- ¡Bienvenida al charco!
Después de andar unos diez minutos desde sus casas, por fin llegaron al lugar que Ash llevaba todo el camino describiendo. Según él, era un sitio apartado de cualquier ser humano molesto, para personas que buscaran algo de tranquilidad, ósea, para personas como ellos dos.
Olivia alzó la vista y contempló aquel sitio.
Consistía en un pequeño lago, quizá más un estanque, rodeado de árboles llenos de hojas.
La oscuridad de la noche no dejaba verlo completamente, pero la luz de la luna era suficiente para apreciar lo hermoso que era aquel lugar. Parecía recién sacado de un cuento de hadas. Un cuento donde, por primera vez en su vida, sentía que ella era la princesa y al lado tenía, bueno, ejem... tenía a su príncipe.
- Este sitio es precioso. - susurró la chica dejando ver su sonrisa más dulce.
Dios, a Ash le encantaba esa sonrisa.
- Lo sé. Ven conmigo.
Los dos chicos se sentaron junto a un gran roble, frente al pequeño riachuelo.
Ash comenzó a tirar piedras al agua que al caer hacían un sonido muy agradable en medio del silencio del bosque.
- Aún no me has dicho porqué te has escapado de casa. - comenzó el joven, mientras cogía otra piedrecita.
- Supongo que necesitaba que me diera el aire. - Olivia no tenía ningunas ganas de contar que le había ocurrido, y Ash lo notó, así que no la presionó. - ¿Y tú?
- También lo necesitaba. A veces todos lo necesitamos.
Se hizo un breve silencio.
- ¿Están en nuestra clase? - preguntó él, con la mirada fija en el suelo.
- ¿Quienes?
- Los chicos de esta mañana.
- Sí.
Ash resopló.
- Tenía la esperanza de que no.
- ¿Y por qué se meten contigo?
- Porque soy diferente. - tiró otra piedra.
- No tiene nada de malo ser diferente.
- A veces lo odio con todas mis fuerzas.
Otra vez ese incómodo silencio.
La verdad es que Olivia no salía de su asombro. El introvertido chico del gorro negro se había convertido en la persona más sincera que había conocido. Y eso le gustaba, le encantaba.
¿Le pasaría lo mismo a él con ella?
No quería que esa conversación acabara ahí, así que rápidamente buscó un tema del que hablar, y soltó lo primero que se le vino a la cabeza.
- ¿Quién crees que es -A? - dijo ella, con la intención de comenzar una conversación sobre pequeñas mentirosas.
- Alison DiLaurentis.
- ¿Cómo que Alison? - Olivia se echó a reír.- ¡Si está muerta!
- Eso es lo que todos creen. - y el joven guiñó un ojo a la chica. Ambos sonrieron.
Dios, a Olivia le encantaba su sonrisa.
Junto al ruido del agua del estanque y de las hojas movidas por el viento, los dos comenzaron a hablar y hablar. No sé con exactitud cuanto tiempo pudieron estar charlando, lo único que sé, es que no fue poco.
Comenzaron comentando el libro que ambos estaban leyendo, sus pros y sus contras. Luego pasaron a la televisión, al cine y a la música. Siguieron por el arte y los videojuegos. Por los países del mundo y criticando la sociedad en la que vivían. Pero, no pudieron acabar aquella eterna y apasionante conversación de adolescentes, de otra forma que hablando de libros. Algo que ambos amaban, que idolatraban, que necesitaban para vivir.
- ¡¿Qué?!
- ¿Que pasa Olivia? No es para tanto.
- ¡Cómo que no es para tanto! ¿Acabas de oír lo que has dicho?
- Es mi opinión.
- Pues es una opinión muy, pero que muy equivocada.
- Sino me gusta el final de El niño del pijama de rayas, lo digo y ya está.
- Pues mejor ahorraré decirlo en público, que te linchan. ¡Es el mejor final que podría tener!
Ash soltó una carcajada.
- Uno de los mejores finales que he leído nunca... - Olivia sonrió.
La verdad es que no podía estar más contenta. Había encontrado un chico de su edad que no solo se interesaba por las animadoras y los deportes. Con él, podía compartir sus verdaderos gustos y opiniones, sin que la mirara raro o se burlara de ellos.
Ash miró su reloj.
00:13.
- Es tardísimo.
- Como se enteren mis padres, me matan. - bromeó ella.
- No por favor, que no te maten, que esto hay que repetirlo.
Pum. La flecha de Cupido impactó directamente sobre el corazón de Olivia.
- Es hora de que volvamos.
Ya estaba fente a la puerta de su casa.
Lo que se suponía que iban a ser quince minutos de paseo, terminó como una de las mejores noches de su vida. Pero como todo en la vida, esa noche de en sueño ya había acabado.
- ¿Quieres que te de mi número de teléfono?
- Bueno.. vale, aunque no lo uso mucho.
- ¡¿No usas el móvil?! - preguntó la joven alterada.
- Muy de vez en cuando.
Olivia se rió.
- ¿Qué pasa?
- Eres raro.
- Gracias.
- ¿Gracias?
- Sí. - Olivia se extraño. - Ser raro me ha hecho conocerte. Y bueno, por eso doy las gracias.
Y por última vez en aquella noche, esas dos hermosas sonrisas que enamoraban al otro, se encontraron.
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- Eres rara. - Gracias.
Romance"- ¿Qué pasa? - Eres raro. - Gracias. - ¿Gracias? - Sí.- Olivia se extrañó al oír eso. - Ser raro me ha hecho conocerte. Y bueno, por eso doy las gracias."