Americano.

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El castaño tomo el delantal de los percheros, anudándolo elegantemente, paso el pañuelo negro detrás de este y deposito su celular en uno de los bolsillos. Subió aún más el cuello de su suéter intentando cubrir su nariz.
El frío mañanero le estaba carcomiendo los huesos poco a poco haciéndole temblar mientras alistaba el lugar para su apertura. Se apresuro a girar el cartel que anunciaba “abierto” para volver corriendo detrás de la barra con su máquina que le proporcionaba un calor mínimo, que agradecía.
— Hoy te toca la caja, Kookie. — Susurraron a su oído. Se giro para descubrir a la dueña de la voz.
Dahyun.
La castaña le sonreía juguetona yéndose para alistarse.
Fastidiado, la siguió para revisar una pequeña tabla donde establecían los turnos y puestos de cada uno. Gruño cuando confirmo que hoy estaría lo más lejos de la única fuente de calor.
— Buena suerte. — La pequeña le dio palmadas en el hombro volviendo a la tienda. Suspiro dirigiéndose lo más lento posible a su puesto, sin embargo se apresuro al ver que los clientes ya estaban formados.
— Hola, buenos días. ¿Qué te sirvo? — Saludo con una sonrisa amable, anotando la orden y aceptando el dinero que estaba esperadamente frío.
Las horas habían pasado entre órdenes, saludos formales y clientes tanto agradables como desagradables.
Dos brazos se envolvieron alrededor de su cintura y un olor frutal lo envolvió.
— ¿Tienes frío? — Pregunto Dahyun recargando su barbilla en su hombro. El castaño río, negando divertido con la cabeza. — Podemos intercambiar. — Ofreció.
— No, gracias. Estoy bien. — Aburrido comenzó a ordenar las monedas y billetes.
— Hola. — El castaño levanto rápidamente la mirada hacia el cliente, desenrollando los brazos de la chica.
— Ho-Hola, ¿qué te puedo servir? — Tartamudeo nervioso.
— Hummm. — Miro al peculiar rubio que usaba un suéter mullido junto con una cadena larga que se perdía detrás de las capas de ropa. Sus labios lucían rosados -probablemente por el frío-, la nariz pequeña con un sonrojo que se extendía por las mejillas con pecas y los ojos cafés que le sonreían con cortesía.
Sin darse cuenta ya le estaba tendiendo el dinero.
— Oh, lo siento, ¿podrías repetirme tu orden? — El mayor rio ligeramente por la distracción del barista. Sin ninguna molestia le reitero volviendo a tenderle el dinero correspondiente.
— Puedes tomar asiento, en un momento estará lista. — Dijo automáticamente.
— Gracias, Jungkook. — El rubio se despidió agitando su mano. El corazón del menor saltaba en su pecho haciéndole sonreír tontamente.
— Se te caerá la baba, Jinkiik. — Burló Dahyun poniendo los ojos en blanco.
— Fue cortés. — Se defendió el mayor, cruzando los brazos.
— Sí, claro. — La menor siguió preparando las bebidas mientras el cajero miraba de reojo al majestuoso rubio.
Los pocos rayos de sol que luchaban entre las nubes se dedicaban plenamente a iluminarle el hermoso cabello que poseía, encontraba su perfil tan delicado y masculino a la vez, la curva de su hueso frontal que desembocaba en el puente de la nariz, seguido de su arco de cupido y los abultados labios que parecían formar un puchero aún estando relajados.
— Puedes fingir que repentinamente este establecimiento tiene meseros. — La castaña le saco de su ensoñación, empujándolo fuera de la barra, depositando una taza en esta. Jungkook intento por todos los medios saltar de regreso a su lugar, pero la chica no lo permitiría. — Te debo recordar que no le preguntaste su nombre, por lo tanto, me es imposible entregar esta orden.
A regañadientes, tomó la taza entre sus dos manos y dejo que el calor de la porcelana le tranquilizara, pero no podía evitar que su corazón martilleará sin cesar en su pecho a cada paso que daba.
— Dis-culpa. — Aquellos ojos inocentes se posaron sobre los suyos preguntando por su aparición. — Olvidé pedirte tu nombre, y… — Jungkook miro por detrás de su hombro en un intento de encontrar apoyo por parte de su amiga, pero ella parecía retener una estruendosa risa.
— Oh, gracias. — El rubio acogió el recipiente entre sus pequeñas manos decoradas con anillos plateados, que hacían juego con su blanca piel. — Jimin. — Susurro mirándole.
— Jimin. — Repitió el barista, saboreando cada letra del hermoso nombre. A pesar de tener una jota en la primera sílaba, la i suavizaba todo y su nombre tenía dos.
El antes presentado bebió de su bebida, dejándola caer en la mesita por el imprevisto calor que arrasó a su lengua. Sus manos instintivamente taparon su boca por la sorpresa. Él no recordaba haberlo pedido extra caliente.
— Lo siento mucho, ¿puedo traerte hielo? Tal vez un poco de hielo te ayudará. — Jungkook sentía las miradas de todo el establecimiento sobre él, acechándole con ferocidad. Corrió a la barra en busca de algo frío que ayudará a Jimin.
— Dahyun, necesito hielos. — Pidió demandante.
— Kookie, no tenemos hielo. — Respondió la castaña.
— ¿Cómo es posible? Cuando abrimos recuerdo ver bolsas enteras en el congelador. — La menor se encogió de hombros negando con la cabeza. — Carajo. — Salto la barra, dando zancadas largas hacia el almacén de alimentos. Tardó pocos segundos en romper uno de los empaques, deposito algunos dentro de un recipiente cercano y corrió de regreso a la mesa de Jimin.
— Lo siento muchísimo. — Jungkook se colocó en cunclillas para tener un mejor panorama del área afectada. Girando su cabeza en diferentes ángulos para obtener una mejor vista.
Los ojos del chico estaban embargados en lágrimas, sus mejillas estaban aún más rosadas y seguía cubriendo su boca. El castaño en un arranque de valentía tomo las manos del contrario, apartándolas. Sus miradas se volvieron a conocer, una extremadamente confundida y ligeramente asustada, mientras que otra era determinada y dulce.
Despacio, el menor tomo uno de los hielos, lo envolvió en su paño negro y lo acerco con lentitud hacia los labios. Al primer toque el rubio se tensó, apretando los labios, Jungkook acarició su brazo hasta que vio sus hombros relajarse.
Segundo toque. Jimin cerro sus ojos y apretaba la muñeca que detenía el hielo.
Tercer toque. Esta vez se dio el lujo de deslizarlo unos pocos milímetros en su labio inferior. Jimin dejo escapar todo el aire que parecía haber sostenido y ablando el agarre en la extremidad del barista.
Cuarto. Una sensación reconfortante le recorrió el cuerpo.
Quinto. Jungkook desplazaba el hielo por toda la magnitud de sus belfos, admirando lo atractivos e irresistibles que parecían de cerca.
Finalmente los ojos del rubio volvieron a abrirse dejando caer su mirada en lo concentrado que el barista aparentaba. Sus ojos estaban aún más grandes y seguían los movimientos lentos y circulares que daba entorno a su boca. Sus pupilas se posaron en las suyas y ahí perdió todo pensamiento, sus párpados eran incapaces de parpadear. No quería perder ningún detalle dentro de ese mar chocolate que le estaba admirando.
— ¿Está bien? — La voz de su amiga lo arrastro de regreso hacia la situación. Se levanto rápidamente y comenzó a limpiar la mesita. Dahyun le estaba rogando su perdón de rodillas y con lágrimas en los ojos.
— No hay de que preocuparse, no fue grave. — Sus labios rojizos se curvaron en una sonrisa, provocando que sus ojos crearan dos bonitas media lunas, decoradas con unas pocas arrugas que abrazaban sus ojos con encanto.
Y sin anticiparlo, Jungkook también estaba sonriendo por el mero hecho de presenciar al rubio hacerlo.


Hola, he regresado con una nueva historia. Espero que sea de su agrado y quieran seguir leyendo.
Siéntase libres de expresar alguna molestia por faltas de ortografía.

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