𝚌𝚎𝚛𝚘

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Catorce años antes;

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Catorce años antes;

Su pecho subía y bajaba con velocidad, sus ojos observaban con atención la escena frente a sus ojos. La casa, la cual había sido su hogar desde que tenía uso de razón, estaba consumiéndose frente a él.

La sirena de los bomberos y policías, resonaba con fuerza en todo el lugar. La gente pasaba detrás de él con velocidad, poniéndolo en alerta.

El fuego arrasaba con todo a su alrededor con fuerza. El pequeño fuego que había comenzado en la sala, se había expandido por completo, creando una gran pared frente a él.

Iluminaba casi todo a su alrededor, soltando un gran calor. Las lágrimas salían, bajando por su mejilla con velocidad.

Su pequeño cuerpo reaccionó, y se abalanzó con velocidad hacia el fuego, que no tenía intenciones de detenerse. Unos brazos fuertes sujetaron su pequeña cintura, impidiéndole movilidad.

— ¡Mamá! — Un grito desgarrador, raspó su garganta, mientras sus lágrimas continuaban bajando.

Los ojos del equipo de bomberos, y el cuerpo de policías de la ciudad, se cristalizaron ante la desgarradora escena.

— ¡Déjame! —comenzó a moverse de manera brusca. — ¡Mamá! — Otro grito raspó su garganta.

Todo pasaba demasiado rápido frente a él, y era difícil de procesar y aceptar lo que estaba sucediendo. Sus padres y hermano se encontraban en esa enorme bola de fuego.

Una oficial joven se colocó en cuclillas frente a él, tapando su visión y parte del calor. Sus ojos observaban con desesperación, intentando observar la casa detrás de ella, pero le era imposible.

La joven movía sus labios, mientras sus cejas estaban fruncidas. Su rostro mostraba preocupación.

Por más que lo intentara, no podía escuchar lo que decía. Podía deberse a su fuerte llanto, o las sirenas. Las manos de la joven sujetaban el rostro del pequeño, intentando que sus ojos conectaran.

El cuerpo del pequeño comenzó a moverse de manera brusca. El hombre, detrás de él, se alejó por pedido de la oficial.

Sus pequeños ojos se apartaron del fuego, observando a su alrededor. Todos los ojos estaban puedes sobre él. Vecinos, amigos, oficiales, demasiada gente.

Observó al frente, conectando sus ojos con la oficial. Ella seguía hablando, y ahora sí podía escucharla.

— ¿Puedes escucharme? — Alzo un poco sus cejas, observándolo de forma atenta.

Sus comenzaron a hacer marcha atrás de manera lenta, y cuidadosa. La oficial continuaba de cuclillas frente a él.

— Solo quiero ayudarte, y asegurarme de que estés bien. — Informó. — ¿Puedes oírme?, ¿Entiendes mis palabras?

Las palabras seguían sin salir. Su respiración nuevamente empezaba a acelerarse, y sus lágrimas volvían a bajar.

Estaba asustado.

Continuó alejándose, provocando que la oficial se incorporara. Sus ojos lo observaban con tristeza.

El pequeño se veía completamente desorientado, perdido. Le costaba entender la situación, y procesar lo sucedido.

Volteó por completo y comenzó a correr, esquivando a los oficiales. Sus pequeñas piernas se movían con velocidad entre la gente.

— ¡Abraham! — La oficial alzó su voz.

Sus piernas no tenían intenciones de detenerse. Las lágrimas continuaban bajando con intensidad, nublando su vista.

Su corazón golpeaba con fuerza en su pecho. Dolía, dolía demasiado. Comenzó a bajar la velocidad, y de inmediato se afirmó sobre uno de los árboles a su alrededor.

Se dejó caer junto a este. Su pecho subía y bajaba con demasiada velocidad. Sentía que no podía respirar.

Pegó sus piernas a su pecho, y las abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en ellas. Su llanto aumentó su intensidad, escuchándose en lo más profundo del bosque a oscuras que lo rodeaba.

Se sentía solo, atrapado en un vacío donde ya no había voces que se preocuparan por él, donde nadie le decía qué estaba bien y qué estaba mal.

Su hermano mayor ya no estaba para compartir noches de películas; su padre se había ido, no podía enseñarle a jugar al fútbol como solía hacerlo.

Su madre, quien siempre lo abrazaba en las noches oscuras y le susurraba que solo eran pesadillas, ya no estaba para calmar sus temores. En ese silencio abrumador, se dio cuenta de que la soledad era su única compañera.

 En ese silencio abrumador, se dio cuenta de que la soledad era su única compañera

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El Chico Del BosqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora