Pensamiento 73

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Como ya era costumbre, como ya era natural, tras el estallido ya no había cimientos para el dolor y la rabia.

Solo quedaba como ser: un espíritu sin nombre, basado en aquella esencia indefinible que todos conocemos y todos fingimos no conocer. Al fin y al cabo, que suelte la cuchilla aquel cobarde que jura jamás haber nadado en el vacío. Que exclame con voz tenebrosa y sin vida, aquel asustadizo que proclama nunca haber vivido en la oscuridad.

Aunque eso, ya poco importa para mí.

De mis nobles años en el infierno, adquirí un don tan oscuro como peligroso. Adquirí el poder de no permitir anidar en mí, y a mi absoluta elección, ninguna clase de sentimiento. Por eso es peligroso, por eso a veces me encuentro tan perdida.

Es realmente complicado, tratar de entender la mujer que soy después de mil años de purgatorio y otros tantos de infierno. ¿Quién demonios soy? Me abandone a mí misma en la oscuridad con tan solo 8 años de edad, y ahora, con mi vida recuperada otros 8 años más tarde... No sé quién soy, y tengo la feliz sensación de que jamás lograré saberlo.

Me gusta, en parte, sentirme así. Es como si hubiera renacido; como si el mundo cobrase a costa de tanto mi dolor, la luz que ahora penetra entre las copas de los arboles perennes y supone una derrota con el fin de una nueva y anhelante victoria.

Tengo que perderme. Y tal vez todos tengamos que hacerlo tarde o temprano. Ya no queda nada de nuestro pasado, mi pasado, a lo que ahora pueda aferrarme con la misma firmeza que lo hacía aquella niña malvada e inocente, que puede ser algún día fui.

Sé que tú, jamás hubieras permitido nada de lo que me paso. Pero tienes que perdonarte, ya no queda nada que salvar. Yo lo sé y también sé que cuando me miras a los ojos: tú también lo sabes. Puede que llegases demasiado tarde, puede que sintieras vergüenza de mis actos, tal vez, al verme perdida en medio de la noche... hubieras cobrado y saciado la sed de venganza que incluso a día de hoy, aún recorre tus venas.

Pero estoy cansada, cansada y feliz; desde que me di una oportunidad, siempre he intentado no cortarme con mis propias garras, y no autolesionarme en un absurdo intento por ser la heroína que soñaba de niña, y contener al monstruo.

Me siento estafada, nadie dijo que el periodo de reinserción traería consigo tantas recaídas.

Me he mirado, por primera vez en algún tiempo. Me he mirado y lo he entendido: sigo siendo yo.

Siempre he sido, soy y seré yo. Yo, adaptándome para sobrevivir.

Y si, te perdono, me perdono.

Sol_Escarlata

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