Dies

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El sol había salido, las nubes cubrían el mundo en representación de mi congoja y mis ojos, aún cubiertos en dolor, no se habían cerrado en todo lo que quedó de la noche.

Acepté entonces el absurdo de mi vida. El día verme morir no quería y, para evitarlo, me sumergió en la amargura de no pensar en nada. En costa lejana, la pasión habría sido mi brújula para alcanzar mi ruz de sol, pero un ánsar sin su bandada fácilmente se pierde. La oficina se transformó entonces en mi símbolo de vida, se transformó todo en una existencia de monótona gracia y sin vela. Sin embargo, me sentía lleno así, procuraba que todo mi trabajo fuese perfecto; cero errores, cero quejas. Tal fue que me volví en el mejor de los empleados.

Pero había un secreto que pronto se sabría, que pronto yo descubriría: una noche tibia y perfumada, de la límpida luz de la luna, descendió un extraño deseo por escribirle al infinito silencio. Se evaporaron las melodías de mi flauta en aquella noche mágica, el último aliento de mi instrumento llenó de místicos sueños y pronto la blanca mestiza luz de la mañana saldría, una vez más. Evaporadas melodías eran evaporadas lágrimas de suspiros de mi alma melancólica; el susurro de Kristen se hacía cada vez más presente.

LiliumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora