Capítulo 8 - La verdad

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La puerta se abrió de golpe dejando entrar un viento frío que se tragó sus palabras. Un hombre vestido de negro de pies a cabeza entró tranquilamente. Keavath encerró a Rose en un abrazo protector mientras se enfrentaba aquellos ojos rojos.

-¿Quién eres?- Preguntó con voz amenazadora Rose. El hombre los miró con curiosidad y una sonrisa divertida asomó por su rostro.

-Esto sí que no me lo esperaba.- Dijo el hombre con una voz ligeramente sorprendida.

-¿Quién eres?- Volvió a decir Rose aún más fuerte.

El hombre no se inmutó por las palabras de Rose y sin que les diera tiempo a reaccionar se acercó a ellos en un segundo. Estando solo a un palmo de ella. -Rosalie, mi amor.-

Alzó su mano, y a punto estuvo de acariciar su cabeza si no fuera por la protección de Keavath, que en solo unos instantes la aparto de él. -No te acerques a ella.- Dijo Keavath de un modo defensivo que nunca había usado antes y Rose incluso percibió algo de despreció en su voz siempre neutral y apacible.

Rose se alejo de él, acercándose al hombre que parecía atraerla como a un imán. No pudo evitar sentir que tenía un cierto parecido a ese hombre. Tenía los mismos ojos rojos como rubíes que ella. Y de pronto una idea le atravesó la cabeza.- ¿Eres el hombre que me regaló el collar de rubi?- El hombre sonrió ante su reconocimiento.

-Rosalie, he estado esperando mucho por ti. Mucho tiempo ha pasado y ya es hora de que vengas a casa. Que vengas al bando al que verdaderamente perteneces.- Y al decir su última frase miró al hombre de blanco que lo amenazaba con la mirada.

-¿Quién eres?-

-Soy tu padre.- Dijo el hombre satisfecho del rostro que les había quedado a ambos.

Keavath de repente se alejó de Rose, manteniéndose a una distancia prudente de ella que la hirió profundamente. De repente se sintió sola delante de aquel ser que decía ser su padre y sentía como un abismo crecía bajo sus pies y como su voluntad caía. Empezó a encontrar el sentido en muchas cosas. Sus dones, sus poderes. Sabía que venían de su linaje, que su estirpe era poderosa pero no sabía hasta que punto lo era.

-¿Eres un mi padre? ¿Mi padre es un demonio?- Susurró ella medio asustada.

-Así es Rosalie, y uno bastante poderoso, por si te interesa saberlo.- Su padre observaba con satisfacción el espectáculo que había causado.

-No es posible.- Murmuró Keavath que parecía estar encerrado en sus pensamientos.

-Rosalie, se que has estado alejado de los tuyos por mucho tiempo, pero eso no quiere decir que nos traiciones por estos.-

-¿Qué quieres decir?- Dijo ingenuamente ella.

-Oh, no puede ser verdad. ¿Rosalie, puede ser que no sepas aún que es él?- Rose tenía una ligera corazonada respecto a lo que quería decir su padre y miró a Keavath.

Este tenía una mirada de decepción fijada en ella. Lo que le estremeció el corazón a Rose. Lo miró detenidamente, pasó desde sus bellas facciones faciales sin ningún vello excepto el de sus cejas. Su piel pálida y lisa como el jade. Su largo y sedoso cabello blanco hasta la cintura y su impecable túnica blanca. Era un ser puro y sin manchas. Alejado de todo mal del mundo.

-¿Eres del otro bando?- Preguntó Rose con un hilo de voz y sin darse cuenta de que estaba aceptando su propia existencia.

-Me alegro de que hayas decidido volver a tu casa con tu familia. Rosalie.-

-¿Qué? No, no es cierto, yo no voy a pertenecer ni a tu familia ni a vuestra guerra.-

Dijo Rose repentinamente seria. Luego miró a Keavath y su mirada heló todo su ser y la hirió más de lo que nunca lo había estado. Eso era peor que ser despreciada por su familia desde que había nacido y que tener que llevar el cuerpo manchado y podrido por la peste eternamente. Se giró, huyendo de aquel sentimiento y de su mirada y lo último que llegó a sentir fue como la oscuridad se cernía sobre ella.

Ojos sangrientos y alas plateadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora