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Estaba aburrido, enserio tenía que buscar algo para entretenerme, algo mejor que matar o escuchar a las personas gritar cuando lo hago. Ya se había vuelto un tanto tedioso de alguna forma y desde que me convertí nunca he visto ese brillo en los ojos de luchar por sus vidas, siempre se dan por vencidos cuando me ven, pero así son los humanos. Había llegado a casa para ducharme y así quitar los rastros de sangre ya algo secos. Cuando terminé me puse lo primero que vi, un pantalón negro holgado y una camisa ancha. Bajé para servirme una copa de vino ya que era lo único que toleramos aparte de la sangre. En el fonógrafo puse mi mejor colección de clásicos de Andrea Bocelli y me senté en el sofá con los ojos cerrados. Mis oídos sedados por la magnífica melodía y mi garganta en llamas por el líquido rojizo, disfrutaba de la tranquilidad que la situación me daba. Todo estaba bien hasta que sentí más de una presencia las cuales interrumpieron mi tan buscada paz.

— Cuantas veces les he dicho que las puertas se hicieron para algo —digo tratando de relajarme— Sharoon, me sorprende que siendo la mayor después de mi no les enseñes, para la próxima entran como personas "normales", no quiero oír a los vecinos diciendo ver a personas volando.

— Que mal carácter traes, ¿qué tienes? —habló Sharoon sentándose a mi lado derecho.

La famillia Killian tenía tres hijos. El mayor, mi mejor amigo, la más pequeña y ella, que era la del medio. Su larga cabellera tapaba casi su rostro así que siempre la veías poniéndoselo detrás de la oreja. Ojos achinados cafés y labios carnosos la caracteriza. De mediana estatura pero con un cuerpo envidiable. Nos hicimos mejores amigos aun cuando era reservada y poco sociable, sin embargo era todo lo contrario a lo que su cara seria daba a conocer.

— Estoy cansado, eso es todo —tiré mi cabeza hacia atrás tapandome los ojos con el antebrazo.

— Te conozco lo suficiente para saber que tuviste un mal día —esta vez fue Noé quien habló y respondí con un tal vez encogiéndome de hombros.

Noé era conocido por ser sociable, siempre traía una sonrisa y no dudaba en ayudarte aun si no te conocía. Era alto y moreno por el sol, no le importaba quemarse cuando de surfear se trataba, era la versión masculina de Sharoon hasta en la sonrisa y sus ojos cafés resultaban tiernos a la vista. Era atractivo y musculoso, y lo sabía. Así que aveces se metía en problemas con las chicas por ser algo torpe, en casi todo.

Noé tomó asiento al lado de su hermana, los demás tomaron sus respectivos asientos en la sala de estar, y Yoel en silencio se acostó en el sofá acomodando su cabeza en mi regazo, una pequeña señal de que buscaba caricias de mi parte en su cabello cual menta. Era callado y directo, su mirada distante te alertaba el pensarte dos veces antes de hablar con él y hasta en ocasiones podía ser hostil. Su piel pálida como la nieve y sus ojos ámbar le daban un toque irreal. Ya habíamos dejado de ser algo serio hacía mucho tiempo, pero aun nos manteníamos como si fuéramos algo, un tanto complicada nuestra relación, algo que ya se habían acostumbrado los de mi alrededor.

— Suficiente de mi, diganme como pasaron el día de hoy —cambié el rumbo de la conversación porque sabía a donde iba a llegar.

Seguimos hablando por un largo tiempo. Sharoon y Noé solo se quedaron en casa, leyendo algún libro me comentaron, de fantasía y terror al parecer. Harry y Tahira fueron a todos los centros turísticos nocturnos que habían y Yoel había ido a su turno del día en su restaurante, por eso no lo vi en todo el día hasta ahora. Harry era consideradamente alto y bien parecido, sus ojos celestes le daban ese toque angelical. Era de constitución delgada pero aun así tenía su cuerpo trabajado y bien tonificado. Siempre traía una sonrisa de oreja a oreja y se dedicaba a contar chistes o historias graciosas, él era el alma de la fiesta a donde quiera que fuera. Por otra parte, Tahira era igual de alegre y espontánea, totalmente opuesta a la personalidad tranquila de sus hermanos Noé y Sharoon. Era esbelta y delgada, digna de una modelo. Tenía el pelo rubio natural y ojos verdes, fue la única que saco los genes del padre y era por lo tanto, la pequeña favorita. Al poco tiempo de conversar, entró mi madre  al lugar con cara de pocos amigos y supe que algo había pasado.

— Hola Señora Petterson —dijeron al unísono.

— Hola chicos, hola hijo —me saluda con un beso en la frente— ¿Todavía están despiertos a la una de la mañana?.

— Tranquila madre, te dejaremos descansar, ellos ya se iban.

— Oh no te preocupes, solo decía. Quería avisarles que tuve una reunión con el líder. Los Lycans están tramando algo, necesitamos saber que es pero aún no encontramos la forma de infiltrarnos —comenta ya cansada— Bien, solo quería que supieran para que tengan cuidado, si quieren se pueden quedar, por mi no hay problema —se levanta y luego de despedirse sube a su habitación.

— Bueno chicos, ya saben en cual habitación dormirán así que yo me retiro —me levanto en dirección al cuarto para arreglar la cama y acostarme. Siento un peso extra y miro hacia donde sé que está —¿Qué pasa, por que me miras de esa manera?.

— Lee mi mente.

— Sabes que aunque pueda no me gusta ser entrometido. Además, soy partidario de la incertidumbre —ruedo cerca de él y acaricio su cuerpo por debajo de su ropa de dormir.

— ¿Jacob, que haces? —se tensó bajo mi tacto y susurró— Nos pueden oír.

— No si no gritas —comencé a repartir besos desde sus labios hasta estacionarme en la parte baja de su abdomen, sintiendo sus gemidos alcé la mirada— ¿Quieres que me detenga..?.

— N-no pares, vamos tócame.

— No, hazlo tu —susurré en su oído— hoy quiero verte.

Acostado abrió las piernas y mientras con una mano jugueteaba con su cuerpo, con la otra se tocaba una y otra vez bajo mi atenta mirada. Mientras lo observaba, me deshacía de la ropa lentamente hasta quedar sin prendas. Tomé su acción de auto complacerme y minutos después alcanzó el clímax manchando su mano. Tal escena hizo que la temperatura subiera más así que me coloqué encima y comencé a morderlo en el cuello, los hombros y el pecho, dejando marcas notorias de un rojo intenso. Amaba su cuerpo, aun sin ser nada me llamaba de forma extraordinaria. Él era mi blanca nieves. No podía aguantar las ganas de hacerlo mío en cada momento. Paré unos segundos mi tortura y me le quedé mirando, mis ojos no perdieron detalle de cada rincón de su cuerpo y él, que sintió el repentino cambio abrió los ojos, y tratando de aguantar los gemidos habló.

— ¿J-Jacob?.

— Esto no ha terminado —le robé bruscamente un beso de sus labios— así que no te preocupes.

Sonreí con un toque coqueto y en un giro lo puse de espaldas a mi. Busqué el frasco de lubricante que había en la mesita de noche y puse un poco en él, quien por el contacto frío del gel soltó un leve gemido. Sitúe mi polla luego de prepararla y lo embestí sin rodeos. Viré los ojos en blanco y un escalofrío recorrío mi cuerpo entero, víctima del placer. Sus gemidos me excitaban y escucharlos se volvió rutina. Es tal salvaje como yo, pero era se volvía pequeño tratando de no hacer ruidos mas que el de nuestros chocando.

Lo quería, pero era como si no me llenara. Tal vez sea porque no es lo que quisiera que fuera. Yoel ha estado para mi siempre y es una parte importante en mi vida. Quizás lo que busco está del otro lado del mundo, o simplemente no lo tenga. Sacudí la cabeza regresando a la realidad y ahí estaba él, con esos ojos felinos que tanto adoraba suplicándome por más. Luego de un tiempo de repetidas veces terminamos, exhaustos y perlados por el sudor. El cuarto que se había llenado de sonidos ahora estaba en silencio. Nos acostamos uno al lado del otro, él se acomodó en mi brazo, quedándose dormido enseguida. Yo, entre dormido y despierto lo miré —¿quién dice que los vampiros no se cansan o no duermen?—, habían millones de preguntas como esa, y cada historia o relato eran distintos al anterior. Solo nosotros, las criaturas, éramos conscientes de la auténtica verdad.

Walk in the Darkness [en edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora