Capítulo 2: La vida en Alladys

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La vida en Alladys en aquella época no era nada fácil, el desolador panorama de la guerra y las enfermedades dificultaban la vida de muchas formas. A pesar de ello la gente trataba de salir adelante viviendo de lo que podían.

Alladys estaba formada por nada más que 12 edificios, que se distribuían en un pequeño sector unos con otros. Cerca había un cauteloso arroyo desde donde la gente podía obtener agua y la comida generalmente era sacada de sus propios sembradíos o de la caza de animales salvajes de los bosques que decoraban los alrededores.

La mayoría de las casas pertenecían a pequeñas familias pobres de campesinos que cultivaban solamente para sobrevivir. También existía una pequeña iglesia, un viejo molino y una rudimentaria herrería que más que producir armas, producía herramientas para los mismos campesinos de Alladys.

Para las personas de la aldea, tanto Trea como Edward eran muy influyentes en sus vidas. Además de tener una posición relativamente mejor que el resto de los campesinos, la joven pareja también poseía una gran estima en la población de Alladys. Gracias a esto, Edward generalmente era quien organizaba grandes cacerías en busca de comida para los aldeanos y al mismo tiempo les enseñaba técnicas de pelea con espadas.

Nadie jamás supo donde fue que aprendió a pelear. Cada vez que alguien le preguntaba acerca de este tema, Edward respondía con un incómodo silencio, desvelando que era una etapa de su vida de la cual no le gustaba hablar.

El misterio siempre acompaño la figura del joven campesino. Antes de casarse con Trea, solo se sabía que había viajado desde el norte de la región. No se sabe de qué parte provenía, donde había nacido o si tenía algún familiar vivo. Su pasado era un misterio que ni siquiera su esposa conocía, pero eso a nadie le importaba, puesto que las acciones que realizaba en el presente, demostraban que era un hombre noble y con compasión. Amable, valiente y preocupado por el bienestar de los demás. A los ojos de la aldea, Edward era un líder invaluable para ellos.

Y siendo padre tampoco había mucha diferencia. Sobresalía por ser un padre atento, pero estricto. Preocupado, pero muchas veces distante. Quería lo mejor para su único y amado hijo, puesto que después del nacimiento de Acy, por alguna razón su esposa jamás volvió a quedar embarazada.

Desde pequeño Acy recibió entrenamiento de parte de su padre, le enseño el arte del combate, pero al mismo tiempo le enseño las cosas básicas de la vida, el cultivo, la cacería y por sobre todo a ser honorable. Puesto que no había nada más valioso para un hombre que su propio honor. Si bien muchas veces podía ser un padre duro, en el fondo Edward amaba profundamente a su hijo y sabía que debía prepararlo para lo que deparara el futuro. El presente ya era cruel y por certeza sabía que el futuro seria aun peor.

Acy amaba a su padre, pero la relación con su madre era mucho más unida. Trea siempre demostró ser una madre amorosa, dulce y cariñosa. Preocupada por todos los que la rodeaban y por ello es que su sola presencia irradiaba una paz inexplicable que los demás podían ver.

Junto a su madre, Acy podía practicar su don sin problemas, después de todo era una parte de él. Su madre admiraba enormemente los trucos que podía realizar su hijo. Hacer brillar sus manos, traspasar luz a cucharas o herramientas, e incluso lanzar pequeñas estelas de energía, era algo maravilloso y digno de ver, pero sabía que debía ser dura con su hijo para que los demás no descubrieran aquel poder y por esta razón es que muchas veces el pequeño ganaba una reprimenda al exponer su habilidad.

Para Acy esconder su poder no era muy difícil, su don solo se manifestaba en ciertas ocasiones y no era algo que pudiera hacer aparecer solamente con quererlo, por lo que las veces en que estuvo a punto de ser descubierto fueron muy pocas en verdad, pero el hecho de que Trea le guardase aquel secreto a su esposo traería consecuencias en el futuro.

Alladys: La Primera CruzadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora