Segundo capítulo: La prueba de Lero Ro.
Por fin había acabado la prueba más decisiva de la entrada a la Torre. Ahora se encontraban en el inmenso edificio que Agüero había observado a los lejos desde que había empezado la prueba. El que parecía haber sido arrancado de la tierra, flotando en el aire de ese vasto valle de pastizales. Era la nave nodriza de Evankhell, y el lugar donde se daría inicio de la segunda prueba. El recinto donde se encontraban se parecía a un rectángulo vertical. Era estrecho a los lados y largo del suelo hasta el techo. Además de las numerosas ventanas que Agüero había visto antes —unas cuarenta—, que iluminaban el espacio, había una tarima frente a ellos.
Agüero, Shiro y Baam habían aparecido entre el gentío. Después de examinar el lugar, Agüero soltó las muñecas de sus compañeros y suspiró.
—Eso estuvo cerca—comentó aliviado.
—Increíble...—se asombró Baam, luciendo descompuesto por la cantidad de regulares que había en el recinto. Parecía un niño pequeño en un parque de diversiones. Agüero lo contempló con diversión—. Tanta gente ha pasado la prueba.
—Bueno, parece que hay más de cien—observó Agüero, dando un repaso a los regulares presentes, fijándose a detalle en los que parecían más peligrosos, y luego dijo con satisfacción—: Somos los elegidos.
—¿Por qué intentaban matarnos en la otra prueba?—le preguntó Shiro de repente. Algunos regulares cercanos a ellos saltaron del susto por su voz ronca de marinero y, dirigiéndoles una mirada, se apartaron de ellos. Su compañero observaba a los demás participantes con confusión, por lo que podía intuir en su tono de voz. En la primera prueba seguro debió encontrar gente matándose, pero como no entendía nada no fue capaz de determinar el por qué.
—Porque se trataba de una prueba de matar a doscientas personas de cuatrocientas—le explicó con un breve bufido—. En otras palabras, simplemente dejar que se maten entre sí mientras tú aprovechas el tiempo haciendo cosas útiles... como ganar aliados.
—Oh. —Shiro puso su mano en su barbilla, pensando. Agüero se dijo a sí mismo que lo estaba intentando con todo su ser, pero no podía evitar dirigir la mirada hasta sus dedos, hipnotizado por sus cicatrices. Se veían tan dolorosas... Quería preguntarle, pero estaba casi seguro que Shiro no le querría responder. Además, ese no era su problema—. ¿Por eso el cocodrilo nos atacó?
—No, ese tipo sólo quería una buena pelea—le contestó Agüero, burlándose—. Es tan simple como una roca.
—¡¿Quién es tan simple como una roca, tortuga azul?!—replicó una voz estruendosa, abriéndose paso entre al gentío. Agüero volteó y se encontró con el cocodrilo, quien fruncía el ceño y tenía tras de sí a lo que parecía un hombre con cabello largo y rubio, quien tenía una expresión de vergüenza mientras lo perseguía. Los demás participantes empezaron a mirarlos con curiosidad y Agüero suspiró consciente de que llamar la atención de esa manera en el inicio sólo daba problemas—. ¿Dónde está la tortuga con pintas sospechosas?
Agüero señaló a Shiro con una expresión perezosa.
—¿Tortuga...?—susurró Shiro, confundido, desde su sitio—. ¿Por qué me llamas tortuga?
Rak pareció sorprendido por su nueva voz, pero pronto recuperó el temple.
—¡Porque eres una simple y vulgar tortuga, por supuesto!—replicó el cocodrilo, satisfecho con su «insulto»—. Ya veo que ahora me puedes entender y yo puedo entenderte. ¡Así que escucha! Yo, Rak Wraithraiser, no te dejaré salir vivo de aquí. ¡Peleemos como dos hombres por una hembra!
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Shiro en la Torre de Dios
RandomDespués de su batalla final contra Ganta, Shiro cree haber muerto, pero en cambio se despierta en la Torre de Dios con sus poderes intactos. La diferencia es que ahora ella y el huevo podrido se han funcionado. En esta nueva oportunidad lo único que...