Ventanal

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La zozobra bullendo en el interior de su estómago lo empuja a tomar aquel malogrado escrito entre sus inquietos dedos que, carentes del más mínimo atisbo de misericordia, rasgan la hoja de papel hasta que ésta cae en forma de despojos esparcidos sobre el escritorio. Respira, más iracundo que decepcionado, sin saber qué nombre poner a la catástrofe recién cometida que yace insolente ante su expresión de hartazgo.

—Dos veces —murmura, apenas moviendo los labios, el rostro hundido con vergüenza entre las palmas de sus manos.

Dos veces han sido las que lo ha intentado, pero lloriquea cual infante antipático, como si su tarde entera se hubiese ido en tratar de expresar lo que siente en una misiva que, al parecer, seguirá habitando en sus pesadillas disfrazada del más execrable imposible. Está de más aclarar que ambos intentos han sido en vano.

Dos veces su exhausta mirada ha ido a parar al ventanal, desde el cual tiene una vista innecesariamente perfecta del responsable de su más prolongado suplicio; se pregunta por el día en que éste llegará a su fin. Y allí, en medio del tormentoso silencio de quien asume su rendición, YoonGi hace lo que cualquier otro cobarde cuando éste se rehúsa a quitarse la máscara de hombre infalible: le echa cada gota de la culpa a una suerte mal confeccionada de la que se ha nombrado amo y señor desde la primera vez en que la desgracia se dio el placer de visitarle.

Si a su madre nunca le hubiese dado por objetar sobre lo mísera que se sentía la vida en ese viejo vecindario, su padre no se hubiera tomado la molestia de solicitar a su empresa que lo reubicaran en una zona más cercana a la monumental y estruendosa capital; y si nunca hubiese tomado las maletas listo para dejar atrás su siempre calmo y tan adorado Daegu, jamás se habría enfrentado al par de ojos azabache que le observaron curiosos cuando el automóvil en que viajaba estacionó frente a su nuevo hogar en Gwangcheon.

En esa serie de desgraciados eventos completamente enajenados a su voluntad, ¿de cuál culpa era dueño?

Sin embargo, aunque fuera difícil de comprender para una mente tan obstinada como la suya, el destino tenía maneras tan odiosas como inefables, y desde la cena en que su progenitora abrió la boca rogando por un cambio, tuvo el presentimiento de que las cosas no marcharían por buen sendero. Su presente confirma qué tan acertado había sido lo que al principio le pareció el más paranoico de los augurios.

Era un martes que pecaba de cotidiano en el año 1984; YoonGi recién se instalaba en la que —para gusto suyo o no— sería su habitación desde ese invierno en adelante. No había nada que le impresionara dentro de esas cuatro paredes pintadas de marfil, incluso se atrevería a decir que era exactamente igual al dormitorio que dejó atrás a exorbitantes kilómetros de lejanía. La única diferencia, que no por mínima pasaba desapercibido, era el ventanal junto al escritorio, el cual exponía tres cuartas partes de su cuerpo a una habitación en la casa de al lado.

Avergonzado, notó que ésta contaba con uno exactamente igual paralelo al suyo, y al percatarse de que la distancia entre ambas recámaras era tan corta que hasta el detalle más mínimo de los aposentos de su desconocido vecino saltaba a la vista, se dijo a si mismo que lo primero que debía desempacar era un biombo con el cual resguardar su pudor.

No había pasado ni un minuto cuando ya se hallaba extendiéndolo a las anchuras que abarcaba el cristal en la pared, hasta que un reflejo lo distrajo de la acción que se empeñaba en culminar con desmesurada premura. Levantó la vista, ignorante a la pena que en su corazón sentenciaba al cometer un acto tan ordinario como ese, y cuando sus ojos se toparon con la grácil figura de un pálido y sin lugar a dudas atractivo joven abriéndose paso por la alcoba, lo supo: había sido condenado a enamorarse sin remedio de Kim SeokJin, cuyo nombre escucharía por primera vez minutos más tarde, cuando su familia irrumpiera en la casa de los Min con cazuelas repletas de comida para darles una sobrecogedora bienvenida.

Ventanal (ksj + myg) | OneShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora