Capítulo 9 parte 1

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«Terrence Graham», leyó Candy en sus adentros.

La marquesina del teatro exhibía ya el nombre de Terry; justo como tanto deseó meses atrás, recién desembarcada de Inglaterra.

La gente ya comenzaba a entrar al teatro, pero ella se detuvo al otro lado de la calle para admirar el nombre de su amado. La prueba de su triunfo como actor, el primer protagónico de muchos en su centelleante carrera.

Con cuidado cruzó la calle, no quería visitar el suelo por cortesía de los tacones que se puso. Era la primera vez que se arreglaba tanto, y no aguantaba las ansias por ver la reacción de Terry. Él tuvo que irse más temprano del departamento para prepararse, y ya no alcanzó a verla con toda la producción encima.

En las puertas del teatro entregó la invitación que Terry le diera el día anterior.

—No quise arriesgarme a que se extraviara en el correo —había dicho él, medio en broma, medio en serio.

El boletero le permitió la entrada y se condujo al interior. El vestíbulo era amplio, y estaba iluminado por un enorme candelabro que pendía del techo. A su alrededor se escuchaba el murmullo de las conversaciones de la gente que disfrutaba de una copa antes de la función.

Caminó hasta la puerta que conduce al auditorio, desde el umbral observó las butacas que en pocas horas estarían repletas de espectadores. El corazón se le aceleró por los nervios que experimentó, que seguro no eran ni la mitad de los que, de seguro, padecía Terry en ese momento.

Levantó un poco sus faldas y descendió los escalones que la separaban de la primera fila.

🌼🌼🌼

En el camerino, Terrence recibía los últimos retoques de maquillaje. Él no sale en la primera escena, la de la pelea entre Benvolio y Teobaldo, sino después, cuando esta ya terminó. Tiene unos minutos más que sus compañeros, pero eso solo hace que se sienta más ansioso.

La maquillista terminó en el momento que la puerta se abría. Por el espejo, Terrence observó a la preciosa rubia que acababa de traspasar el marco. Tragó grueso. Candy estaba despampanante con ese vestido violeta. La prenda moldeaba cada una de sus curvas; esas que él moría por conocer.

Centró su atención en el rostro de la joven, el cual mostraba un encantador rubor.

«¡Si hasta de peinado se cambió!», pensó asombrado al no encontrar sus características coletas. En cambio, su cabello estaba recogido de las orillas y caía en ondas por su espalda.

—Hermosa —balbuceó a media voz, de repente tenía la garganta seca.

El sonrojo de Candy aumentó, no tanto por lo dicho por el actor sino por la risita de la maquillista, una mujer de mediana edad que se disculpó enseguida y salió del camerino.

El clic de la puerta al cerrarse fue todo lo que Terrence necesitó para cruzar el camerino y comerse la boca de la rubia.

—Candy, pecosa —susurró entre besos—, no quiero que nadie te vea —confesó al romper el contacto de sus labios, abrazándola con fuerza.

—¿Por, por qué? —tartamudeó ella, todavía embriagada por el apasionado recibimiento.

—Porque me convertiré en Otelo y haré de la obra un caos —respondió sin dejar de abrazarla, con la frente sobre la de ella. Su posición favorita en el mundo. Por ahora.

—Terry... —suspiró el nombre, enternecida por los celos del chico—, en mi corazón no hay lugar para nadie más. En él solo estás tú. —Movió un poco la cabeza, lo justo para juntar sus bocas en un suave beso.

Tú eres mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora