Capítulo 5: Ebria

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No tardaron más y salieron de la casa, se subieron al auto y el comenzó a conducir.

Estuvieron todo el camino en silencio, tampoco tenían mucho para decir; las excusas de Fernando siempre eran las mismas y Gloria ya estaba cansada de oírlas.

Llegaron y bajaron del coche, no había nada preparado en esa casa, pues la sorpresa estaba en el restaurante al que ella no quería ir.

Entraron a la propiedad y se sentaron en los sillones del living.

- ¿Quieres algo para comer? - preguntó él sabiendo la respuesta de ella. Quería parecer atento, pero temía que ella dijera que sí, pues no sabía cocinar.

- No, gracias.

- Si quieres algo me avisas.

- Ésta casa también es mía. Si quiero algo, lo busco y ya.

- Tienes razón, lo siento. Aún así, ¿estás segura que no quieres nada?

- Sí.

- Está bien. Entonces, vayamos al punto.

- Sí, mejor. Ya quiero ir a dormir a mi casa.

- Tú lo dijiste, ésta es tu casa. Puedes dormir aquí

- Lo sé muy bien, pero me gusta tener la cama para mí sola.

- Entonces si regresa a tu otra casa, porque ésta como es tuya, también es mía.

- Bien. - tomó su bolsa y se incorporó, pero enseguida él hizo lo mismo y la tomó de un brazo.

- Perdón, en serio. No quiero que te vayas, quiero que hablemos.

- ¿De qué? Creo que ya no tenemos que hablar de nada, estamos bien así, separados. - se soltó de su agarre.

- Te equivocas. Yo no estoy bien estando separado de ti, yo te amo y muchísimo, y sí, cometí un error pero ya estoy pagando por ello, me está matando el sentirte tan lejos, Gloria. Te extraño demasiado y te necesito, cada día más. - quiso acercarse, pero ella se alejó.

- ¿Por qué no pensaste en eso antes?

- Porque a veces tienen que pasar cosas malas para que vengan las mejores.

- Quizás, pero todavía me dueles, y con eso no se puede hacer nada. - fue sincera.

- Si le echamos ganas, se podrá.

- No lo sé, yo quiero estar sola, al menos por el momento.

El río irónico.

- Claro, para no sentirte culpable cuando me pongas el cuerno con Alejandro. ¿Es eso, no? Él te gusta.

- ¿Eso crees? Bueno, piensa lo que quieras. A estas alturas, me da igual lo que tú pienses de mí.

- Me castigas por algo que tarde o temprano vas a terminar haciendo.

- Yo estoy separada de ti, tú no lo estabas cuando lo hiciste.

- ¿Quién dice que estamos separados?

- Yo, y con eso es suficiente para que me dejes hacer mi vida en paz.

- A mí no me importa lo que digas tú, tengo papeles que demuestran lo contrario.

- ¿Qué estás buscando? ¿Un divorcio? Bien, si eso es lo quieres, lo tendrás pronto.

- Ay, ya. Sabes que de mí no vas a obtener ninguna firma para nada de lo que signifique separarnos.

- Ve buscando un abogado, Fernando. Quiero mi casa, mi coche, y todo lo que es mío.

- ¿Es una amenaza?

El favor de la soledadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora