Navidades con sorpresa

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Las Navidades nunca habían sido mi festividad favorita. Quizá porque ver a todos los niños felices con sus padres me recordaba lo mucho que echaba en falta al mío y lo mucho que mi madre pasaba de mí. Cuando era pequeño, comíamos en casa de mis abuelos todas las Navidades y compartíamos las fiestas con una persona muy importante en mi vida: mi tía Acxa.
Acxa no era en realidad mi tía. Ella era la mejor amiga de mi madre pero como ninguna de las dos tenía hermanos y los padres de Acxa vivían en el extranjero, siempre pasaba las fiestas con nosotros: con mis abuelos, mi madre y conmigo.
Ella era extrovertida y cariñosa, atenta y amable, algo cotilla pero comprensiva y encantadora.
Para mí más que una tía, siempre había sido como una hermana mayor. Se llevaba cinco años con mi madre.
Se conocían desde que mi madre y mis abuelos se habían mudado a la ciudad. Poco después se hicieron amigas intimas y cuando Acxa fue mayor de edad, al padre de ella le surgió un trabajo en el extranjero y aunque sus padres decidieron irse, ella se quedó con mi madre.
A partir de entonces compartieron apartamento hasta que mi madre me tuvo a mí y Acxa se mudó a su propia casa.

Mis últimas Navidades, sin embargo, me hicieron creer, de nuevo, en la magia. Y ahora sumido en la oscuridad las recuerdo y pienso en ellas como lo mejor de mi último año. Fueron Navidades con sorpresa.

La primera semana de vacaciones de Navidad trajo consigo una tormenta de nieve y el clima característico de esta época. Las calles se cubrieron de un manto blanco y las gentes empezaron a adornar sus casas y jardines con luces de colores y demás. Los chiquillos de la escuela del pueblo, recorrían las calles cantando villancicos en cada esquina. Amenizando las difíciles tardes de compras o, para algunos, haciéndolas más pesadas.

Shiro y yo comenzamos la primera semana de vacaciones ensayando cada día un par de horas en mi casa. Pero eso se acabó el día de la víspera de Navidad, cuando los padres de Shiro lo recluyeron en su casa, a la espera de los familiares que venían a celebrar la Navidad con ellos y a mí mi madre me obligó a preparar la casa para la llegada de mis abuelos y mi tía Acxa.

Mis abuelos no se hicieron esperar y llegaron en el coche de mi tía a media tarde. Mi madre me obligó a subirles las maletas a uno de los cuartos de invitados (el único que tenía una cama de matrimonio) y a alojar a mi tía en el cuarto al lado del mío. Cuando acabé de depositar el equipaje en las habitaciones, bajé a recibir a mi familia adecuadamente en la sala. Mis abuelos me abrazaron y elogiaron mi aspecto. Yo también los abracé pues eran de las personas a las que más quería.
Mientras mis abuelos y mi madre se encerraron en la cocina para preparar la cena de Nochebuena, mi tía Acxa me arrastró a mi cuarto y me obligó a sentarme en el filo de mi cama.

-¡Venga, Keith! Cuéntame.- me exigió. Yo alcé una ceja. Mi tía era así de directa.

-Te has mudado a un pueblo nuevo, alejado de todo lo que conoces y no nos vemos desde hace meses. Seguro que tienes cosas que contarme. Cosas sobre el instituto nuevo y seguro sobre algún chico interesante que se te habrá cruzado en tu camino.

La miré y me sonrojé, puesto que ella solo movió las cejas pícaramente y yo no pude evitar pensar en Leandro y en Shiro.
Mi tía era una persona que no tenía miedo a expresar sus emociones en voz alta, ni lo que pensaba.
Era la primera que había sabido que me gustaban los chicos sin ni siquiera tener que decírselo.
Ella por su parte, gustaba de ambos géneros, osea que no tenía problemas con ese tipo de temas.

-¡Te has sonrojado! Eso significa que tengo razón. Háblame de quién ha robado tu corazón.

Dudé si contarle nada sobre Leandro. Pero luego callé.
Recordé la última vez que lo había visto y lo que había ocurrido.
Aún recordaba las palabras de Mattie, los ojos de Leandro en la oscuridad del bosque.
Habían muchas preguntas que no podía responder.
No quería que nadie más que yo pudiera juzgar como era Leandro sin ni siquiera conocerlo y además, por mucha confianza que tuviera con Acxa, ella seguía siendo la mejor amiga de mi madre, no podía decirle nada que contradijera lo que aquella noche le había dicho a mi madre o podía ser que al final, las mentiras y secretos acabaran por atraparme.

Requiescat In Pace (adaptación) -Klance AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora