Los Animatrónicos De Reemplazo | Pizzeria Simulator (Lefty X HappyFrog)

~Capítulo 3~

En cuanto la sombra de Pigpatch desapareció el final del pasillo, pude escuchar la voz alegre de Happy Frog, que venía corriendo por el pasillo contrario, saltando con una felicidad algo exagerada.

–No hagas mucho caso a su hiperactividad, ella es así. – Me comentó Orville con una sonrisa algo forzada.

–¡Qué bien tener una chica nueva en la banda! Ya estaba algo cansada de tener chicos como compañeros. Bueno, que les quiero mucho, y eso, ¡pero tener una amiga es genial!

–¿Amiga? – Dije para mí.

–Si, claro. Te quedarás para siempre, ¿no? – La alterada personalidad de Happy Frog había tornado su felicidad en una pequeña tristeza al formular esa pregunta.

Me costó responder, porque no quería ofenderla, ya que parecía que le alegrara que estuviese aquí. Por lo que sabía, los Rockstars maltrataban a estos animatrónicos, y los trabajan como basura. Verme a mí... Era como algo genial, por lo que parecía.

–Si, supongo. – Dije despacio.

–No es que no te queramos aquí, Lefty, pero nuestras últimas experiencias con los Rockstar no fueron muy agradables. Así que esperamos solidaridad por tu parte, aunque si es cierto lo que dices y no eres una Rockstar no tendremos problemas. – Su forma de dirigirse a mí era muy directa. No les culpo.

Solo asentí.
Esperé que ese día siguiente se hiciese interminable, pero no fue así. Tuve mi primer contacto con niños humanos, y no fue tan desagradable como me imaginaba; algunos de ellos eran algo brutos, se tropezaban de tanto correr de un lado a otro y empujaban al resto, los demás eran tranquilos y disfrutaban de las canciones con los que Happy Frog les deleitaba. Tengo que admitir que, aunque sea una animatrónica de sustitución tenía una voz hermosa. Los niños no dejaban de mirarla, le tenían mucho aprecio por lo que veía, y ella los trataba con mucho cariño, como si de sus hermanos pequeños se tratasen.
Tampoco me descuidaba a mí; no dejaba a nadie en un lado, a todo el mundo lo tenía bien atendido, siempre cruzaba a nuestro lado y nos preguntaba cómo estábamos, a pesar de haberlo preguntado minutos atrás. Su felicidad era contagiosa, casi sacaba una sonrisa en mi rostro inexpresivo, y se podía agradecer. Si ella no estuviera los días serían realmente aburridos.
La mañana se hizo muy corta, y cuando llegó el atardecer y los humanos se marchaban y nos dejaban a solas era mi hora de marcharme. Aproveché el mínimo despiste de Happy Frog y sus compañeros para escabullirme en el callejón para llegar al mugriento taller de donde provengo, dónde mis rotos y verdaderos compañeros descansan.

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