*Adeline*
Llueve, el tráfico de esta mañana está fatal. Son las 7:30 a.m en la ciudad de Seattle, y en media hora debo estar en una teleconferencia con socios de Los Ángeles y de Boston.
Mi vida se ha convertido en una rutina gris digna de una directora ejecutiva, y para contrastar un poco mi atuendo lleva color, un vestido ajustado a mis curvas en un tono azul Francia de un solo hombro, y mi cabello rojizo en caída al hombro contrario, unos tacones altos en negro para estilizar mis largas piernas.
En ese instante a pocas cuadras de llegar suena mi teléfono móvil.— Adeline Luddigthon ¿Quién habla?
— Buen día señorita soy Daiana, disculpe la molestia— noto la tensión de mi secretaria en su voz — un señor la está esperando en la recepción de la empresa.
— Daiana, sabes que no recibo visitas sin cita previa, por favor informa al caballero.
—Lo... Lo sé señorita Adeline, pero el señor se niega a retirarse sin antes verla. Dice que su propuesta le va a interesar.
Mi molestia comienza a temprana hora el día de hoy.
—Esta bien Daiana déjame que lo solucione yo. — bajo del auto — estoy por subir a la oficina, Ahí te veo.
Mi malestar se hace notar cuando veo reflejada las miradas de terror de los empleados al pasar. Tomo el ascensor y presionó el botón del Piso 15.
Al llegar noto en la antesala un caballero con un porte elegante, de espaldas, apreciando la ciudad por el gran ventanal.
Como si el sonido de mis pasos le anticipan mi llegada, mira de reojo para terminar girando.
Su porte de hombre maduro me impresiona, su traje costoso, en un azul oscuro algo tornasolado, pareciera hecho a medida por la manera en la que se ajusta a su cuerpo, su cabello corto denota una que otra cana a los costados. Quiero hablar pero quedo un poco intimidada con su mirada de un color que no logra diferenciar entre un gris y azul intenso.— Me imagino que usted es la hija de Alexander Luddigthon, tu padre solía hablar con mucho orgullo de ti, llevas sus mismos ojos —. Su voz tan varonil inunda mis oídos.
— Veo que conocía a mi padre, señor... — extiendo mi mano para un saludo, pero se apresura a tomarla y dejar en ella un beso.
— Erick, Erick Meier, es un placer.
— En que puedo ayudarle señor Meier — respondo un tanto confusa. Extrañada por no reconocer a este hombre, ya que desde que tome el mando de la empresa, conozco a todos los socios, amigos y gente cercana al que fue el entorno laboral de mi padre.
— Vengo por negocios, por eso mi insistencia de verla —. Mira a una Daiana ruborizada que se encuentra en su escritorio al lado de las puertas de mi oficina y vuelve su intensa mirada hacia mi. — Disculpe que me haya presentado de esta manera. Lamento la perdida de su padre, espere un tiempo considerable para poder presentarme aquí, quedaron asuntos pendientes entre él y yo.
Lo que dijo en ese momento me agarró desprevenida, en ese momento su nombre me resultó algo familiar.
Erick Meier.
Algo en mi se activó.
—Por favor adelante Erick, lo estuve esperando todo este tiempo.
Abrí las puertas de mi oficina, sin ninguna cordialidad ante la inesperada visita, que llegó en el momento preciso, él no se inmutó ante mi reacción.
Presiono el intercomunicador del teléfono de mi escritorio, mientras observo como este hombre ingresa a mi oficina, la que 5 meses atrás perteneció a mi difunto padre.—Daiana posterga la teleconferencia con los socios para las 10:30 a.m.
—Entendido Señorita — corta la comunicación.
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Un Pacto Rival
RomansaAdeline Luddigthon es una empresaria joven, una diosa de cabellos rojos y mirada azulada dispuesta a todo con tal de conseguir lo mejor para su gran emporio familiar. Dueña del negocio líder en telecomunicaciones del país se encontrará en una disput...