agosto llegaba a su final y el sol era más suave que nunca. brillaba sobre mis ojos verdes garrapateros y mis manos de tierra mientras acariciaba tu pelo dorado. todo en aquel instante era bucólico como si Goya nos hubiera retratado un año antes de morir mientras existía en tierra francesa. me llevaste lejos de la ciudad y de su ruido. pero el sol caía y debíamos volver.
entendí que no quería regresar y era por tu culpa. habías roto todo lo que me había costado tanto tiempo construir. yo quería ser libre hasta que llegaste tú y solo quise ser tu niño. siempre fui el que se alejaba de los demás hasta que llegaste tú y no quise que me soltaras nunca. la ciudad era mi sitio, hasta que llegaste tú y empezó a darme igual vivir retirado del resto del mundo, si ibas a estar tú a mi lado. pero ya no me daba miedo no estar solo.
el sol cayó y tu pelo ya no era dorado. mi piel se volvió pálida y me dijiste que no me querías. en ese momento vi un brillo peligroso en lo oscuro de tus ojos y me clavaste un puñal. empezaba a hacer frío y caía miel desde las nubes. algo me decía que al día siguiente volverías a buscarme, pero en ese momento necesitaba un par de alas para despegar y dejarte en el suelo.
aterricé en mitad de la nada viendo mi vida pasar por delante de mis ojos. pensando y pensando en cuánto te iba a querer para siempre. irónicamente me sentía feliz. si fui capaz de quererte así, seré capaz de quererme y de querer. con cada persona que se cruzaba en mi camino, el sol se ponía. y yo siempre corrí tras él.