Convención

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Desde muy temprano el Jiin Ise* había estado en movimiento. Cuadros moviéndose, yendo de un lugar a otro, personas limpiando cada pequeño rincón de todo el lugar y esmerandose en la comida y sake que se serviría en la reunión anual de dioses.

Y no era para más eh, sabiendo que 死神 (Sîshén)* se presentaría ése día, por primera vez, en el recinto para la Convención. Todos estaban conmocionados.

Debía estar todo impecable para su recibimiento.

Y para asombro de todos, incluso Tsukuyomi-no-kami se encontraba caminando por los pasillos a paso un poco más rápido, con movimientos menos graciles y dando órdenes con una voz mucho menos suave y menos firme (por los nervios, claro está).

Vale, que una deidad mucho más superior a todos se iba a presentar en su Jinn. Se sentaría junto a ellos y comerían de la misma olla. Ponerse nervioso no era para menos, sabiendo que estarías en una misma habitación junto a un ente que si bien no le gustaba algo, se vería en su total libertad de tomar represalias contra la persona a cargo de lo que sea que le hubiera disgustado.

Y ésa persona era Hiro.

Y en nada ayudaba haber despertado con un dolor punzante en la nuca; se sentía como tener algo filoso clavado en el cuello.

Como una flecha, podría decirse. A pesar de que no había nada tangible allí.

Y bueno, con todo el estrés y malestar muscular que se presentaba en él, su humor no era el mejor.

-Honey, en verdad me gustaría ayudarte, pero tengo muchas cosas qué organizar-se disculpó Hiro.

-Está bien, lo entiendo-suspiró con decepción la descendiente de Amaterasu. Suponía que diría éso, o alguna otra excusa para no ir a confirmar sus medidas para el kimono de ésa noche.

Si bien Hiro se preocupaba por la apariencia del templo, no lo hacía por la suya.

Honey Lemmon estaba segura de que, si se arreglara un poco y usara kimonos más elaborados, tendría ya muchas más propuestas de matrimonio más prometedoras. Porque tenía, y muchas, sí.

Pero no provinientes de las personas que desearían. Personas con poder y al nivel de alguien con apellido Tsukuyomi.

Y éso estaba mal, sabían de antemano que la belleza no era eterna, y la de Hiro no era la excepción.

Después de separarse, Honey tuvo una discusión mental. Bien su tío le encargó hacerse cargo de el traje de Hiro, no podría tomar las medidas necesarias. Entonces tendría qué confiarse de su tacto, y las ideas difusas de sus tallas cuando lo toqueteo durante uno de sus abrazos (usaría la información recabada en un caso extremo, y esto lo era. ¡Hiro no quería ni probarse el traje!)

Pasadas algunas horas, el Tsukuyomi fue arrastrado a sus aposentos bajo mentiras. Habían allí esperándolo cerca de cinco damas que lo ayudarían a vestirse, y un hombre listo para atar el obi*.
Sabían que sería complicado llevar a cabo la tarea de vestir a la deidad de la Luna. Era tan complicado.

Y no es que él lo deseara así. Su actitud venía de su elemento, la Luna. Tan cambiante como lo era*, influia mucho en Hiro.

-Honeeey, ¿qué es esto?-el japonés miraba confundido y ansioso a las personas allí, algunas empezaban a tomar las telas para cambiarlo, y otras dos se acercaban lentamente para empezar a desvestirlo.

-¡Lo siento Hiro!, no me dejaste otra opción- contestó la rubia.

Y pronto las personas fuera miraban con confusión la puerta de la que provenían los gritos de agonía y sufrimiento de parte del chico. Era de conocimiento común que el joven odiaba los kimonos que necesitaban demasiadas capas. Cargarlo era difícil y molesto.

Pero nadie acudió a su rescate aún así.

Horas más tarde, Hiro salió del templo a los jardines, refunfuñando y molesto. Caminar se le hacía difícil.

Tomar un poco de aire bajo la Luna le había parecido una buena idea.

Y tuvo tranquilidad por unos momentos, hasta que sintió un golpe contra su espalda. Su cabello se salió un poco del difícil peinado que le había hecho su ex amiga (después de engañarlo de ésa manera, se dijo a sí mismo que ahora la odiaba. Claro que era mentira, era su mejor amiga, al rato la perdonaba).

-¡¿Qué rayos?!-Hiro se balanceo hacía un lado, debido al peso del traje y los zapatos que usaba y no lograban ayudarlo a soportar mejor la carga.

-¡Discúlpame, ahh mierda!, no vi por dónde iba-Miguel se disculpaba como podía. Había ido sin rumbo al sentirse siendo jalado, pero en su idiotez parecía haber lastimado a una joven, quizá una ninfa. Oh por Zeus.

-¡Te destrozare, maldito ser inferior!-gritó intentando acomodarse el peinado. Oh, le había tomado tanto tiempo a Honey. Ése idiota lo iba a pagar.

-Wop, qué grosero...-Miguel no lucía intimidado, y éso sólo hacía que la ira del descendiente de Tsukuyomi empeorara-Me gusta.

¿Alguna vez mencioné que a Miguel le gustan las personas de carácter fuerte?

Una vez conoció a un hombre, que aunque para los demás pasara desapercibido, a Miguel le llamaba mucho la atención. Más que nada la forma tan pasional en que tocaba las cuerdas de una guitarra vieja y café. Pronto supo que se llamaba Héctor, y tenía una esposa difícil.

No pasó mucho para que desarrollara una amistad con la familia "Rivera"; que para su asombro era increíblemente grande.

Claro, que en su forma de civil que mantenía en el mundo de los vivos, le fue difícil mantener la amistad.
Incluso fue "adoptado" por la familia. Aunque para él fue sólo firmar algunos papeles.

Tanto llegó a admirar al hombre y su esposa, que decidió casarse, si era posible, con una mujer como ella.

O un hombre, realmente éso no le importaba.

No negará que lloró al tener qué tomar sus almas, pero al menos pudo visitarlos de vez en cuando; claro, antes de llevarlos a reencarnación. Pero esto ya es otra historia.

Ahora su mente se enfocaba en admirar la belleza de tal ser de piel blanquecina destellar bajo la luz de la luna, como si ésta sólo brillara para él.

Bajo aquella luz, podía distinguir unas leves pecas. Unos ojos cafés oscuro, luciendo extravagantemente bellos bajo la Luna. Con voz suave, pero firme.

Tan hermoso.

Sintió un jalón en su estómago: como un gancho que intentaba jalarlo hacia él. Y al cobrar consciencia de la bella criatura frente a él, sus morenas mejillas se tiñeron de un suave rosa.

No debía ser un genio para saberlo. Se había enamorado.

...

Qué lindo es actualizar en la madrugada. <3
Holaa

*El Santuario de Tsukiyominomiya es un santuario situado en el interior del Gran Santuario de Ise, en Ise, en la Prefectura de Mie. No se sabe con certeza cuándo fue construido, pero hay registros de su existencia ya desde el año 804.

*La Muerte.

*El obi es una parte importante del kimono. Es una tela que se ata a la cintura y es el soporte de todo el traje. Se ata con un moño por detrás, que es lo que indica su nobleza.

*Se refiere a que la Luna pasa por distintos cambios debido a la rotación.

What Is Love? -[Higuel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora