Capítulo 3 - El despertar

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Rose seguía durmiendo. Hacía días que la habían encontrado aunque su padre no parecía del todo feliz por eso. Ya desde el principio él no se había preocupado en hacerle un entierro como a sus otros hermanos. James sabía que la repudiaba, él también lo había hecho. Pero ahora solo sentía una profunda compasión por ella.

Él solo tenía diez años cuando perdió a su madre, era el que mejor la había conocido de sus hermanos y el que más había sufrido. Ellos no habían lamentado tanto la pérdida porque eran más pequeños que él, algunos apenas sabían andar o caminar, ni siquiera hablaban así que cómo iban ellos a entender que su madre no iba a volver nunca más.

Creyó que toda la culpa era de esa niña así que ni siquiera la vio como a su hermana y sus otros hermanos, que imitaban todo lo que hacía, acabaron por sentir lo mismo y tratarla de la misma forma.

Ahora era mayor, habían pasado cinco años desde que había sabido cualquier cosa de sus hermanos y siete desde que había visto a cualquiera de ellos. Seguía sintiendo algo de aversión por Rose, pero el tiempo le había hecho cambiar de opinión y su forma de ser. Se había casado y tenía un hijo de apenas un año y aunque amaba a su mujer si ella hubiera muerto en el parto él no podría odiar nunca a su hijo por eso.

Intentó hablar con su padre al respecto, pero este no le hizo caso. Parecía que escondía algo y como ella aún seguía durmiendo al final se rindió. Su padre no quería saber nada de ella así que el mismo se ocupó de todo. Le preparó un cuarto y una criada y la visitó diariamente para saber de su estado.

Cuando ya había pasado un mes de la recuperación de los cadáveres se celebró el funeral en el cementerio de la familia. Los pocos familiares que le quedaban a los Rossbirth asistieron y se preparó un gran banquete en honor a aquellos que ya no estaban.

Ese día el sol decidió no aparecer, la lluvia parecía querer acompañar el ambiente fúnebre. Siguió lloviendo durante todo el día, incluso después de haber enterrado a los muertos y de empezar el banquete. Poco a poco, la gente empezó a animarse y hasta el joven Rossbirth sacó a su esposa a bailar. Mientras tanto, en un recóndito lugar, alejada de todo el ajetreo, una chica se levantó.

Estaba en una deprimente habitación. Las paredes eran grises y su cama de un color oscuro al igual que el velo que yacía sobre ella y cubría su rostro. Sus cabellos habían sido peinados y algunos mechones caían por encima de su pecho. Tenía el pelo más largo de lo que recordaba y al levantarse vio cómo le llegaba hasta la cadera. Llevaba un vestido también negro y estrecho, pero sin corsé, junto con una chaqueta que le cubría los hombros.

Se levantó lentamente de la cama, sintiendo su cuerpo pesado. Sus pies estaban descalzos y al tocar el frío suelo sintió un escalofrío, pero no le importó así que siguió andando. Cogió de la mesita de noche su muñeca, a la que tanto odiaba y necesitaba a la vez, y salió del cuarto a un gran pasillo completamente vacío.

Y andó, siguiendo una especie de voces llegó hasta el exterior. La lluvia cayó sobre ella y la empapó, las gotas atravesaban la tela y mojaban su piel, pero ella siguió andando. Con cada gota de lluvia que caía sobre ella sus pasos se volvían más vacilantes, hasta que de repente sintió sus piernas temblar y cayó al césped. Se quitó el velo negro que le cubría la cara y dejó que el agua la empapara y lloró.

Lágrimas resbalaban por una de sus mejillas sin cesar y mezcladas con la lluvia caían al suelo. Su mano, con temor, buscó su mejilla derecha. Se acercó cuidadosamente, esperando notar el contacto de su mejilla con su mano y al igual que había ocurrido con la lluvia no sintió nada.

Su mano tocó algo blando y a la vez resbaladizo. No tenía forma de mejilla ni siquiera parecía carne. Luego busco su ojo. Sabía que seguía allí, lo sentía, lo notaba, ella aún veía como una persona normal, pero su mano no se atrevía a subir más por miedo a no encontrarlo.

Ojos sangrientos y alas plateadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora