Capítulo 3.

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Julia no se encuentra bien; le duele la cabeza. Esta mañana no ha ido clase y no le gusta faltar. Pronto tendrá los exámenes finales antes de empezar las vacaciones de invierno. 

Poco a poco se despierta. Mira la hora. ''Vaya, ¿ya es mediodía?'' piensa para sí misma. Se levanta. La cabeza ya no le duele y tiene hambre. Se ducha y baja a la cocina a comer algo. Su madre no está, tampoco su hermana. Coge un yogurt y vuelve a su habitación. Mira su móvil y ve que tiene varios mensajes. Uno de sus amigas, que le preguntan por qué no ha ido a clase. Responde que se encontraba mal y mira el otro mensaje. Es de Hugo. «Buenos días, pequeña. Espero que hayas dormido bien. Me gustaría verte esta tarde. Te quiero.» La chica sonríe. Quiere verle, pero hoy ha quedado con sus amigas para ir de compras. Piensa unos instantes qué responderle. «Buenos días, amor. He dormido bien, pero me he levantado con dolor de cabeza y no he ido esta mañana a clase. Hoy no puedo verte, he quedado con mis amigas. ¿Mañana?» La respuesta no tarda en llegar. «No te preocupes, mañana entonces. ¡Que te mejores!» De repente suena su teléfono. ¿Será él? No, es Laura.

- ¿Sí?

- ¡Hola, Julia! ¿Qué tal?

- Ya estoy mejor, gracias.

- ¡Perfecto! He quedado con Meli a las cinco en el centro comercial. ¿Nos vemos allí?

- ¡Genial!

- ¿Qué tal ayer? - pregunta Laura intrigada.

- No seas impaciente, os cuento luego.

- Está bien. Hasta luego, Julia.

- Adiós, rubia.

Y cuelgan. Son las tres y media. Aún tiene tiempo para hacer los deberes de ayer y los de hoy. Aunque no ha ido a clase, su compañero de mesa Lucas, le ha pasado la tarea que tienen que hacer para mañana. A Julia siempre le ha gustado llevar todo al día. Sus notas han bajado, pero sigue siendo muy buena estudiante.

Las cuatro y media. Tiene que salir ya de casa o no llegará a tiempo. Coge el bus y llega al centro comercial. Allí ve a sus amigas.

- ¡Meli! ¡Laura! - saluda gritando. Se acerca a ellas y las saluda con un beso.

- ¿Qué tal, nena? - pregunta Meli.

- Bien, bien. ¿Vosotras?

- Muy bien - dice la chica rubia sonriendo -. Anda, vayamos a comprar. Ya nos contarás luego qué tal ayer.

Miran todos los escaparates y entran en todas las tiendas. Meli se compra unos vaqueros con una camiseta a juego, Laura unas Converse y Julia unas botas. Cansadas y sedientas, deciden ir a una cafetería. Piden unos batidos y se sientan.

- Bueno, Julia, cuéntanos - insiste Laura.

- Está bien... Vino a recogerme a casa a las cinco y me llevó a un jardín con muchas flores y un lago. Todo era precioso. Hicimos un picnic y luego nos quedamos dormidos - dice Julia riendo. 

- Qué envidia. Ojalá nosotras tuviéramos esa suerte, ¿verdad, Meli?

- Ya te digo. Es que Julia es perfecta.

- Vamos, no exageréis.

- Es verdad. Eres guapísima, inteligente, madura, ¿qué más quieres?

Y de repente recuerda a su padre. No puede evitar derramar las lágrimas. 

- Julia, no llores - dice Laura.

- Lo siento, es que le echo tanto de menos.

- Lo sabemos, pero recuerda que ahora tu madre está sola y tiene que cuidaros a Llara y a ti. No puedes dejar que ella te vea así porque se pondrá peor de lo que está - esta vez la que habla es Meli.

- Anímate, cielo. Nos tienes a nosotras y a Hugo. No pienses que no puedes seguir adelante - dice la rubia -. Vamos a apoyarte en todo.

- Lo sé, chicas, pero no puedo evitarlo; era mi padre.

- Te entendemos. Tienes que relajarte - a Melisa le duele mucho verla así.

- Voy a llamar a mi madre, quiero irme a casa - dice Julia. 

Se levanta y coge el teléfono. Su madre vendrá a buscarla en diez minutos. Mientras, le da las gracias a sus amigas y se abrazan. Está destrozada.


Llega a casa y sube a su habitación. Durante el trayecto no ha hablado con su madre. No quiere echarse a llorar otra vez y que ella la vea. Coge el teléfono y llama a Hugo.

- Hola, cielo. ¿Qué pasa? ¿Estás bien? - Hugo es el primero que habla.

- No - y vuelve a llorar de nuevo.

- ¿Quieres que vaya a verte? - pregunta el chico muy preocupado.

- No quiero que me veas así. Además, creo que me voy a echar un rato. Lo siento.

- No te preocupes. Te llamo esta noche.

- Vale.

- Te quiero.

- Yo también te quiero.

Nadie dice nada y es Julia la que cuelga. Se echa en la cama y se queda dormida.


Hugo no soporta ver a su novia sufrir. Lo está llevando muy mal. Aunque lo entiende, sólo ha pasado un mes desde el accidente. Quiere verla feliz. Pronto serán las vacaciones de Navidad, ¿y si la lleva a Roma? Ella siempre soñó con ir allí. Sí, puede hablar con su madre para que le dé permiso, seguro que así se anima. Coge su móvil y marca el número de Magora.

- ¿Diga? - responde la mujer.

- Hola, Magora. Soy Hugo.

- ¡Anda, qué sorpresa! ¿Qué tal?

- Muy bien, gracias - dice Hugo -. Quería preguntarle una cosa.

- Claro, dime.

- Verá... su hija últimamente está muy triste. Los dos sabemos por qué y somos conscientes de que no podemos hacer mucho para animarla, pero se me ha ocurrido una idea... - respira y continúa -. Pronto empiezan las vacaciones de Navidad y pensé que podíamos hacer un viaje a Roma, los dos solos. Yo me ocuparía de los gastos, no se preocupe. Pasaríamos una semana allí para que la otra semana la paséis con la familia. Sé que ir a Roma es uno de sus sueños y puede que eso la anime.

La mujer está sorprendida. Todo esto del viaje le ha pillado desprevenida. ¿Pero qué va a hacer? ¿Negarse? Su hija está pasando por un mal momento y ella más que nadie sabe que Hugo es la única persona que puede hacerla feliz.

- Tendría que pensarlo, pero no veo porqué no. Le haría mucha ilusión.

- ¡Fantástico! - grita eufórico -. Yo la cuidaré, no se preocupe.

- De eso no tengo duda.

- ¿Me puede hacer otro favor? - pregunta nervioso -. ¿Podría no decirle nada a Julia? Quiero que sea una sorpresa.

- ¡Tú siempre queriendo sorprenderla! Te doy mi palabra.

- Muchas gracias. Voy a ir mirando vuelos y hoteles. Hasta otra, Magora.

- Adiós, Hugo.

Es la mujer quien cuelga. Todo ha salido como Hugo quería. Se llevará a Julia a Roma, como siempre había soñado.

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