Volar

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Recorrí con la mirada todo lo que me rodeaba. Personas corriendo de un lugar a otro, personas charlando, personas hablando por el teléfono, personas nerviosas.

Yo estaba sentada al lado de la puerta de embarque mientras escuchaba música en mi Ipod.

- Alexandra, deja de escuchar música, que en 5 minutos embarcamos -dijo mi padre-.

Saqué con cuidado los auriculares de mis orejas y guardé mi Ipod en la mochila.

- Pasajeros del vuelo de American Airlines número 3476 con destino Los Ángeles embarquen en la puerta número A37.
- Es el nuestro -dijo mi padre-.

Cogí mi mochila y mi maleta y me dirigí a la puerta.

- Buenos días -dijo con voz chillona la responsable de aquella puerta- ¿Carnés de identidad?

Le enseñé el mío y mi padre el suyo a la vez que le dábamos también los billetes.

- ¿Alexandra Black y Jackson Black? -preguntó la señora-.

Asentimos a la vez.

- Pueden pasar -dijo ella mientras abría la puerta-. Al final del pasillo está el avión. Buen vuelo.

- Gracias -dije yo-.

Cruzé el oscuro pasillo y subí a aquel avión que iba a llevarme (otra vez) a una nueva vida.

- Bienvenidos -dijo la morena azafata cuando llegamos-. ¿Alexandra Black y Jackson Black?

Al parecer todos nos conocían.

- El piloto Sullivan les da saludos. Seguidme. Vuestros asientos son de primera clase.

Como no. Tras tantos vuelos, todos nos conocían, y, claro está, nos daban los mejores asientos en primera clase.

Acompañamos a la azafata por el pasillo de clase turista hasta que cruzamos una cortina y llegamoos a primera clase.

Los asientos eran color crema y más que asientos eran sillones. Tenían una mini-televisión delante que te dejaba escoger un montón de películas. Había un menú con un montón de cosas; todas gratis. Un montón de revistas y, como no, un baño para nosotros solos. Aún así había visto aviones mejores.

Me senté y empezé a escuchar música antes de que despegara.

De repente, sentí que el avión se movía.

- Señores pasajeros, preparados para el despegue.

Me agarré al posamanos mientras que el avión cogía carrerilla y cerré los ojos. Por muchas veces que me haya subido a un avión, las cosas no cambian.

De repente sentí que el avión ya no estaba en el suelo. Miré por la ventanilla y divisé por última vez Canadá. Allí dejaba un colegio maravilloso, una vida maravillosa y unos amigos maravillosos.

Tenía que rehacer mi vida otra vez.

Al instante me quedé dormida.

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- Alex despierta -dijo mi padre-.

- Que quieres -dije secamente-.

- Quiero hablar contigo.

- Pues da la casualidad que yo no quiero hablar contigo.

- Quiero que sepas que te quiero mucho, y que todo lo que hago lo hago por ti, nos movemos de tantos sitios por que te quiero y quiero que seas feliz, quiero que mis negocios vayan bien y que tengas una buena vida.

- Papá esto ya lo hablamos. Paso de ti porque me separaste contra mi voluntad de mis amigos, de mi colegio, por fin había encontrado un sitio y, gracias a ti, lo he perdido. Si quieres hacerme feliz, déjame volver -dije yo-.

- Ya sabes que no puedo...

- Ya sé, ya sé. Negocios ante todo -respondí yo-. Negocios antes que tu hija.

Me levanté del asiento. No podía quedarme ni un minuto más allí.

Fui al baño y me miré en el espejo.

Mi pelo rubio estaba hecho un desastre y mi maquillaje medio corroído por culpa de algunas lágrimas que corrían por mi rostro. Mis ojos castaños estaban más oscuros y mis labios mostraban una mueca de tristeza. No puedo soportarlo más.

Cogí mi bolso y cogí el eyeliner y me lo puse otra vez, con cuidado ya que me temblaban las manos.

Salí del baño y corrí la cortina que separaba primera clase con clase turista.

Visualicé un sitio libre y me senté allí. No podía soportar ver como mi padre me compraba con unos billetes en primera clase.

Puse "Hey brother" en mi Ipod y cerré los ojos.

Al instante me sentí observada.

Por el rabillo del ojo ví como un chico rubio de ojos color esmeralda me miraba intensamente.

De repente vi como ese chico se acercaba y se sentaba al lado mía.

Me saqué los auriculares y lo miré.

-¿Y? ¿Quieres algo? -dije yo secamente-.

- Eh... hola... se te cayó esto -dijo ese guapo chico mientras me daba mi eyeliner-.

-Oh muchas gracias -dije esbozando una sonrisa-.

Me sonrío. Oh dios mío. ME sonrío. ¿Pero qué me pasa? Despierta Alex, es un extraño.

- ¿Pasa algo? -preguntó el mientras miraba una lágrima rebelde que caía de mi rostro-.

- Ah nada. Problemas familiares.

- Ah, lo siento. Por cierto me llamo Connor, Connor Franta -dijo mientras me enseñaba su mano-.

- Alexandra Black -respondí yo mientras le estrechaba la mano- ¿De donde eres?

- De Minnesota, aunque vivo en Los Ángeles. ¿Tú?

- Yo nací en España pero desde pequeñita viajé por toda América; no tengo lugar fijo.

- Pues me encantaría que te quedases en Los Ángeles... digo... que está muy bien -diji Connor-.

-Señores pasajeros abróchense los cinturones de seguridad y prepárense para el aterrizaje en el aeropuerto de Los Ángeles. El clima es soleado y 30°C.

- Bueno, será mejor que vuelva a mi asiento -dijo él-. Adiós.

- Chao -dije mientras le sonreía-.

Miré la ventanilla. Ese sería mi hogar, si hay suerte, para siempre.

Mírame a los ojos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora