Capítulo 15: Bienvenido al mundo, Kakarotto

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—¿Ya tienes todas tus cosas?—preguntó por enésima vez la mujer y, como en todas las veces anteriores, Vegeta asentía.

—Tía, tranquilízate. Sé dónde está la cueva, ya fui a verla, está en perfectas condiciones, estaré bien...—pero nada de lo que dijo logró calmar la preocupación de la mujer.

—Vegeta, ¿y cómo explicaremos a tu padre que apareciste de la nada con un bebé?—preguntó angustiada.

—Le diré la verdad cuando ese momento llegue. Y si no lo acepta, pues lo siento, pero yo no pienso que deje hacer lo que quiera con mi vida sólo porque su noviecito lo abandonó cuando tenía mi edad...—dijo el menor empuñando sus manos.

—Bien...—un auto estacionándose en la entrada fue escuchado por ambos. Vegeta tomó la mochila y se la colocó sobre los hombros. Suspiró pesadamente y le dedicó una última sonrisita a la mujer, para después salir corriendo por la puerta de atrás y adentrarse en el bosque, perdiéndose de la vista de ella.

—¡Mamá!—el de cabellera bicolor entró, se acercó rápidamente a la mujer y la abrazó con fuerza, la había extrañado tanto en esos meses que no estuvo a su lado.

—Gotenks, dime, ¿cómo te fue?—preguntó mientras correspondía el abrazo.

—Muy bien, acredité todas mis materias en primera oportunidad y estuve yendo a cursos por dos meses de primeros auxilios. Además de que la perrita del veterinario que vivía cerca de la casa del tío Vegeta dio a luz y me obsequió un cachorrito—dijo el menor con una sonrisa resplandeciente de la emoción.

El chillido del ladrido de un cachorro se hacía cada vez más fuerte, provocando que el de cabellera en punta se rascara tímidamente la mejilla. Vio a su primo pequeño entrar a la casa con el perrito en brazos y detrás de él estaba su padre. Vegita, sólo con ver al hombre, sintió un escalofrío por toda su espalda que difícilmente pudo disimular.

—Mamá, ¿puedo conservarlo?—preguntó con cierto miedo. La mujer soltó un suspiro resignado.

—Sí, sólo porque te está yendo muy bien en la escuela—dijo con una sonrisa.

—Tía...—el niño soltó al perrito y se acercó a la mujer, quien abrió sus brazos y lo recibió con un fuerte abrazo, cargándolo en el proceso.

—Vegita, me da gusto verte de nuevo—dijo. Se acercó a ella y le dio un beso en la cabeza. La pelinegra bajó al pequeño y abrazó a su hermano mayor.

—Vamos a jugar en la parte de atrás—dijo el joven. Los primos salieron junto con el cachorro, dejando solos a los adultos.

—¿Quieres un café?—ofreció ella. El hombre se quitó la chaqueta y la arrojó sobre el sillón.

—Por favor...—caminaron hacia la cocina, mientras la mujer se ocupaba de preparar la infusión el hombre se sentó y la miró mientras le servía.

Vació el líquido caliente en dos tazas y las colocó sobre la mesa. Se sentó a un lado del hombre, y bebió de su taza.

—Y dime, ¿cómo has estado estos meses?—preguntó la mujer, iniciando su conversación.

***

—Uff, no creí cansarme tan rápido—murmuró. Vio la cueva y se adentró en ella. Se arrodilló en una esquina y sacó unas mantas, las extendió sobre el suelo y sacó un libro, se sentó y lo abrió en la página marcada.

Leía cada renglón con suma atención, sonriendo de vez en cuando con cada giro sorpresivo de la trama narrada. Sintió un golpecito en el abdomen, una vez más su bebé se removía en su interior. Apretó sus puños con fuerza al comenzar a sentir un leve dolor en sus caderas.

Cupido me hace bullyingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora