Cuartos secretos.

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Aldebaran permaneció en su cuarto por toda la noche, esperando la llamada de sus padres, que llego de forma de mensaje, diciendo que se quedarían otros días más, un mes, y no debían preocuparse por ellos.

Harbinger no creyó una sola de sus palabras y se fue a dormir a su habitación, aunque le pidió que se quedará en su cuarto, para que viera lo que harían en la madrugada, cuando todos estuvieran dormidos.

Aldebaran estaba en su cuarto, mirando por la ventana, oculto detrás de las cortinas, acostado en su cama, sintiéndose un niño pequeño.

Sin poder dormir ni dejar de mirar aquel jardín en silencio, esperando por algo, que deseaba no ocurriera, que no fuera más que una fantasía.

No obstante, a eso de las cuatro de la mañana, los vio, de nuevo salían de su casa, su sótano, cargando dos costales que no se veían pesados, dos bultos negros, que si les veías de cierto ángulo, podrían ser cuerpos.

—No es cierto...

Los dos salieron en el coche, una vez que metieron los bultos en la cajuela, haciendo que pensara que él tenía razón, ellos estaban haciendo algo muy extraño.

Aldebaran estaba vestido y tomando en cuenta las otras dos ocasiones, decidió salir de su cuarto, de su casa, para observar esa construcción, buscar una forma de entrar, sin que Mu o Kiki estuvieran presentes.

—Estas perdiendo la razón...

Se regaño, escuchando unos pasos a su espalda, brincando cuando Harbinger coloco una mano en su hombro, a punto de decirle que no era más que un demente, que llamarían a la policía y que su carrera estaría arruinada.

—Si no quieres ayudarme, solo vete, yo se lo que ví, y voy a entrar.

Pronunció molesto, tratando de forzar la llave de la puerta, pero, fue empujado por Harbinger, quien pudo abrir la puerta en cuestión de minutos, tres para ser exactos.

—Me enseñaron a abrir puertas.

Aunque esa había sido especialmente fácil de abrir, era como si no tuvieran miedo a los ladrones, o se sintieran seguro en ese vecindario.

Aldebaran empezó a revisar los cuartos, uno por uno, sin hallar nada que pudiera demostrar que estaba en lo correcto, había algo oculto en esa casa y con esos vecinos.

Harbinger se recargo contra uno de los libreros, que se abrió igual que una puerta, casi cayendo por las escaleras, pero Aldebaran pudo sostenerlo.

Las escaleras no eran muy profundo, pero había varias puertas en ese pasillo, todos vacías, pero en ellas había sangre, de alguna criatura que había sido herida en esa celda.

—¡Te lo dije!

Harbinger asintió, abriendo una de las puertas, observando un bonito moño de color rosa, el que Aldebaran tomo en sus manos, reconociendolo como aquel que usaba Europa, tragando un poco de saliva.

—¡Tenemos que llamar a la policía!

Harbinger entonces escucho el sonido de la puerta, acababan de llegar y ellos en su cuarto secreto, enmedio del pasillo.

—Mu, dejaste la puerta del cuarto abierta.

No pudieron escuchar la respuesta de Mu, pero si un click, cuando la puerta se cerraba, esperaban que no con llave.

—Perdona... el verle de nuevo me ha trastocado por completo, apenas puedo contenerme de lo feliz que estoy, pero al mismo tiempo... es como si no me recordara... como si yo no significara nada para él.

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