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Ya era la época en la cual el verde pasto era cubierto por la blanca nieve, al igual que los arboles y casas. Y bueno, se podría decir que el color blanco, el color de la nieve es muy monótono, pero al ser decorado con una gran cantidad de luces que parpadeaban en diferentes lugares y diferentes ritmos todo se volvía más alegre, mágico. Y también sabemos que este color es la más pura representación de la paz, confort y sobre todo pureza, y el niñito que ahora miraba hacia afuera desde la ventana de su casita era otra perfecta representación de la pureza, de la delicadeza y bondad.

Sus cabellos dorados se asomaban por abajo de su gorrito para el frío, más abajo de sus ojitos se encontraban sus regordetes cachetes rosados al igual que su nariz debido al aire frío, y aunque adentro de su casa el ambiente era cálido, él se sentía inquieto de frío, y frotaba mucho sus pequeñas manitos, estaba abrigado, lo suficiente para estar afuera, pero aquello no estaba bien pues debía permanecer adentro, aunque su carita de delicados y adorables rasgos se encontraba algo preocupada, el pequeño de tan solo siete años de edad tenía un sentimiento que no lo dejaba estar tranquilo jugando con sus juguetes, por eso ya llevaba más de media hora parado, mirando por su ventana.

Luego de hacer una mueca con sus rosados y algo hinchaditos labios decidió salir afuera, había tomado una bufanda siguiendo la palabra de su madre que se encontraba en la cocina horneando galletas, y le había dicho que no saliera desabrigado.
Se dirigió al patio de su casa, recordando lo otro mencionado por su madre "no te vallas a ir lejos cariño, mantente dentro del patio, yo te llamaré cuando las galletas estén prontas ¿si? Se un buen niño"; y sonrió al recordar el dulce rostro de aquella mujer, luego corrió a la nieve, dejando pequeñas huellas en el camino con sus pies, y sin pensar que tan fría podría estar tomó un puñado de nieve y así muchos más, con sus manos moldeaba una gran pelota, y estaba contento de como iba todo,  hasta había comenzado a tararear una alegre canción navideña pero tuvo que parar al escuchar un pequeño sollozo, se quedó estático para lograr escucha algún otro, y saber de donde provenía, pero nada, así que pensó que había confundido el sonido por lo cual continuó su moldeado.
Pero se equivocó, pues el sonido volvió, y ésta vez había logrado darse cuenta de donde provenía, así que algo indeciso golpeo apenas sus manos una contra la otra para eliminar los rastros de su material de construcción blanco que había quedado en sus manoplas. Y caminó hasta su portón, otra vez el recordatorio de su madre volvía a su cabezita, pero fue vencido rápidamente por un nuevo sollozo, así que lo abrió y salió, vió hacia ambos lados de la calle y cruzó dirigiéndose al pino que escondía a el o la dueña de aquel llanto. Sentía su corazoncito inquieto al escuchar aquel llanto cada vez mas cerca, y sus ojitos se abrieron como platos al escuchar unas cortas palabras "no te puedes morir" pronunció una dulce voz masculina que parecía ser de un niño, y ahora el de cabellos  rubios no supo si seguir avanzando. Tomó aire sintiendo su pecho apretado, y con mucho miedo de lo que encontraría allí siguió caminando, pues él solo quería calmar ese llanto, movió algunas ramas hasta encontrarse con la espalda de aquel niño, de cabellos negros, se veían perfectamente desordenados, de cuerpo que aparentaba ser frágil y delgado pues no llevaba mucho abrigo, estaba arrodillado y lloraba cabizbajo. El rubio se sintió confundido al verlo solo a él, y pensaba ¿por quien llora?  Y aunque sabía que posiblemente le dolería quería ver el rostro de aquel chico, así que rodeó lentamente hasta quedar frente a él, a él y un pequeño pajarito que tenía sobre sus manitas, y así es como comprendió todo.

Luego de tragar saliva por sentir su garganta seca se quiso arrodillar frente al de cabellos negros, pero esto terminó llamando su atención por el ruido, y si él había visto alguna otra persona llorando antes seguramente jamás le había afectado tanto como los ojitos marrones, rojizos y brillosos -debido a la cantidad de lágrimas- que tenía enfrente, pues el niño sollozante tenía una carita de tez pálida, y ojos que aunque eran hermosos, los abarcaba una gran tristeza y se preguntó si a eso era a lo que se referían unas viejitas que había escuchado hablar una vez, de una tal cosa que se hacía llamar destino.

Podría Ser Solo El Espíritu Navideño (especial navidad)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora