VAGANTE

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Pasaron varios días desde que hablé con Charlotte en la plaza.

Son las 7 y media de la noche, estoy sentada nuevamente en el sillón de la sala de mi miserable apartamento, el televisor no deja de hacer ruidos de interferencia puesto que no sintonizaba ningún canal, el sonido de autos pasar y el mal olor constante me acompaña como cosa de todos los días. Tengo en mi mano izquierda una mochila de viajes vacía, en mente las palabras de Charlotte, en mi corazón un sentimiento que me apuñala y en el estómago absolutamente nada.

''No tienes por qué pasar por todo eso, sabes que no''

''Eres capaz de conquistar el mundo sin importar nada''

''Eres una mujer que vale mucho, siempre tenlo en cuenta''

¿Realmente será verdad? Estoy pérdida, perdida en este mundo de mierda, me complico absolutamente.

Sufro, pero no busco escapar de lo que me hace daño.

Lloro, pero no dejo de ver el mundo en blanco y negro.

Estoy sola, pero no busco la compañía.

Estoy perdida en la oscuridad, pero no busco mi camino a la luz.

Ella necesita de alguien, pero yo no me siento capaz de nada.

Solo yo puedo salir de esto, solo yo puedo ayudarla, solo yo puedo dejar de estar descolorida, solo yo puedo protegerla viendo que ella está sola y es indefensa. Lo hago por mí, y lo hago por ella.

En ese momento me apoye sobre mis piernas inhalando una gran bocanada de aire y exhalándola con un grito sobre exagerado. Caminé hasta mi cuarto, azoté la puerta y tire la mochila sobre la cama. Tomé toda la ropa que tenía, camisas, camisetas, pantalones, zapatos, gorras, ropa interior... Una vez terminado, salí de la habitación y llegué hasta el baño donde tomé mi cepillo de dientes, jabones y demás productos de higiene típicos de una mujer. Mañana estaba dispuesta a largarme de aquí, sin dudarlo un segundo más.

No tomé muchas cosas, entre eso, la poca comida que aún tenía en mi nevera, platos y más cosas que consideraba basura inútil. Por mí, que ese casero imbécil se las quedé o bien se las meta por el rabo de cerdo que tiene, a mí no me importa.

Solo había un pequeño problema, no recordaba específicamente en donde vivía Charlotte y no tenía forma de comunicarme con ella. Creo que era cuestión de recordar la noche del robo y tratar de repetir la ruta que había tomado, el problema que también radicaba era que... ¿¡COMO DEMONIOS VOY A RECORDAR TODO ESO!? ¡DEMONIOS! Será una travesía, pero no voy a retroceder.

Ya es tarde, saldré a primera hora mañana así tendré más facilidad para moverme por Santa Mónica, aprovechando que mañana era mi día libre y no debía ir trabajar, estaba prácticamente todo resuelto. Solo tenía que partir, y dejar toda esta basura atrás de una vez por todas.

Lo hago por mí, y lo hago por ella, no hay nadie que me detenga. Me tiré en la cama con la ropa que tenía puesta, y dormí con aires positivos, por una vez en mi vida.

Ya de mañana me levanté de la desacomodada cama, tomé mi horario usual de ir al baño y lavarme los dientes antes de cualquiera cosa. No había cenado la noche anterior, y tampoco tenía apetito para desayunar sin embargo caminé hasta la nevera la abrí rápidamente echándole un ojo a los escasos alimentos que había en la misma, tome un esparrago y tire la puerta de la nevera cerrando bruscamente.

―Perfecto.

Sostuve un esparrago en mi mano izquierda y mientras le daba algunos mordiscos tomé mi llave y la metí en mi bolsillo, el efectivo que me habían pagado en el trabajo, me coloqué esta vez una gorra. Ya estaba lista así que salí del apartamento. En lo personal, el esparrago no sabe a nada, pero es mejor salir con algo en el estómago.

Bloom: La historia de la flor marchitaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora