Prefacio: Un Eterno Tormento

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La Reina Malvada agonizaba de dolor. Las chalinas en llamas estaban quemando sus pies en cada paso obligado que daba. No podía soportarlo más, su cuerpo no aguantaba ni tampoco su ego. Ella, que tan poderosa había sido, estaba ahí, revolcándose delante de su mayor rival en belleza: su hijastra, Blancanieves.

La reina la contempló con odio, mientras la joven reía junto a su nuevo esposo, ajena a su sufrimiento. De pronto su cuerpo no pudo dar más del dolor y la humillación, cayó pálida e inerte al piso.

La reina había muerto.

La bruja de la casa de jengibre empujaba la puerta del horno, desesperada por salir, pero era imposible, había sido atrancada desde afuera por Hänsel y Gretel

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La bruja de la casa de jengibre empujaba la puerta del horno, desesperada por salir, pero era imposible, había sido atrancada desde afuera por Hänsel y Gretel.

Los gritos de dolor se hacían cada vez más potentes conforme sentía su piel ser carcomida por el fuego. El olor a sangre quemada se entremezclaba con el olor del denso humo.

La viejecilla se apoyó contra la puerta en un último intento de liberarse de aquel infierno en carne, sin lograrlo.

Dejó caer su cuerpo falto de fuerzas y ahí quedó hasta volverse cenizas.

Dejó caer su cuerpo falto de fuerzas y ahí quedó hasta volverse cenizas

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Los gritos de una multitud enardecida se hacían cada vez más potentes. La reina de las nieves corrió hacia una ventana de su enorme castillo de hielo para mirar el alboroto. La gente del pueblo se había levantado trayendo consigo tridentes y antorchas. Sus gélidos ojos se abrieron con terror al ver el fuego, su piel misma era hielo.

Retrocedió espantada pensando rápidamente cómo salir de aquella situación. Era verdad, tendía a secuestrar gente y a convertirla en hielo, provocado por su deseo de apartar la soledad que sentía. De no ser por Gerda, tratando de encontrar a su amigo Kay, la gente nunca se habría enterado de las estatuas que poseía.

Corrió a tratar de esconderse cuando escuchó la puerta principal abrirse, pero un campesino con un tiro bastante certero la alcanzó con una flecha, atravesando su espalda hasta salir por su pecho, cruzando su corazón.

La reina se desplomó al instante.

La reina se desplomó al instante

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