『Fresas y Cigarrillos』

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Era una noche de invierno cuando me senté en la acera frente a la tienda de conveniencia para fumar; estaba allí solo, como un perro esperando por un dueño que nunca vendría a buscarlo. Hacía demasiado frío, tanto que ni siquiera el anorak que llevaba era suficiente para que el frío no se colara y calara mis huesos. Sin embargo allí estaba, esperando algo a lo que ni yo podía ponerle nombre.

Eran pasadas las diez. Había apagado el teléfono hace rato para evitar que mis padres pudieran contactarme y estaba seguro de que ambos estaban echando humo, preguntándose a dónde diablos había ido o por qué no había regresado aún.

Miré hacia arriba, al cielo despejado plagado de estrellas, y me dije a mí mismo que no tenía ganas de regresar. Aunque la idea de salir corriendo a cambiar mi vida sonara tentadora, era consciente de que no tenía a dónde ir o los recursos para hacerlo. Estaba varado en una situación que no me satisfacía. Como siempre.

—¿Desde cuándo fumas? —preguntó una voz que conocía demasiado bien. Era la voz que oía en mis sueños o mientras miraba por la ventana sintiéndome miserable.

—Desde hace como un mes —respondí levantando la cabeza para encarar a Yoongi. Iba completamente de negro, exceptuando por su anorak con diseño de camuflaje—, no es que te importe, claro.

—Jungkook.

—No me salgas con "Jungkook". Me dejaste solo en esa habitación de hotel y nunca más te comunicaste conmigo. Han pasado meses.

Yoongi suspiró. En la oscuridad del estacionamiento de la tienda de conveniencia, noté que su cabello ya no estaba rubio. Iba teñido de un color verde menta y por la intensidad del color, podía asumir que era algo reciente. Tenía que admitir que con su complexión y sus ojos oscuros, le quedaba bastante bien.

—Ven, tenemos que hablar —dijo tomándome de la muñeca y poniéndome de pie de un solo tirón. No me resistí a que me jalara hasta su auto, pero me hubiera gustado hacerlo, al menos para molestarlo un poco.

Subimos a su auto, el mismo que llevaba utilizando desde que lo conocí, y nos llevó por la calle hasta nuestro barrio y por último, frente a su casa. Por lo que podía ver no había nadie en casa, así que era evidente la razón por la que había decidido llevarnos ahí y no a otro hotel. Sin querer lo agradecí mentalmente, pues no estaba seguro de poder soportar otra nochecita en un cuarto que solo me traía malos recuerdos. No quería volver a poner un pie en un hotel en mucho, mucho tiempo.

Al principio salí de su auto un poco nervioso, sin poder quitar la vista de mi propia casa; si mis padres me veían allí saldrían corriendo a buscarme y no era precisamente el momento para un regaño. Tras dar una última calada al cigarrillo que tenía entre los dedos, lo dejé caer en la acera y lo apagué con un pisotón. La verdad era que fumaba demasiado poco en comparación al fumador promedio, pero había encontrado que hacerlo calmaba mis nervios y, de paso, me llenaba de recuerdos que no quería olvidar.

Ingresamos a su casa, que estaba vacía tal cual y como yo había intuido. No encendió las luces del piso de abajo, directamente subimos a su habitación y solo allí se molestó en encender la lámpara de su escritorio, que iluminaba el cuarto lo suficiente. Realmente me parecía mucho mejor, me sentía con ganas de estar en la penumbra, quizás por mi estado emocional en ese momento.

Sin que dijera nada, me dejé caer en su cama, lugar donde en tantas ocasiones nos sentamos a charlar y ver películas. Escuchar música. Comer dulces. Era un lugar que me traía tantos recuerdos como todo lo demás; casi me causaba rabia el que no pudiera poner un dedo en ningún lugar sin que mi mente se llenara de su imagen.

Strawberries & Cigarettes 『YoonKook』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora