Faltaban dos minutos para las cinco de la mañana cuando Mario se despertó. Intrigado miró hacia la cama contigua y vio que estaba vacía. –Qué demonios habrá sucedido contigo?–Dijo en voz baja.
Se preparó y al cabo de unos cinco minutos, la traba de la puerta fue removida y los peones partieron rumbo al galpón cercano, que hacía las veces de comedor. Caminó junto al resto de los trabajadores mirando hacia todos lados intentando ver a Pedro. Grande fue su sorpresa al verlo emerger de detrás de unos cajones apilados e integrarse a los demás sin que nadie se diera cuenta.
–¿Dormiste bien allí afuera? –Le preguntó riendo.
–El suelo es mucho más suave que eso que llaman camas.
–Y dime averiguaste algo? –Dijo con el mismo tono burlón.
Pedro con el rostro muy serio le dice en vos baja lo que había descubierto. –No sé qué está pasando, pero esta noche ocurrirá de nuevo. Esta noche Ortega va a entregar a otro trabajador.
–Estas seguro?
–Muy seguro. Lo oí de él en persona. Estaba llorando y lamentándose porque debía entregar a alguien esta noche. Pero no dijo a quién. Creo que esta noche podré saber que está ocurriendo aquí.
–¿Que estás loco? No debes salir esta noche, a menos que quieras morir. Procura pasar desapercibido todo el día. Bajo ningún término llames la atención del capataz o te seleccionará a ti. Debes tener cuidado. –Le advirtió Mario y aceleró el paso alejándose de Pedro.
Rápidamente Mario hizo correr la voz. En poco tiempo todos sabían que esta noche uno de ellos sería la próxima víctima. –Esta noche sucederá de nuevo. –Era el mensaje que circulaba en voz baja entre los peones.
Al momento de sentarse en el comedor y beber el horrendo té caliente, el cual irónicamente le faltaba azúcar, todos se miraban de reojo con preocupación. Nadie quería ser el siguiente. Cuando el capataz irrumpió en el comedor dando un fuerte portazo, nadie se atrevió a mirarlo. Todo el mundo miraba fijamente su taza y se dedicaba a comer las piezas de pan en absoluto silencio. Ortega caminó entre las mesas lentamente observando los peones, los miraba detenidamente evaluando quien sería la mejor opción. Uno de los peones que destacaba entre los demás porque era el único de cabellos rubios, no soportó el miedo cuando el capataz se paró tras de el por unos interminables segundos. Con sus manos temblorosas sujetó su taza, pero se le escapó de las manos, cayendo ruidosamente al piso salpicando el líquido caliente sobre los pantalones de Ortega. Este le lanzó una mirada fulminante.
–Lo siento patrón. – Se disculpó el peón con la voz entrecortada.
–¿Cómo te llamas? –Preguntó el capataz.
–Francisco patrón, Francisco Nieto.
–Dime Nieto tienes familia?
–Si patrón. Tengo esposa y tres hijos. El más pequeño nació el año pasado y los más grandes tienen 4 y 5 años patrón.
Ortega miró a lo lejos durante unos instantes pensando y luego continuó caminando para alivio del trabajador. Al recorrer las mesas se percató que solo uno de los obreros lo miraba fijamente, siguiéndolo con la mirada en todo momento. Se acercó hacia él y le preguntó. –¿Sucede algo peón?
–No patrón. Es solo que creo que está aquí para tomar una decisión.
El capataz permaneció en silencio sorprendido y luego pregunto. –¿Eres nuevo aquí? ¿Cómo te llamas?
–Mi nombre es Pedro Suarez patrón.
–Es verdad Pedro, debo tomar una decisión y creo que me la has simplificado. Solo una cosa más. ¿Tienes familia?
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El familiar: EL Demonio de los Cañaverales
TerrorEn el Ingenio Azucarero de la provincia de Tucumán, Pedro Suarez se presenta para trabajar como peón en la cosecha, pero su objetivo es otro. Intenta averiguar que sucedió con su hermano desaparecido un año antes en ese mismo lugar. Pronto se dará c...