Cena a la luz de las velas.

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Aldebaran estaba demasiado nervioso y podía darse cuenta de que Mu lo sabía, quien no paraba de tratar de conversar con el de todo lo posible, de todo lo imaginable, a lo que el respondía lo mejor que podía, sin saber a qué se refería la mayor parte de las veces, notando que Harbinger estaba embelesado con Kiki, encantado con todo lo que decía.

—Te siento muy distante, apenas has probado tu cerveza...

Pronuncio de pronto, acariciando sus manos, como si quisiera llamar su atención, lográndolo, cuando comenzó a recorrer las venas de su muñeca, delineándolas a la perfección, como si estuvieran dibujadas a través de la piel.

—He tenido mucho trabajo...

Quiso mentirle, pero Mu negó eso, acariciando su mejilla, deteniendo su mano en su yugular, sintiendo el hermoso latido de su corazón, riéndose cuando intento levantarse de su asiento, pero se lo evito, colocando una mano en su pecho.

—Tal vez, estás nervioso, por esos asesinatos, esos terribles asesinatos, pero... estoy seguro que dos toros grandes y fuertes como ustedes están a salvo de estos temibles asesinos, ellos no se atreverían a acercarse a ustedes, eso es seguro.

Aldebaran estaba seguro de estar sentado en la mesa de los asesinos, aceptando su comida, bebiendo su licor, al mismo tiempo que ellos no probaban un solo bocado, dejando platos repletos de comida, que retiraban a la cocina después de un tiempo.

—Aunque los toros, como ustedes, son la clase más rara de criatura nacida de la tierra, no son seres sobrenaturales, solamente seres humanos excepcionales, perfectos en todo sentido, más altos, más fuertes, más rápidos, lo mejor de lo mejor, hijos de la tierra, conectados a esta, un tesoro que yo sabría cuidar muy bien.

Aldebaran tosió un poco, levantándose de golpe, mirando el reloj, como si tuviera que retirarse, no era bueno mintiendo y suponía que Mu se daría cuenta que ya sospechaba de él, o que los había visto, por eso, lo más prudente era huir, escapar de ese lugar cuando todavía podía hacerlo y llevarse a Harbinger de allí.

—Bueno, me encanto asistir, pero mañana tenemos mucho trabajo, debemos recoger a unas personas en el aeropuerto, nuestros padres llegan a eso de las cinco, ya son unos ancianos, no queremos llegar tarde.

Harbinger al escucharle estuvo a punto de quejarse, diciéndole que no era cierto eso, que Dohko y Shion, llegarían mucho después, sin embargo, cuando sujeto a Harbinger del hombro, este guardo silencio, siguiéndolo un poco a regañadientes.

— ¿Qué diablos te pasa?

Le pregunto al salir de esa casa lujosa, pensando que tal vez Mu se había propasado con su hermano, sintiendo su desconfianza y su temor, pero negándose a avanzar un poco más, arqueando una ceja, a punto de quejarse por su comportamiento.

—Dentro de la casa te lo diré, por favor, confía en mí...

Harbinger asintió, siguiendo a Aldebaran hasta la cocina de donde vivían, quien cerró las puertas detrás de su espalda, recargándose contra esta, recogiendo su cabello, pensando que tenía razón, no debieron a asistir a esa cita, fue una locura, una absurda locura.

— ¿Ya puedes decirme que está pasando?

Aldebaran se recargo contra la puerta una vez que ya estaba cerrada, desviando la mirada un poco, frunciendo el ceño, suponiendo que lo mejor era que el otro comprendiera su temor, que era lo que movía su miedo.

—Creo que mataron a esas personas...

Harbinger al principio no quiso creer lo que Aldebaran pronunciaba, quien veía por la ventana en ese momento, buscando alguna señal de sus vecinos, cuyas cortinas no les dejaban ver el interior de su vivienda, pero el de cabello largo suponía, que su actitud había llamado demasiado la atención de los dos.

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