Capítulo uno: Vacaciones.

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Subí con aires de resignación los escalones hacia el avión, mi único deseo había sido pasar las vacaciones junto a mis amigos, pero por lo que parece, mi concepto de "vacaciones" no coincide para nada con el de mi madre, porque ella estás más que dispuesta a obligarnos a ir a casa de la tía Elizabeth. 

Busqué con la mirada el asiento que indicaba mi boleto, mientras caminaba por el estrecho pasillo entre personas ubicando sus pertenencias y niños pequeños haciendo berrinches. Cuando por fin lo encontré, mi hermano llegó a mi lado con una sonrisa indestructible. Voltee los ojos y me dejé caer sobre el asiento al tiempo que soltaba un pesado suspiro. 

Ya no podía hacer nada, no había vuelta atrás. Estaba tristemente destinada a pasar cuatro meses en casa de mi tía. Pero lo que yo no sabía era lo que me deparaba el destino en aquella ciudad y que agradecería toda la vida por haber hecho ese viaje. 




Seguí a mi hermano por toda la sala, rodeada por un montón de pasajeros que iban en distintas direcciones en busca de su equipaje, o sus familiares.

A lo lejos vi a una señora de aspecto joven, ojos claros, cabello  oscuro y una piel trigueña.

- ¡Tía Elizabeth!- gritó mi hermano, llamando la atención de varias personas que pasaban a nuestro lado.

Mi tía abrió los ojos como platos y euforicamente se acercó a nosotros. Nos abrazó con excesivo cariño y luego empezó a jugar luchas con Jake, lo cual me dejó estupefacta. 

- ¡Mira que grande estás! Ya eres todo un hombre- dijo mirándolo de pies a cabeza.

Se dieron un fuerte abrazo y pasó a mi, observándome con su fina sonrisa. 

- Mira en que bella mujer te has convertido, Heather.

Me abrazó nuevamente y traté de devolverle el gesto. Me sentía feliz por ver a mi tía después de tantos años, pero eso no significaba que me alegrara pasar tanto tiempo en ese lugar. 

Salimos del aeropuerto seguidos por el botones, el clima era cálido, el cielo estaba despejado y algunos pasajeros que reconocí lloraban en brazos de sus familias. 

Dicen que a mal tiempo, buena cara. Pero creo que eso no se ajusta a mi, quizás sería mejor, a buen tiempo, pésima cara. 


Al entrar a casa de mi tía sentí el radical cambio de clima. 

- Oh, ¡Kyle, el aire acondicionado! Disculpen.

Dicho esto, desapareció por una puerta ubicada a la derecha de la habitación.

¡Kyle! Se me había olvidado por completo el egocéntrico hijo adoptivo de mi tía. Desde pequeño me jugaba bromas pesadas, con la ayuda de Jake, nunca me dejaban en paz. 

Unos pasos llegaron a mis oídos y volteé hacia donde lo escuchaba.

Ay no, hablando del rey de Roma.


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