22:36 horas. Ruta 37 entrando a la ciudad de San Marcos.
Jonathan conduce a ochenta kilómetros por hora en la carretera 37 y está a pocos minutos de entrar a su ciudad natal. No lleva casco porque se lo olvidó en el taller en el que trabaja, cerca de un campo alejado de –prácticamente- todo contacto humano.
Frena en seco en cuando nos semáforos se ponen en rojo y suspira. El silencio que recorre el lugar le genera cierto escalofrío y no consigue precisar el origen. Sus noches, al fin y al cabo, son siempre iguales: el mismo tramo de regreso a su hogar. Luego, al llegar, ducha, cena y a la cama. Al otro día, vuelta a empezar.
Semáforo en verde y Jonathan se pone en marcha otra vez. Sin embargo, hay algo que no está bien. ¿Qué es?
El cielo está encapotado de nubarrones y en cualquier momento empieza a lloviznar. Vaya suerte.
El muchacho, de unos veinte años de edad, distingue un par de luces azuladas a lo lejos, en el carril contrario. Acelera su vehículo un poco más y escucha el chirrear de las ruedas de su moto.
Entonces ocurre.
Unos tentáculos fríos lo toman por detrás, más exactamente de la cintura y lo elevan por los aires. El birrodado parece detenerse en el tiempo e incluso el camión pesado que circula a metros de él también lo hace.
—¿Qué mierda?—exclama el joven, atestado.
Por unos instantes no logra comprender qué ocurre, hasta que su agregor lo gira sobre su eje, y entonces lo ve. Una figura delgada, alta, de saco negro y de rostro blanco y sin facciones definidas está agarrándolo con fuerza.
—¿Qué eres? ¡Por Dios!
No se oye una sola palabra. Jonathan tiembla del miedo y del dolor. Está desesperado.
Escucha con atención.
Aquella voz asquerosa, áspera y metálica resuena en el cerebro del veinteañero. Éste no tarda en reconocer que procede de aquel ser sobrenatural que lo tiene apresado.
—Por favor—suplica Jonathan—. No me hagas daño, yo...
Te mostraré algo... Algo que lo cambiará todo.
—Pero... yo no... ¡Por favor!
Náuseas. Destellos de todos los colores. La imagen de un bosque tupido se aparece ante el muchacho: se ve borroso. Cinco chicos, o quizás seis. Caminan. Es de noche. Distingue a su hermana Allison que camina con terror entre las malezas. Linternas.... Más destellos y náuseas. Gritos. Gritos y más gritos. Un libro rojo... sangre. Un cadáver de un muchacho boca abajo. Fuego, y otra vez gritos. Una parte de la ciudad en llamas... Dolor, muerte y más dolor.
Jonathan vuelve en sí. Slenderman continúa sujetándolo con fuerza, tanta, que sus fosas lumbares comienzan a sangrar.
El final está llegando.
De un instante a otro, Jonathan vuelve a estar en su moto, circulando por la ruta. Esta vez, sin embargo, lo hace por el carril equivocado. Y en cuestión de segundos su cuerpo se ve arrollado por las ruedas del camión que viene de frente. Le explota el cráneo y parte del tórax y abdomen. Los restos de cerebro y tripas quedan desparramados por la carretera.
Solo es un aviso.
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Volví con esta historia! Muy pronto actualizaré todo y llegará el final de "Demonios de la Música"
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Muchas gracias!
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La venganza de SLENDERMAN
HorrorCuando el profesor de literatura les propone como trabajo final realizar un cortometraje, un grupo de estudiantes del Instituto Mayor "San Dominguez" decide que la mejor idea es grabar en el bosque de la ciudad. Nada puede salir mal: una noche afuer...