2.- Patrón trenzado

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Habían pasado dos horas—7 u 8 del incidente—desde que acepté denunciar, pero no estaba preparado, ni física, ni emocionalmente.

Para facilitar todo, fuimos a su casa —que quedaba algo lejos—, así que tomamos el autobús. Ya en un territorio seguro pasé a la habitación donde los padres de Francis se encontraban.

—Hola—mi voz sonaba muy suave, como vergonzosa, bastante extraño, ya que ellos eran como mi familia—¿Puedo quedarme hoy a dormir aquí?—pregunté con timidez.

—Por supuesto, cariño— Nuria, la madre de Francis, me dedicó una acogedora sonrisa que hacía marcar sus hoyuelos.

—¿Te ocurre algo?—por allí aparecía John, con aquel típico ademán protector.

—S...Sí, todo está bien—tartamudeé un poco, lo que obviaba que mentía, pero John y Nuria comprendían que no me sacarían nada por la fuerza y se retiraron no sin antes servirme unos dulces que acababan de comprar.

Al quedarnos solos, Francis me dedicó una dura mirada, que poco a poco se fue suavizando.

—Todo estará bien. Ellos no te juzgarán.

—Lo sé, pero por eso tengo miedo, no quiero que sufran por mí—recordé la amenaza de Roberto, si era cierto, acabaría jodido por todas partes. En ese momento solo quise dormir y no despertar—Necesito tiempo.

—...Está bien...—suspiró.

No me di ni cuenta cuando fue que me había quedado dormido.

Me desperté en la cama nido* de Francis, arropado por una fina sábana, pues estábamos por abril y no había una temperatura muy extrema. La luz se filtraba entre las rendijas de las persianas y aunque no fuese muy intensa, provocó que abriese los ojos incómodo. Era temprano, quizás las 6 AM y no lograba recordar dónde estaba, poco a poco me iba despertando y con ellos, mis recuerdos se aclaraban.

Vi a Francis dormido, no quise despertarle, pues ayer había gastado muchas energías ayudándome y más que necesitaría hoy. En cambio, yo no necesitaba dormir, necesitaba aclarar mi mente, reflexionar un poco sobre todo.

Me dirigí al baño sintiéndome mierda, había llorado tanto el día anterior que ahora me dolía la cabeza, y la típica sensación de desgano que se te queda al estar deprimido invadía todo mi ser. Observé el patrón de los azulejos mientras estaba sentado con la tapa bajada en el retrete, eran tan intrincados, mezclando líneas y más líneas para formar una trenza azul que en lo personal me parecía increíble. Ni siquiera se podía distinguir una línea en individual, por lo que replicar el patrón con un cordón o pelo resultaba bastante difícil...

¿Qué estaba haciendo? ¿Qué había sido del niño con un futuro prometedor? ¿Cuándo ha pasado tanto tiempo? Yo hace nada era un niño feliz que jugaba con sus amigos al pilla pilla, no me fijaría en un jodido patrón. ¿Dónde está ese Carlos? Al que la vida le parecía algo grandioso e increíble.

Mi garganta comenzó a arder, pero no podía llorar, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, de pronto me volvió a entrar sueño, extraño, pues no solía dormir mucho y había dormido por más de 3 horas, más que suficiente como para mantenerme en pie por dos días.

Una voz me sobresaltó.

— Carlos, acabo de llamar a Lucía, viene para acá. Cuéntale a ella al menos, seguro que maneja esto mejor que nosotros, sabe bastante sobre temas legales y tal— se dirigió a mí sin siquiera saludar.

Lucía era su novia y mi mejor amiga, tiene 17, es decir, dos años más que nosotros, la conoció por un campamento, me la presentó y bueno, ahora es mi mejor amiga. Es una chica bajita al igual que Francis, rondaría los 1.65 metros. Morena, con el pelo oscuro y los ojos avellana. La palabra que la describe no sería guapa, sino más bien...¿tierna? ¿Mona? No lo sé, pero es de ese tipo de persona que dan ganas de achuchar y darle mimos todo el día, aunque es mayor que yo y bastante más madura. En resumen, es igual de buena persona que Francis y pienso que hacer una muy bonita pareja, ojalá tener a alguien así.

☾En el centro del vacío☾ 【Gay┊BL】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora