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Luego de tantas dificultades, los defensores del universo logran llegar a la tierra, bajaron de sus naves y comenzaron a dirigirse hacía el cuartel general

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Luego de tantas dificultades, los defensores del universo logran llegar a la tierra, bajaron de sus naves y comenzaron a dirigirse hacía el cuartel general. Lo recibieron con emoción, cada cuál se dirigió a sus respectivos familiares, a excepción de Hunk, los alteanos, y Keith.

Shiro, por su parte, saludó a los comandantes, y de forma silenciosa, esperó a que ellos le dijeran lo que él necesitaba saber. Claro que no esperó la respuesta que le dieron.

Casi se lanzó como una bala hacía la sección médica, intentando reencontrarse con su antigua pareja. El chico de piel canela y cabello castaño, se encontraba dormido. Sus pestañas caían con suavidad sobre sus pómulos enrojecidos. Habían cicatrices repartidas de forma irregular en su rostro, simulandouna guerra de navíos. Aunque su piel era canela, ésta comenzaba a perder fuerza y la palidez se aventuraba a recorrer un cuerpo nuevo. Uno tan fuerte como magnífico.

Shiro llegó con el corazón en las manos, el sudor recorriendo su sien, las manos temblando a más no poder. Se acercó con cautela, con temor a despertarle, con la necesidad escrita en si frente del.saber como está y si mejorará. Aunque todo indicaba que no, él tenía esperanzas. Estaba seguro que todo lo que pasaron no fue en vano, que volvería a oírlo, su voz y su respiración suave contra su oído, el latir regular de su corazón, sentiría los besos húmedos en su piel...

Pero ahí estaba, batallando por un último respiro, con los ojos cerrados y una máquina que intentaba de enseñarle a volver a respirar por sí solo. Parecía un animal aterrado, esos que están a unos segundos de partir, pero que sin dudas, te hicieron feliz.

Los recuerdos se arremolinaron en la cabeza del ex-paladín negro, quién aún no podía creer el estado de su novio. Hacía tanto no usaba esa palabra, que bajo esa manta de pensamientos caóticos, sonó agridulce.

-Shiro -susurró el castaño, mientras sus dedos buscaban la calidez del pelinegro. Cuando ambas manos se encontraron, una explosión de sentimientos surgió-. Estás aquí.

Comenzó a abrir los ojos con lentitud, aún cuando esto le dolía. Quería verlo, ver si aquel peinado ridículo seguía allí, si aquellos ojos seguían amandolo, si nada había cambiado.

-Estoy aquí -respondió el ex-paladín, mientras sujetaba con más fuerza la mano del contrario, intentando de darle fuerzas-. Debes descansar, ¿está bien? Duerme un poco.

-N-no, de-debemos hablar -murmuró con dificultad. Saboreó las sílabas saliendo por su garganta, el sonido de su voz e intentó aclarar sus palabras. Hacía mucho que no hablaba, o tan sólo abría los ojos. ¿Cuánto había pasado? ¿Un año? Tal vez... ¿dos? No lo sabía con exactitud, pero estaba seguro de que aún seguía en la tierra. Su cuerpo estaba ahí, su alma, también... y ahora, llegó el motor de su corazón.

Recordaba haber despertado tres o cuatro veces, en todas preguntaba lo mismo: -¿Shiro? Y en todas le respondían no. No llegaba, no aparecía, no estaba. Y por fin, lo tenía ahí, frente a él, con un nuevo corte ridículo, hasta parecía más viejo...

-Adam... Estás débil, debes dormir...

-No me digas que hacer -se enfufuruñó, mientras le regalaba una sonrisa dulce a aquel que tanto tiempo esperó-. Además... te extrañé.

-Yo también.

- No es lo mismo -murmuró con las mejillas llenas de lágrimas-. Creí que habías muerto.

-Casi lo haces tú -bromeó, mientras él también comenzaba a llorar. Eran un par idéntico. Tan sentimentales en ese momento.

-Casi. Pero mirame, al final sí esperé por ti. -comentó, mientras el aire comenzaba a faltarle, está bien, debía admitir que ya entendía a qué se refería Shiro.

-Te veo -susurró, mientras llevaba su mano libre a su mejilla. Sus miradas se fundieron la una en la otra, ambos recordando la calidez que le daba ese toque mágico, esa mirada cautivadora, ese latir desenfrenado de sus corazones.

Se amaban, aún luego de todo el tiempo que pasó, se amaban como la primera vez.

-Ahora debo irme, ya prolongué mucho mi estadía aquí -murmuró el castaño, mientras comenzaba a quitarse el respirador de la boca. Por un momento, olfateo ese suave olor a hospital. Esa mezcla de medicinas, de limpieza absoluta, de una terrible y agonizante perfección. Como su amor por Shiro.

-¿Qu-qué dices? -preguntó el pelinegro, mientras intentaba de alcanzar el respirador. Adam le sonrió y acercó sus rostros. Ambos sintiendo la respiración del contrario, una un poco más débil, pero estaba ahí.

-Debo irme -susurró antes de bedarlo. Una explosión de sentimientos y sabores lo recorrió. Con sus manos, recorrió el camino hacía el caballo de Shiro, lo palmeo, buscando cantidad, pero ya no estaba. No todo estaba igual y lo sabía. Jamás volvería a estarlo y eso, también lo sabía-. Te amo. Te amo con cada último respiro, con cada latido de mí corazón. Te amo, te amo, y te voy a seguir amando.

-No te vayas -imploró contra sus labios, mientras volvía a besarle, e intentaba de darle aire. Pero no serviría.

-Tengo que hacerlo -susurró, mientras se alejaba. La escena que estaba presenciando le rompía el corazón, pero ¿qué más podía hacer? Sólo pidió volver a verlo una vez más. Nunca planeó quedarse a su lado-. Sé feliz.

Y sin más que decir, dejó un casto beso en su mejilla, para luego recostarse, mientras las lágrimas recorrían su rostro por última vez.

-Te amo.

Lo escribí con lluvia:)

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Lo escribí con lluvia:). Ahora todo tiene sentido, ¿verdad?

Esperé por ti (Shadam)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora