Capítulo 5.

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Cada día mi vida se iba tornando más gris, más triste. No me molesté con Gabriel, ni mucho menos. Estaba molesto y enojado conmigo, enojado por no ser lo suficientemente bueno para él, por no ser lo que él quería y por los errores que tuve. Si lo hubiera hecho mejor, si me hubiera esforzado un poco más… pero no fue así.

Cada vez que iba a la clase imaginaba que lo vería, que correría hacia mí y me pediría perdón, que me diría que haría lo que fuera para compensar lo que había pasado, que me amaba y que siempre sería así. Pero… solo era mi imaginación.

Nunca dejé de bailar. Era el único momento del día donde volvía a ser yo por lo menos por un momento, y es chistoso; antes bailaba para olvidarme de mí y mi mundo, ahora, bailo para poder volver a lo que era antes de conocer a Gabriel, a ser yo, a ser dueño de mi cabeza. Bailaba más y con más pasión que nunca. Por fin entendía las letras de Tchaikovsky, de la melancolía y violencia que inspira. Ahora comprendía el fuego que sale del pecho cuando algo te apasiona.

Cuando el último compás terminaba, yo saltaba y aterrizaba en un sissone. Aterrizaba de nuevo a un mundo donde yo ya no encajaba, donde el simple hecho de recordar me lastimaba. Donde el amor tiene dientes, dientes que muerden y dejan cicatrices imposibles de borrar. Recogí mis cosas, me cambié y me dirigí a la salida.

-¡Leo! Espera, quisiera hablar contigo. Por favor entra a la oficina-dijo en tono neutro la maestra, sosteniendo la puerta de madera que daba a su oficina personal. Ahí dentro solo podían pasar dos cosas: O cosas muy buenas o terriblemente malas. A mi ya no me importaba que pasara conmigo, me sentía el muñeco de trapo de la gente, así que entre sin miramientos.

-Por favor, siéntate-dijo cerrando la puerta y sentándose al otro extremo del escritorio-. Cuéntame, ¿ha pasado algo malo entre tú y Gabriel?

El mero hecho de escuchar su nombre me impactaba y tría todo lo agrio sucedido de nuevo a la vida. Me controlé lo mejor que pude y contesté:

-La verdad es que… no sé. No sé.

-Ustedes era buenos… amigos, ¿no? Incluso practicaban un Pas de Deaux juntos.

No tenía ganas de hablar de eso. Bajé la mirada y me quedé callado, rogando que siguiera con otra cosa.

-Bueno, la verdad es que no importa ya. Gabriel me llamó hace rato para darse de baja en la Academia-dijo la maestra sin saber el peso que esas palabras tenían sobre mi corazón. Jamás volvería a ver a Gabriel, a mi ángel. Jamás.

-¿Eso es todo, maestra?-dije sin levantar los ojos.

-No. Las malas noticias siempre van primero, ahora te diré algo que quizás te gustará escuchar. La academia ha sido invitada al Palacio de Bellas Artes a un pequeño concurso entre academias. Debemos presentar una pieza original, creada por nosotros. Las chicas han votado para que tú seas la estrella. Te han sentido muy triste estos días, y como no has hablado con nadie creyeron que con esto te alegrarías un poco.

¡Woah! ¿De verdad mis amigas querían que yo fuera la estrella, después de que las dejé en el abandono cuando conocí a Gabriel? No sabía cómo responder a eso, es decir, Bellas Artes… cuantas historias debieron suceder en ese palacio, historias de amor, tristeza, alegría. Historias como… ¿la mía?

-Tenemos dos semanas antes de presentar el ensayo general, que es el sábado. La función será el domingo a las 7:30 y a las 9 dirán quien es el ganador, así que no faltes, por amor a Dios y concéntrate mucho.

-Lo haré, maestra. Lo prometo de verdad.

Salí a la calle respirando un aire más ligero, lleno de entusiasmo y felicidad. Gabriel estaba hasta el fondo de mi mente en esos momentos y quería que permaneciera ahí lo más que se pudiera.

Las siguientes 2 semanas fueron muy vagas. Recuerdo haber ido a todas las clases, de ensayar en mi cuarto, de ver videos en YouTube y de concentrarme lo más que podía, pero lo que me había dicho Gabriel seguía en mi cabeza. “Con él sí va en serio, con él si va en serio” ¿y yo que fui entonces? ¿Solo su entretenimiento, su juguete?

Evitaba pensar en estas cosas lo más que podía, empujarlas al fondo de mi cabeza (¿corazón?) y seguir adelante con la función hasta que llegó el sábado y entré al palacio de Bellas Artes.

Columnas de mármol se elevaban al cielo custodiando la entrada. Pálidas y hermosas esculturas me miraban de todos lados, dándome la bienvenida dejándome boquiabierto. Cuando entré no quedé menos impresionado. Del cielo entraba una luz ámbar, iluminando una época que ya no existe. Murales de mil colores habitaban las paredes llenando de vida el recinto. No podía estar más feliz. Pero lo que más me sorprendió, lo que se llevó mi respiración fue el telón, no era de tela ni terciopelo, es de cristal, pequeños trozos de cristal que forman otro mural, un mural vivo, que se levanta arrancándote la respiración. Escuchó la música de ambiente: el lago de los cisnes y se me erizan todos los vellos del cuerpo.

Mañana me presentaré aquí y… no sé si estoy a la altura. No fui lo suficientemente bueno para Gabriel ni lo seré. ¿Merezco tal honor?

Pas de DeauxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora