—El desarmador de cruz —pidió Diana extendiendo una mano llena de grasa hacía Laeti, su compañera de trabajo.—¿Cuál es ese? —preguntó la peliazul mirando entre la caja de herramientas.
—El que no tiene la punta plana, sino fruncida —explicó antes de recibir el artefacto.
—Qué suerte que alguien aquí sepa reparar esa cosa antiquísima, yo sigo insistiendo que debemos pedir a Maurice un estéreo de última generación.
Diana rio ante la ocurrencia de su compañera, mientras se escurría detrás de la rocola. Ya casi la ponía a tocar otra vez.
—Creo que un estéreo de última generación no quedaría muy en onda con la década de los 50's. —Señaló con la cabeza la cafetería retro ambientada en esa época donde trabajaban de meseras. Sus demás compañeras se paseaban por el local en patines, pidiendo las órdenes de los comensales y llevando la comida. Era uno de los lugares más populares por su estilo y su buen ambiente—. Además no se echaría a perder tanto y no nos salvaría de bailar el boogie- oogie delante de todos los clientes.
Las dos sacaron la lengua. Detestaban hacer esa exhibición de vergüenza pública. Diana colocó el último engranaje y de pronto la rocola volvió a la vida, prendiendo sus luces de colores. Se levantó con aire triunfante y las manos llenas de grasa. Miró por un momento su vestido de mesera que era de un pasteloso azul y, sintiendo un placer culposo, se limpió en la lustrosa tela, dejando una aceitosa mancha. Para luego pasar a ensuciar el pañuelo que tenía en la cabeza, completando su peinado estilo rockabilly.
—¡Qué habilidosa eres con eso! Yo apenas sé lo que es un desarmador —rio Laeti ayudándola a recoger las herramientas que habían quedado en el piso.
La joven de orbes verdes solo se limitó a sonreír. Su padre había sido siempre el que se encargaba de repararlo todo en casa. Al irse, Diana sintió la necesidad de aprender a hacer las cosas y había resultado con gran habilidad para arreglarlo todo. Además del disfrute que le daba hacerlo.
—Y, ¿bien? —preguntó Laeti cuando pusieron a tocar la rocola y varios clientes se levantaron a bailar.
—¿Y bien, qué?
La peli-azul encaró ambas cejas con curiosidad.
—¿Qué recibiste por tu cumple de dieciséis?
La sonrisa se congeló en el rostro de Diana. Había sido un tema a evitar desde que empezó su turno. No era que esperara una súper fiesta de dulces dieciséis o que le dieran el día libre en el instituto por su cumpleaños, o un anuncio especial por los altavoces, pero sí le habría parecido un lindo gesto que sus amigos dieran algún indicio de que se acordaban. Solo Nathaniel la había felicitado dándole un distraído: "Ah, y feliz cumpleaños" cuando había ido a recoger su reporte semanal por llegar tarde, pero como delegado principal tenía conocimiento de todas las fechas de cumpleaños así como una sorprendente memoria.
—Laeti, no quiero hablar de ello... —murmuró la azabache tratando de apartar la mirada para recoger una de las mesas que acababan de desocupar.
—¿Por qué? Debo saber lo que ese lindo gemelito Armin te regaló. Algún día será mi novio y el tipo de regalos que da es muy elemental averiguarlo. —Sacó la lengua picaramente al momento que se posicionaba de nuevo junto a Diana.
—Con Armin lo que vas a desear que te dé es más atención que a su consola —dijo como respuesta y se echó a reír entre dientes. El chico pelinegro se caracterizaba por su amor a sus videojuegos.
—A mí siempre me ponen atención. Tengo mis métodos —dijo guiñando un ojo.
Diana tuvo que hacer un enorme esfuerzo por no mirar el escote en su vestido. Ese que le funcionaba como "método".
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A Heart's Tale
Fantasy«Todos jugamos un papel en esta vida. A veces lo elegimos, otras veces alguien más lo elige. Y es entonces cuando todo lo que conoces se convierte en un bucle destinado a repetirse vez tras vez. A nosotras nos dieron un papel: ser las malas de la hi...