es el piso de Evankhell, también llamado «el piso de las pruebas»! ¡Aquí se da la prueba final para definir si están cualificados para subir la Torre!

La chica comenzó a caminar, y se percató que no tenía zapatos. Le alivió. Cuando era pequeña solía usar calzado, pero una vez creció pensó que no era necesario porque era incómodo y se dañaba más fácilmente que sus propios pies. Sintiéndose vagamente familiar a de dónde venía, decidió que iba a disfrutar de su entorno.

—Bueno, les explicaré los detalles después. ¡Primero, vamos a empezar con la primera prueba! Ya pasó mucho tiempo para su calentamiento.

«¿Hay alguien aquí? ¿Me estará hablando a mí?», se preguntó Shiro empezando a correr sin dirección.

—¡La primera prueba es sencilla! ¡Les explicaré las reglas, así que presten atención! La regla para la primera prueba es: ¡hay ni nada más ni nada menos que 400 regulares aquí! ¡Hagan que ese número se convierta en 200! ¡Pueden usar todos los medios posibles!

Enseguida empezaron a escucharse explosiones y sonidos de flechas desde muy lejos. Su intuición le dijo a Shiro que se detuviera, así que lo hizo. Al poco tiempo un gigante verde sonriente apareció entre los altos pastizales, convenientes para ocultarse, desde su costado derecho. Ella se giró para enfrentarlo: tenía ojos pequeños y juntos, y se veía pastoso.

—¡Ja, un enano!—se burló, pero Shiro no pudo entenderle—. Me encontré con una presa fácil.

Sacó un cuchillo y a pasos pesados se acercó a la pequeña figura de Shiro. A pesar que no entendía su idioma, ella era capaz de razonar acertadamente sus intenciones. Cuando estuvo a punto de arremeter contra ella con el afilado cuchillo, Shiro clavó los dientes en su dedo hasta sacarse sangre. De forma casi mecánica, con un solo movimiento de su brazo, un poderoso impacto le desgarró, o más bien, destrozó el estómago al gigante, partiéndolo por la mitad.

El cuerpo destrozado cayó como un peso muerto, en el tiempo de un suspiro; como una vida que se extingue de la nada. Ella se apartó para que la sangre no la alcanzara, jaspeándose ésta contra el suelo de una manera grotesca. Sin inmutarse por la visión de su enemigo que yacía en el suelo, muerto, Shiro frunció el ceño. Que la atacara sin la más mínima vacilación era muy sospechoso. Junto a esos extraños sonidos de enfrentamientos que provenían de todas partes, debía significar que estaba en un territorio de peleas a muerte. Los demás participantes debían ser sus enemigos, por lo que ellos la atacarían y ella necesitaría matarlos.

Shiro en la Torre de DiosWhere stories live. Discover now