Muerto en vida

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Cuando el mundo se para, estoy despierto. Simplemente, todo deja de girar, la sangre deja de correr, mi corazón deja de latir y puedo sentir como mi alma se desprende de mi cuerpo. Y hay un segundo de gracia antes de fundir a negro, donde abro los ojos, respiro por última vez y recuerdo.

Todo el mundo habla del segundo antes de morir, todo el mundo quiere saber que vería. ¿Los buenos actos que ha realizado? ¿Los tormentos que lo perseguirán allá donde vaya? ¿Las personas que dejará atrás? ¿Los sueños no cumplidos? Sin embargo, nadie, ni yo mismo, se esperaba lo que veo ahora. Lo veo todo, y no veo nada. Pasa por delante de mis ojos y finalmente vislumbro una cara. La reconozco y si aún pudiera respirar, mi respiración se hubiera cortado. Pues es su cara, sus ojos me miran, se ríen de mí. Burlándose de mi desgracia. Recordándome que todo es culpa suya... Todo acaba con él, igual que como comenzó.

Hace un año que lo vi por primera vez.

Ese día salí de mi nueva residencia dando un portazo tan fuerte que el golpe retumbó por toda la mansión. Enfadado salí corriendo y me dirigí al parque más cercano. En él no había nadie, porque eran las siete de la tarde y todo el mundo estaba empezando a preparar la cena pues el sol ya se estaba empezando a ocultar. Me senté en uno de los columpios y suspiré. En esos momentos detesté a mi madre algo más de lo normal... Pero esta vez, el enfado me carcomía por dentro... Miré hacia el cielo... ¿Por qué nos teníamos que mudar a ese lugar? ¿Por qué mi madre me había hecho abandonar la gran ciudad y trasladarme a ese pueblo? ¿Por qué tenía que ser el hijo de la futura alcaldesa de Daibazaal?

Me tiré de los cabellos negros, frustrado. Entonces, me atacaron dudas más existencialistas.

¿Por qué mi madre no recordaba quién era mi padre y yo había tenido que crecer sin él? ¿Por qué tenía que vivir únicamente con mi rica y ocupada madre que casi nunca estaba en casa?
Mi madre, a vista de todos era perfecta.
El único error que había cometido en su vida, había sido que, el día en que se había graduado de la universidad había salido a festejarlo y se había acostado con el primer hombre atractivo que había encontrado. Lo había invitado a su casa y por la mañana todo lo que quedaba de él era una nota donde le deseaba lo mejor en la vida y firmaba con su nombre: Texas. Desde entonces me había visto obligado a crecer solo, sin padre y con una madre demasiado ocupada.

Mi nombre era Keith Kogane y todo el mundo pensaba que lo tenía todo. Un futuro asegurado, una rica familia... Pero yo me sentía hueco por dentro, algo me faltaba. Me sentía... Muerto en vida.

Mientras me columpiaba, el pasado y el futuro seguían atormentándome. En unos días comenzaría el nuevo instituto y no conocía a nadie en aquella ciudad. Tampoco era muy popular en mi lugar de nacimiento. Era tímido y raro. No me gustaba el fútbol, vestirme de color vistoso, ni hablar mucho. Era músico y cantante pero solo en la intimidad de mi hogar. El único amigo de verdad que había tenido era Hunk.
Hunk era un niño moreno muy sonriente que me trataba muy bien, pasaba por alto mis defectos y siempre quería jugar conmigo. Eso había sido en la escuela primaria hasta que el padre de Hunk encontró un trabajo en el extranjero y se mudaron.
Después de eso, los únicos que se interesaban por cómo estaba eran mis profesores los cuales eran muy atentos y parecían preocuparse por mí. Aunque probablemente no fuera así.

En el nuevo colegio seguramente no encontraría ningún amigo sincero y sería tratado como basura o como un alma fantasmal (prefería con creces lo segundo).

Vivir en una ciudad donde podías salir a la calle y no encontrarte con nadie que no conocías era una gran ventaja para gente tan antisocial como yo. Trasladarse a un pueblo donde todos se conocían me provocaba una gran ansiedad. Cuando mi madre, que trabajaba en el ayuntamiento de nuestra antigua ciudad, me había comunicado la noticia de que había conseguido el puesto vacante como alcaldesa del pueblo donde había vivido toda su infancia, habíamos tenido una gran pelea. Nuestra relación no era la mejor, suerte que ese año cumpliría dieciocho y podría decidir lo que quería hacer entonces con mi vida y probablemente alejarme de ella.

Un ruido me despertó de la ensoñación en la que había caído. Levanté la cabeza y me puse a contemplar todo lo que me rodeaba. Estaba el parque con sus solitarios columpios, después el bosque que rodeaba el pueblo y a donde daba una parte del parque. Una iglesia a la derecha y detrás un cementerio. Me parecía algo tétrico que hubiera un cementerio junto al parque infantil. Justamente entonces una figura pasó corriendo por en medio del parque en dirección al bosque.
Un chico.
Tenía el pelo castaño y vestía ropas holgadas. La piel morena se podía entrever gracias a estas.
Se paró, justamente en la linde del bosque y respiró hondo.
No había llegado a vislumbrar su cara, pero por alguna razón algo me impedía apartar la vista de él.
Lo observé.
Se movió con cautela.
Dio un paso y luego otro.
Sus andares eran tan ligeros que casi parecía que volaba.
Entonces se quedó quieto de nuevo y yo aproveché el momento para levantarme del columpio y acercarme un poco.
Todo mi cuerpo me pedía acercarme a él.
Algo me atraía hacia aquel chico. Estaba a unos metros de él cuando giró la cabeza.
Mi corazón dio un vuelco.
El chico era hermoso.
Fue la primera palabra que pasó por mi cabeza.
Sus ojos eran azules, penetrantes y fríos. Tan claros que carecían de luz. Su cara estaba repleta de pecas y llevaba el cabello revuelto.
Entonces me di cuenta de que parecía no reparar en mi presencia. Estábamos a unos metros y parecía que no me veía. Que yo no existía.
De repente unas figuras irrumpieron en el parque.
Comprendí lo que había alertado al chico.
Un grupo de adolescentes de mi edad venían cargados con botellas y bolsas de plástico.
Entonces, a medida que los chicos se acercaban, él comenzó a alejarse y de repente corrió y corrió adentrándose cada vez más en el bosque.
Quise seguirlo, pero cuando di un paso dentro de la linde del bosque, sentí como un miedo profundo me invadía.
Retrocedí corriendo y tomando una decisión precipitada eché a correr hacia mi nuevo hogar mientras la sensación de terror se desvanecía poco a poco de mi cuerpo.

Al llegar a casa, suspiré aliviado y entré. Haciendo caso omiso de mi madre subí a mi habitación llena de cajas sin vaciar y me tiré en mi cama negra. Escondí mi cara en la almohada del mismo color y dejé que mi mente corriera sola. La cara del chico me perseguía y cada vez que cerraba los ojos la veía de nuevo. No sabía quién era y había algo en mi interior que me apremiaba a descubrirlo. Algo parecía haberme devuelto a la vida.

N.A. Bienvenidos, lectores de esta nueva historia. Bueno, este ha sido el primer capítulo de una nueva aventura en la que he decidido embarcarme. Esta fue la primera historia original que escribí en Wattpad y ahora tiene un recorrido propio, con un trailer y un trabajo entero dedicado a ella. Por eso, y como regalo de aniversario, decidí adaptarla a mi pareja favorita, Klance. Además el protagonista y Keith se parecían en demasía...
Espero que os haya intrigado el primer capítulo y tengáis ganar de seguir descubriendo la historia de Keith y su chico misterioso.
Advierto que esta historia contendrá otras parejas de la serie (aviso, sheith). Pero recordemos que es Klance 😜
Muchas gracias,
Anna

Requiescat In Pace (adaptación) -Klance AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora