Sinopsis

33 11 1
                                    

Gritos, golpes, sangre.

Gritos,golpes, sangre.

Era la cuarta vez de la semana que ocurría esto, Pascale estaba sentada en el mueble. Las lágrimas caían silenciosamente, había aprendido que si hacía algún movimiento o ruido su madre pagaría las consecuencias.

Los gritos, los golpes pararon. La sangre de su madre brotaba de un costado de su muslo, se había cortado con un pedazo de vidrio de la botella que Anthony había lanzado al piso y cuando empujó a su madre está se incrustó en el muslo.

Anthony paró y miro a Pascale, esperando que esta bajará la mirada pero solo obtuvo una mirada fría y dura, nunca iba a conseguir eso y él sabía que a ella no podía pegarle. Se dirigió a su cuarto y antes de cerrar la puerta habló.

—Espero que limpies la sala, es un desastre está casa —cerró la puerta y Pascale dejó escapar el primer sollozo.

Casi inaudible pero en el silencio de la sala se escuchó, su madre la escuchó.

Pascale se paró del mueble y camino hasta su madre la levantó y como pudo la llevó hasta su cuarto, la sentó en la cama y la visualizó.

Tenía parte del ojo morado, su nariz sangraba y su pierna también hacía la misma acción. Pascale se levantó y buscó en uno de sus gabinetes gasas, algodón, alcohol y una pomada. Volvió hacía donde su madre y empezó con algo que se había convertido en rutina.

Pascale iba por la mitad de su trabajo, ya la pierna no sangraba y estaba terminando de aplicar la pomada en la cara de su madre, está no había dicho ni una sola palabra pero sus lágrimas caían igual que las de Pascale.

—Perdón, perdón por todo esto —habló su madre— no mereces presenciar estos actos.

—Mamá —respiró Pascale preparándose para romperse—, haz silencio, por favor.

—Pascale...

—Cállate, por favor —Pascale sollozo un poco más pero siguió con su trabajo. Ya había terminado—. Traeré una pastilla para el dolor —dijo y fue a buscar la pastilla.

Miro el piso y ella misma quiso clavarse ese pico de botella en el pecho pero tenía que ser fuerte por su madre. Buscó la pastilla en uno de los cajones y sirvió un poco de agua en un vaso y se lo llevó a su mamá.

—Porque no te recuestas un rato en la cama, voy a arreglar la sala y fregar los platos. Si quieres duerme aquí, yo puedo dormir en el mueble.

—Pascale te prometo que esto cambiará, te lo prometo —su madre la miró y noto que su hija ya no tenía ese hermoso brilló en los ojos.

—No prometas nada que no puedas cumplir mamá, no lo hagas...

Pero Pascale no sabía que después la vida le cambiaría...

72 horasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora