Capítulo 3: Juegos de seducción

216 8 0
                                    

Fernando se acercó furioso a él, estuvo a punto de golpearlo pero se detuvo antes de hacerlo.

- Es la última vez que hablamos de esto, y también la última en la que te le acercas a mi esposa. ¿Entendido?

- También es la última en la que vienes a mi oficina, aclaramos que no te correría mientras no te acercaras a mí.

- ¿Tanto miedo me tienes?

- No... Te tengo asco.

Fernando sonrió como si la repulsión que el sujeto sentía se tratara de un triunfo, se limitó a no responder y a salir lo más pronto posible.

Al día siguiente, Gloria estaba esperando a Alejandro en la mañana. Sonó el timbre de la casa y ella abrió, pero no se encontró con la persona que esperaba.

- ¡Mamá!

- ¡Gloria! - le dio un beso en la mejilla a su hija y entro a la casa. - ¿Por qué tan arreglada? ¿Vas a salir?

- Pues sí.

- Ah. - dijo cortante.

- ¿Te pasa algo?

- No, sólo que... Nada. - agarró su bolsa. - Volveré mañana.

- No quieres que salga, ¿verdad?

- Claro que quiero que lo hagas, pero en compañía de tu esposo.

- Yo no tengo esposo. - respondió molesta.

- Si lo tienes.

- Perdió sus derechos cuando decidió engañarme.

- No seas rencorosa.

- Y tú no seas tan fácil de convencer, sé que le dijiste en donde estoy.

- Lo hice por tu bien.

- Claro, porque me hace tanto bien ver a la persona que traicionó de esta manera mi confianza después de tantos años... - fue sarcástica.

- No, te hace bien ver a la persona que amaste, la persona que te ama y que quiere solucionar las cosas.

- La persona que amo, mamá. No lo digas en tiempo pasado, porque a pesar de todo el daño, lo sigo haciendo.

- Entonces si lo amas, demuéstraselo.

- Es hora de demostrar mi amor por mí.

- Eso no te dará felicidad.

- Seguramente más de la que tú crees.

- ¿Por qué no lo piensas, Gloria?

- Eso hago, estoy pensando si perdonarlo o no.

- ¿Saliendo con otros hombres?

Gloria la miró extrañada, su mamá estaba del lado de su esposo y evidentemente, se contaban todo.

- ¿Él te dijo eso?

- Eso no importa.

- ¡Son increíbles! - exclamó furiosa. Nuevamente sintió esa sed espantosa de venganza, no era lo correcto, pero era lo que sentía.

Sonó el timbre nuevamente, Gloria tomó un abrigo y abrió la puerta.

- Hola. - le sonrió Alejandro.

- Buen día. - le devolvió la sonrisa y volteó a ver a su madre, quién estaba desconcertada por la escena que se presentaba.

- ¿Qué tal? - dijo él dirigiéndose a Elena.

- Bien. - respondió ella cortante.

- ¿Nos vamos? - preguntó Gloria.

- Claro. ¡Hasta luego! - saludó de nuevo a la madre de la mujer.

El favor de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora