(Tn___)
Sé que mi esfuerzo es inútil, pero sigo golpeando el módem. He reiniciado la estúpida cosa cuatro veces y nada ha hecho que funcione. La otra opción era golpearlo, pero parece que no ha funcionado tampoco. Miro por la ventana y veo que la nieve cae un poco más fuerte, pero no lo suficiente para pensar que provocaría problemas con el internet.
―Maldición. ―Golpeo el módem de nuevo mientras rezo una pequeña oración. Todas las luces del aparato se apagan. Muertas. Como mi contrato con All for You. El pensamiento hace que mi estómago se ponga ácido. No más Jin. Tal vez no me despida, tal vez sí. Me dijo que quería esto para hoy. Miro el reloj y veo que ya son las cinco de la tarde. Víspera de Navidad. Todo está cerrado. No hay forma de que pueda empacar e ir a un café para usar su Wifi y enviar el archivo.
Mis opciones se están acabando. No, no se están acabando. No tengo ninguna.
Cero. Estoy jodida. Tal vez pueda llamarlo, explicarle y hacerle entender. Decido darle la oportunidad y lo llamo. Es algo que jamás he hecho porque siempre es él quien me llama. El teléfono timbra seis veces antes de irse a correo de voz y me pregunto qué está haciendo. Pongo los ojos en blanco pensando que no es mi problema.
Probablemente está sentado junto al fuego con su familia o su novia, comiendo galletas y teniendo una oh-tan-perfecta Navidad. Estoy segura que es como una de esas novelas románticas cursis que he narrado antes.
Dejándome caer en el sofá, comienzo a llorar la pérdida del mejor contrato que alguna vez he tenido. A la mierda. No es por perder el trabajo que estoy triste, es él.
Parece tener un efecto extraño sobre mí. ¿Cómo me ha sucedido con alguien que no conozco? Alguien que jamás comparte nada personal, incluso cuando he intentado sacárselo. Algunas veces siento que está en la punta de su lengua, pero simplemente jamás sale.
Cuando mi teléfono suena, salto del sofá y rápidamente lo contesto sin ver quién es.
―¿Jin? ―digo al teléfono, odiando que mi voz salga sin aliento como si hubiera corrido un kilómetro.
―¿Quién es Jin? ―grita mi mamá, y caigo de nuevo en el sofá.
―Nadie, mamá. ―La mentira sale fácilmente. No quiero contarle sobre una relación imaginaria con un hombre, que además, es mi jefe. Me preguntaría cómo se ve, qué tan seguido nos vemos, y seguiría y seguiría. Preguntaría cosas que no puedo responder, y luego comenzaría con que debería ser más sociable y que tal vez debería ir a hablar con un loquero para ver qué pasa conmigo.
Nada me pasa. Solo soy una persona hogareña. Todavía no he encontrado a una persona que quiera ser hogareña conmigo. Y el futuro tampoco se ve genial para encontrar una. No cuando estoy soñando despierta con un hombre que jamás he visto.
―No suena como nadie ―dice molestándome de nuevo, pero lo hace con buena intención. Tal vez no congenie con mamá y papá, pero ellos me aman.
―Solo es un cliente. Estoy trabajando en un proyecto de último minuto y necesito hablar con él, pero no puedo contactarlo.
Le doy un poco de información honesta para que termine con las preguntas y podamos cambiar de tema. Me estiro por una de las galletas que he puesto sobre la mesa de centro y le doy un mordisco. El azúcar no hace que me sienta mejor. Para eso necesitaría un pastel.
―Probablemente está con su familia, como deberías hacer tú. ¿Este proyecto es la razón por la que decidiste no estar con nosotros? Apuesto a que tomaste el trabajo solo para no venir esta Navidad. ―El resoplido que oigo es algo a lo que estoy muy acostumbrada, pero funciona mejor con mi padre.